La “hora cero” llegó para el Partido Acción Nacional (PAN): requiere analizar qué pasó y por qué en los comicios del 2 de junio de 2024.
Los desastrosos resultados obligan, sin excusa, a realizar un análisis profundo y a conciencia de las acciones, errores y omisiones en que incurrieron para corregir, enmendar el rumbo, sobrevivir y, aún más, intentar levantarse y aspirar a mucho más allá que ser la primera fuerza de oposición.
Este análisis deberá de hacer a un lado la visión “optimista”, como la de los panistas queretanos, quienes aseguran que el PAN en la entidad ganó el 2 de junio porque retuvo los gobiernos de los cuatro municipios poblacional y económicamente más importantes, aunque la derrota haya campeado por el resto de la entidad y el país.
Cambiar, pero para bien
Este fin de semana, en la reunión extraordinaria de integrantes de su Consejo Nacional, el PAN inició el camino hacia la renovación de su dirigencia (a la que le corresponderá resolver y superar el reto de las elecciones de 2027), pero sustentada en el análisis de lo que sucedió en los comicios de hace un mes.
Crearon una comisión para hacer ese análisis, en la que, por cierto, participa el presidente municipal de la capital queretana, Luis Bernardo Nava Guerrero.
El alcalde tendrá la oportunidad de dejar en claro que la derrota también alcanzó al panismo queretano, que cometieron varios errores que allanaron el camino para el avance de Morena y la pérdida de posiciones del PAN y que, por lo tanto, deben asumir que se perdió, en lugar de inventar triunfos ficticios.
El segundo reto que el PAN deberá enfrentar en este camino hacia su reconstrucción será encontrar la fórmula para reducir la pesada influencia y control que hasta ahora ejerce el grupo político liderado por Ricardo Anaya Cortés.
Empoderado en su Consejo Nacional desde hace varios años, este grupo ha definido las líneas políticas a seguir por el partido, sin obtener los mejores resultados, hasta llegar a la debacle del 2 de junio de 2024.
Baste referir que en estos últimos comicios el PAN obtuvo apenas 17 por ciento de la votación nacional. Muy lejos quedó ese 42.52 por ciento que obtuvo Vicente Fox Quesada en las elecciones del año 2000.
Tercero, habrá que modificar estatutos y estrategias para cambiar, por ejemplo, los mecanismos de construcción partidista, sus políticas electorales y de afiliación o de cercanía con la ciudadanía.
El PAN tiene que responder preguntas y resolver asuntos como, por ejemplo, la designación directa de candidaturas o regresar a su elección por voto directo.
Deberá evaluar y, en su caso, definir si mantiene o no su política de alianzas electorales, como la de esta ocasión, que pactó con el PRI y el PRD.
El panismo tiene la urgente necesidad de mirar al futuro inmediato con visión crítica y disciplinada. Por eso, la elección de su próxima o próximo dirigente nacional (y también estatal) debe recaer en una o un panista sólido ideológicamente, con capacidad probada y resultados tangibles, con nivel analítico y sin compromisos de grupo.
El reto
Este partido está frente a la que podría ser su última oportunidad para sobrevivir políticamente y, por ende, de tener opciones de crecimiento.
Por eso, el análisis encomendado a los comisionados electos en esta asamblea debe realizarse con honestidad, sin tratar de quedar bien con grupos o personajes del partido y, sobre todo, con planteamientos puntuales de lo que hay que hacer.
La evaluación debe ser bajo el razonamiento deductivo; es decir, desde la perspectiva general hacia la particular. Ver el fenómeno desde la amplitud de lo nacional para evaluar lo local, lo estatal.
El análisis tendrá que incluir la visión ciudadana extendida (no unánime) que vincula al PAN con la corrupción, con el viejo régimen, con el neoliberalismo, y desarrollar una estrategia para limpiarlo.
Los blanquiazules tienen frente a sí un reto nada fácil que deberán sortear, pues de lo contrario pondrán en juego su futuro inmediato.