Autoría de 5:02 pm Desde la UNAM

¿El cambio climático afecta las emociones?*

En años recientes, hemos visto un aumento en desastres naturales y eventos climáticos extremos. Desde el derretimiento de los glaciares en Groenlandia hasta los incendios forestales en California, los titulares sobre el cambio climático son cada vez más difíciles de ignorar. En México, también enfrentamos huracanes e inundaciones, como el reciente huracán de categoría 5 Otis, que causó daños severos en Acapulco. Seguramente te has enterado de estos eventos, pero… ¿cómo te hicieron sentir?

En las siguientes líneas, explicaremos las emociones humanas provocadas por el cambio climático, como la ecoansiedad y la solastalgia. Estas emociones, clasificadas como “emociones climáticas o emociones ecológicas”, han sido investigadas por el Departamento de Neurociencias de la Universidad Católica en Roma, identificando al menos 30 estados mentales relacionados con el cambio climático, incluyendo el miedo, la culpa y el trauma. Comprender estas emociones es fundamental para abordar el impacto psicológico del cambio climático.

Ecoansiedad: La ecoalarma de nuestra generación

Imagina a María, una joven comprometida con el medio ambiente que, al seguir las noticias sobre el cambio climático, se encuentra con un artículo que relata la rápida desaparición de los arrecifes de coral en Australia debido al aumento de las temperaturas del agua. Esta noticia la llena de impotencia y la abruma con una sensación conocida como ecoansiedad. Pero, ¿qué es la ecoansiedad?

La ecoansiedad se refiere a la oleada de temor y preocupación que nos invade cuando confrontamos la inmensidad del cambio climático y la (aparente) falta de acción para combatirlo. Esta emoción se manifiesta, dependiendo de la personalidad y las circunstancias, en forma de sentimientos y emociones de preocupación constante, insomnio, irritabilidad, pérdida de apetito y, en situaciones extremas, ataques de pánico y depresión.

Solastalgia: Cuando el hogar se desvanece

Juan, residente de una comunidad costera de México, ha sido testigo de cambios drásticos en su entorno, como la desaparición de playas, la disminución de la vida marina y climas impredecibles. A pesar de seguir viviendo allí, siente melancolía debido a la degradación ambiental que afecta su entorno. La solastalgia, como la describen los expertos, es la tristeza profunda que experimentamos cuando nuestro hogar se ve afectado por tal degradación. Este término se describió por primera vez en 2007 por el filósofo ambiental Glenn Albrecht y tiene su origen en los conceptos de nostalgia, consuelo y desolación.

Algunas de estas emociones, como la ecoansiedad, motivan a las personas a asumir un papel activo frente a las consecuencias del cambio climático, a menudo denominado como ansiedad práctica. En un estudio publicado en julio de 2023 por la Universidad de Sídney, Australia, se evaluó la relación entre la ecoansiedad y la participación en actividades proambientales entre jóvenes de 18 a 30 años. Los hallazgos indican que existe una mayor participación cuando la ecoansiedad es moderada, ya que la sobreexposición a los efectos negativos del cambio climático a menudo tiene un efecto contrario. Esta ansiedad práctica, en su justa medida, puede impulsar a las personas a contribuir activamente en la lucha contra el cambio climático y en promover prácticas más sostenibles en sus vidas diarias.

Ansiedad práctica: Transformando la preocupación en acción

Enfrentar la ecoansiedad y la solastalgia no es tarea sencilla, pero es una necesidad imperante en nuestra lucha por un futuro sostenible. Una solución práctica radica en tomar medidas concretas que reduzcan nuestra huella ecológica, como cambios en nuestros hábitos diarios: reducir, reutilizar y reciclar; así como disminuir la explotación de recursos naturales. Además, es esencial apoyar y abogar por políticas ambientales sólidas a nivel local y global.

Otra vía de acción fundamental es la educación y la concientización. Informarse sobre el cambio climático, sus causas y sus consecuencias, y compartir este conocimiento con otros, puede ser un paso significativo. Además, participar en organizaciones y movimientos proambientales brinda una plataforma efectiva para contribuir a la causa.

La ansiedad práctica nos motiva a convertir la preocupación en acciones concretas. En lugar de permitir que la ecoansiedad y la solastalgia nos paralicen, estas emociones pueden ser catalizadores para transformar nuestro entorno, tanto físico como social. En un mundo donde la única constante es el cambio, donde nuestros ecosistemas y hogares enfrentan amenazas, es vital que veamos estas emociones como una fuerza impulsora. Juntos, podemos marcar la diferencia en la construcción de un mundo más sostenible y resistente al cambio climático.

Con información de:

Ansiedad ecológica y comportamiento proambiental: el papel de la atención (en inglés): https://doi.org/10.1016/j.janxdis.2023.102745

Ecoemociones y síndromes psicoterráticos: remodelación de la evaluación de la salud mental bajo el cambio climático (en inglés): https://doi.org/10.59249/EARX2427

*Los autores de este artículo son: Sarahí Paola Cañarte Varela, Laboratorio del Sueño, Facultad de Psicología. Norma Adriana Lumbreras Zavala, Laboratorio de Reprogramación Celular, Facultad de Medicina. Emilio Ruiz Alanís, Laboratorio de Neurocognición Social. Los tres son estudiantes de la maestría en ciencias (neurobiología) del Instituto de Neurobiología de la Universidad Nacional Autónoma de México, Campus Juriquilla

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Last modified: 21 julio, 2024
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