Autoría de 1:22 pm #Opinión, Patricia Eugenia - Narrativa en Corto • 12 Comments

¡Vámonos! – Patricia Eugenia

No sueñas, estás aquí por fin. Te sorprenderás de pensarlo en esos términos: Por fin.

Separas las piernas para equilibrarte mejor sobre la tierra recién removida de la orilla de la fosa, que huele a intimidad ávida, húmeda y ansiosa de oscuridad…

El desmoronamiento y la caída al fondo de algunos terrones bajo tus pies terminarán por convencerte: Está pasando.

Cruzarás los brazos bajo tus grandes senos vencidos con fuerza suficiente para evitar ponerlos en jarras, como quisieras. Te sientes envalentonada, pero todos te ven; a pesar de ello, levantarás la cara y mirarás desafiante hacia la caja, para que tu actitud no sea confundida por el muerto con una de dolor. ¡Faltaba más!

Por primera vez te atreverás a mirarlo sin esconder los ojos. Le preguntarás por qué te hizo la vida sin alegrías, ¿por qué aplastó tus anhelos de mar y de gaviotas? Preguntarás más: ¿Por qué se lo permitiste?

Sabes que, de poder responderte, estaría intratable, peor que de costumbre.

Seguirás hablando sin voz, irritada, con una fuerza que no te conocías.

Estoy viva, tú no, y no me quito aunque me veas los calzones. ¿Qué puedes hacer? ¿Repetir que después de muerto vendrás por mí? ¿Me dirás de nuevo que parezco ballena? ¿Me llamarás puta o pendeja otra vez? No puedes. Estoy viva, ¡tú no!

Total, los muertos recientes pueden oír los pensamientos, dicen.

Como en una noche de zancudos que buscan sangre, sentirás las miradas pinchándote el cuerpo en pleno sol de mediodía: ¡No importa! ¡Qué piensen y hablen! Sabes que lo harán mientras no suceda en el pueblo algo más interesante que la muerte de un viejo agrio.

Esta vez tú pierdes; desdoblarás esas palabras en tu cerebro y, en tanto los sepultureros interponen tierra entre la caja y tú, te repetirás paladeando estas palabras con placer: Tú pierdes.

Con paso seguro, darás la espalda al cúmulo de tierra oscura y brillante que la comitiva ha cubierto con flores de la estación. Tiempo habrá para ser viuda.

El escalofrío que habías estado sometiendo recorre ahora libremente tu columna vertebral sin detenerse: ¿Y si es demasiado tarde para ti? ¿Si no te surgen ya deseos y nada te conmueve ni te invita? Ahora sí, una lágrima se fugará rápida y te arderá en la comisura de los labios cuando los toque.

Camino a casa, resistirás que todos te abracen, tu respiración contenida parecerá tristeza. La dignidad de tu actitud hablará por ti:

–Déjala niña, ¿no ves que necesita estar sola? –dirá una vieja conocida con comedimiento.

Pasarán horas antes de que puedas cerrar el portón de tu casa, sabes que mientras tú recibes los abrazos y las condolencias, quienes han acudido al entierro, y quienes lleguen, serán atendidos a la usanza de la Costa Grande: con agua fresca y tamales de carne, y en la noche habrá café y pan para todos, y por supuesto no faltará el alcohol en la fiesta mortuoria, como debe ser.

Ya dentro, en la soledad de tu casa, tomarás agua tranquilamente por fin. Nadie dará voces pidiéndote algo, ni recibirá ese algo de mal modo cuando se lo des; nadie sentirá que para eso estás, que para eso eres su mujer.

Antes de ir a dormir, cuando el rumor de la gente que te acompañó cese, descolgarás de la sala su retrato enojado y verdoso y lo echarás de cara a la pared detrás de la estufa para no verlo más.

–Estoy viva –dirás–. ¡Tú no!

Te dirigirás a la vieja cama matrimonial. “Mmm… será mejor no dormir allí”; irás al sillón, pero verás en él su cuerpo dibujado: “Allí no, entonces… ¡La silla!”. Te parecerá que la silla, distraída y ligeramente apartada de la mesa, espera aún al pobre viejo con actitud cortés. Él, de sentarse allí como acostumbraba, quedaría de cara a ti, y tú le pasarías sus alimentos esperando sus palabras de siempre:

–¡Ándale, que “cargo” hambre!

Huirás al cuarto trasero, al sofá para visitas. Te harás un ovillo, cubierta por la sábana y, rendida, conciliarás el sueño.

Soñarás que el viejo verdoso y mal encarado se acerca despacio a ti desde detrás de la estufa diciendo:

–Apúrate, levántate y anda. ¡Vámonos!

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Last modified: 7 agosto, 2024
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