Autoría de 2:25 pm #Opinión, Agustín Villanueva Ochoa - Sapere Aude

Reciprocidad – Agustín Villanueva Ochoa

Margaret Mead fue una antropóloga, poetisa y feminista de finales del siglo XX. Cuenta la anécdota que, dando cátedra con algunos estudiantes, uno de ellos le preguntó sobre cuál consideraba que era el primer signo de la civilización humana. Cualquiera hubiera esperado una respuesta que relacionara algún tipo de herramienta, construcción o conocimiento, pero la respuesta de Mead dejó a más de uno impresionado: “un fémur roto y sanado”.

En la naturaleza, cualquier animal que se rompe una pata es incapaz de conseguir alimento o de huir de los depredadores, por lo que no sobrevivirá el tiempo suficiente para que el hueso sane por sí mismo, pero los arqueólogos han encontrado excepciones en nuestros ancestros homínidos, pues han encontrado restos de personas que sufrieron fracturas y se recuperaron para vivir varios años después de eso, lo que significa que fueron cuidados por alguien más hasta sanar. “Ayudar a alguien a atravesar la dificultad es el punto de partida de la civilización”, explicó Mead.

Esta anécdota nos deja como lección que la cooperación es fundamental para la subsistencia humana, una asociación que va más allá de lo meramente justo; un acto recíproco.

De acuerdo con la Real Academia Española, la reciprocidad es la correspondencia mutua de una persona o una cosa con otra, “si tú me das, yo te doy”, es decir, para que una relación funcione, sea positiva y saludable, debemos incorporar el valor de la reciprocidad. 

Seguramente al apreciable lector le ha tocado vivir en una sociedad que acostumbra medir lo que da y, paralelamente, que percibe como algo justo recibir en la misma medida de lo que ha entregado. Responder a una acción, favor o gesto con uno igual o similar. El concepto es tan corto como una definición sencilla puede describirlo y tan complejo como las distintas interpretaciones que se le pueda dar.

Este entorno, en el que es habitual dedicar bastante tiempo a comparar lo que se da y lo que se recibe, ha convertido la reciprocidad en una moneda de cambio. Probablemente esto hará sufrir a cualquiera, ya que con frecuencia descubrirá que se recibe menos de lo que se cree dar, situación que podrá originar sentimientos de insatisfacción e injusticia.

Existen 3 formas de ver la reciprocidad: 

1.- Reciprocidad positiva. Involucra transacciones altruistas, donde la retribución no tiene que ocurrir en el corto plazo y puede no ser retribuida. Se enmarcan dentro de la ayuda mutua entre parientes y seres queridos, sin expectativa de una retribución material. La obligación de corresponder es indefinida en tiempo, cantidad y calidad. Según Sahlins, “el lado social de la relación supera al material y, en cierto modo, lo encubre, como si no contara”.

2.- Reciprocidad equilibrada. Son intercambios directos basados en una equivalencia determinada con retribución inmediata. Suelen darse en arreglos matrimoniales y convenios de paz, trueques de productos y alimentos. La retribución debe darse en un plazo de tiempo definido.

3.- Reciprocidad negativa. Es una relación en la cual se trata de obtener un beneficio a expensas de la otra parte. Incluye al regateo o la trampa. Ocurre cuando una de las personas está tratando de obtener más que la otra. Regularmente presentan intereses opuestos y buscan maximizar su beneficio.

Desde la psicología, la reciprocidad se concibe como un elemento esencial de las relaciones humanas. La teoría del intercambio social señala que las personas evalúan sus relaciones en cuanto a costos y beneficios, buscando generar un equilibrio a partir estas interacciones.

Cuando alguien recibe un favor, la mayoría de las veces sentirá un compromiso por devolverlo en algún momento. Este mecanismo de dar y recibir está vinculado con la gratitud, un sentimiento que motiva a corresponder positivamente a las acciones de los demás.

Esta clase de situaciones son las que distinguen a la colaboración por supervivencia. En la naturaleza, se le conoce como simbiosis a la relación entre dos especies diferentes que ayuda a ambas partes a sobrevivir, siendo la polinización uno de los mejores ejemplos, cuando los animales voladores “ayudan” a las plantas a esparcir sus semillas a cambio de alimentarse de sus frutos o néctar. Pero en el caso de los humanos es un poco distinto, pues nuestra colaboración se lleva a cabo de manera consciente y motivada por la obtención de todo tipo de beneficios.

“Ingrato es quien niega el beneficio recibido; ingrato es quien lo disimula, más ingrato es quien no lo devuelve, y mucho más ingrato quien se olvida de él”. Con esta frase, Séneca, el destacado filósofo y político del Imperio Romano, describió elocuentemente la decadencia de la sociedad romana de sus tiempos.

A pesar de que la reciprocidad tiene muchas ventajas en las relaciones humanas, existen elementos que, al ser malinterpretados, pueden originar aspectos negativos según sea la persona o la situación:

1. La reciprocidad puede provocar un sentimiento de deuda que algunas personas identificarán como indeseable o molesto. Por ejemplo, existen personas que, al recibir un favor o un regalo, pueden sentirse incómodas o con cierta presión por el hecho de tener que devolverlo, incluso puede causar ansiedad si no está en condiciones de hacerlo.

2.- En algunos casos, la reciprocidad puede ser aplicada como un instrumento de manipulación. Las personas pueden dar con la expectativa evidente de recibir algo específico a cambio, utilizando convenencieramente la reciprocidad para obtener favores o beneficios personales. Esta manipulación puede perjudicar la confianza en las relaciones.

3. Si una persona siente que ha sido afectada, puede llegar a experimentar la necesidad de venganza para equilibrar la situación. Regresar el golpe o ejercer cualquier tipo de represalia sólo empeorará dicha situación.

4. No siempre se recibe lo que se da y las altas expectativas provocan decepciones. Por ejemplo, en aquellas situaciones en las que alguien se encuentra mal y pide ayuda a una persona cercana, pero esa persona no se muestra dispuesta a darle la mano, incluso cuando, en el pasado, esa misma persona cercana pidió apoyo y sí lo recibió de quien ahora le pidió ayuda.

Si no entiendes la reciprocidad, ve al parque y juega un rato en el sube y baja.

La reciprocidad es un acto de libertad y corresponde a cada persona decidir qué quiere dar, cuándo y cómo. El respeto hacia las decisiones de los demás es la vía que te permitirá disfrutar plenamente de los beneficios de la reciprocidad.

Si existe en ti la máxima que afirma: “no esperes nada de nadie”, experimentarás la gratitud y la satisfacción con cada acto de reciprocidad que se cruce en tu camino.

Quien reciba el beneficio con gratitud, ya ha devuelto la primera paga.

Séneca

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Last modified: 2 julio, 2024
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