Autoría de 4:51 pm #Opinión, Víctor Roura - Oficio bonito

Cuentos de las Olimpiadas – Víctor Roura

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Así como hay un sinnúmero de poemarios, existe en México un solo Atletario (Bancomer, 1990) que pasa revisión, en una  prosa límpida pero juguetona, de los deportes olímpicos bajo la lupa  del espectador atento mas perspicaz, apasionado mas irreverente.  Miguel González Avelar (Durango, 1937 / Ciudad de México, 2011) se enfrascó en esta singular tarea creando, a  la vez, una obra única en su tipo.

      A diferencia de los diversos  volúmenes temáticos que se han hecho sobre el caso (antologías de  artículos y cuentos de futbol, crónicas o relatos de box como los de  Norman Mailer o Ricardo Garibay o Jack London, recuento de cacerías  como las notas propuestas por Miguel Delibes, comentarios taurinos e incluso una caja magnífica de Óscar Chávez con cuatro discos compilando canciones sobre asuntos taurófilos), González Avelar echó  una mirada global por lo menos hasta 1990 a las Olimpiadas y, bajo los efectos del entusiasta  gustador, fue haciendo breves textos a partir de cada una de las  disciplinas deportivas: el resultado es un mosaico literario de gran  ambición.

Miguel González Avelar

      Sus puntos de vista, de paso, son también agudas críticas  deportivas. Como el asunto del remo: “De entre todos los que  persiguen con frenesí una meta, el remero es el único que avanza  dándole las espaldas, despreciándola olímpicamente. No por eso dejará  de alcanzarla; él sabe que está allí, detrás de él, aguardándolo en  alguna parte. Al revés que nosotros, él sabe que avanza porque el  horizonte se le aleja. Su carrera es un acto de fe que le permite  mejor ocuparse de los remos, hundirlos concretamente en el agua,  apoyarse en ella y convertir en distancia el sudor de su cuerpo. El  juego de palanca de sus brazos es tan enérgico que seguramente es de  los que están ayudando a que gire la Tierra. El bote es en el agua lo  que la bicicleta en tierra: una máquina sin más combustión interna  que la del propio atleta. Aquí no podemos hablar de caballos sino de  señoras y señores de fuerza. La mayor parte de las embarcaciones  llevan a bordo un polizón que no rema y paga el viaje con vagas  orientaciones, carantoñas y rabietas. El día que también lo pongan a  remar no sólo habrá más equidad en las aguas de competencia, sino  que, en general, mejorarán los tiempos; al menos, de los remeros”.

      Distanciado de la búsqueda de récords o de ubicar al corredor más  veloz de todas las gestas, González Avelar (un ex secretario de  Educación Pública que sí tenía conocimientos de la escritura, por lo  menos en los tiempos modernos) prefirió el buen humor buscando los  absurdos y las virtudes de los deportes no para regodearse banalmente  sino para sacar de ellos lo más provechoso visible. Como en el polo  acuático: “Exhorto a los que piensen lo mismo a que den un paso al  frente y digan la verdad: hay algo muy antipático en los  acuapolistas. Reflexionemos. ¿Será porque comparado con las focas,  las nutrias y los leones marinos el hombre hace en el agua una figura  desgarbada y torpe? ¿Será porque los delfines, esos alegres príncipes  de los mares, nos han enseñado cómo se juega de verdad en un  estanque? ¿O será sencillamente, como muchos deporteóricos se  inclinan a pensar, que el uso absurdo de la gorrita de hule, melindre  de quien no quiere ni mojarse el pelo, contrasta con la verdad feroz  de su conducta bajo el agua y les quita toda credibilidad? Existe  otra opinión más equilibrada; dice, resumidamente, que hay en esas  aguas demasiados tiburones disputándose una pompa de jabón;  deportistas muy sobrados para tan poco deporte. Que harían mejor  todos los equipos, dadas sus capacidades, en dedicarse a rescatar  ballenas en las playas, o remolcar plataformas petroleras vencidas  por las tempestades”.

      Cuando menos en el país, no hay otro libro que  mínimamente se le parezca. Es una lástima que la edición bancaria,  por sus propias particularidades, no haya circulado el volumen como  se debe: Atletario, como suele ocurrir en tratándose de  tirajes limitados de las empresas bancarias, fungió más como un libro  íntimo o de obsequio que como un objeto público. Mereció, y merece  sin duda, una mejor suerte editorial. La edición se dio a conocer dos años antes de la realización de la vigesimoquinta Olimpiada en Barcelona.

      La paradoja del discóbolo:

      “Cratilo. —Cuéntame una vez más tu argumento, amigo Teetetes, pues  prefiero entenderlo que recordarlo.

      “Teetetes. —Lo haré con gusto;  escucha. Si el disco que pesa dos kilos en la mano de Zenón puede ser arrojado por éste a una distancia de setenta y cuatro metros, entonces sostengo que  tan extraordinario atleta puede arrojar al espacio un platillo  volador.

      “Cratilo. —¿Cómo es eso posible? Explícate para que te  entienda.

      “Teetetes. —Es muy sencillo; mira. Supón por un momento que  el disco pesara cuatro kilos en vez de dos; ¿no le sería igual de fácil a Zenón lanzarlo a treinta y siete metros?

      “Cratilo. —Es muy seguro que sí. Continúa.

      “Teetetes. —Bien; si acaso el artefacto tuviera un peso de  ocho kilogramos podría ser arrojado a 18.5 m, y si pesara diez y seis, a 9.25 m. ¿No es así?

      “Cratilo. —Te entiendo y lo que afirmas  es probable.

      “Teetetes. —Pues si seguimos doblando el peso del disco  que ha de arrojar Zenón, es claro que la distancia a que podría  enviarlo se volverá cada vez más corta. De tal manera que al pesar algo más de una tonelada ya sólo lo podrá lanzar a catorce centímetros de  sí. Por tanto, cuando Zenón empuje un platillo volador que pese 131  toneladas la arrojará a un milímetro de sus pies.

      “Cratilo. —Pero ese  impulso no será suficiente para echarlo a volar.

      “Teetetes. —Aquí es  donde, una vez más, querido Cratilo, tu incredulidad te hace  equivocarte; porque yo supongo que el platillo volador de mi ejemplo se encuentra al borde de un alto precipicio, en su equilibrio  sumamente inestable. Tanto, que mover un milímetro su masa sería  suficiente para hacerlo caer. ¿Ves ahora cómo, si Zenón puede arrojar  a setenta y cuatro metros un disco que pesa dos kilos, bien puede echar a  revolotear un platillo volador?

      “Cratilo. —Ahora lo comprendo,  Teetetes, y prometo no volver a dudar de tu lógica impecable. Hasta  la vista; voy a los baños a despejarme la cabeza”.

      González Avelar  dedicó un bello poema al deporte de caballo con arzones:

      Cuero,  metal, remaches, armadura

      y dos argollas para operaciones,

      llaman  así caballo con arzones

      al degollado rucio de piel dura.

      Alzo los  ojos a la noche oscura

      y adivino las mismas sinrazones

      en los  sabios que a las constelaciones

      atribuyeron nombre y estatura.

      Trono escalafonario que en el aire

      se muda en Clavileño o Rocinante

      según de cada atleta es el aliento

      y cuales su denuedo y el  donaire.

      Vamos a ver al caballero andante

      y a su molino girándolo  al viento.

       Atletario es el cuento de los Juegos Olímpicos.  Porque la Olimpiada también, a pesar de algunos atletas, es un arte  que puede contarse de mil maneras y formas.

      Por desgracia, el libro fue editado por una institución bancaria a un funcionario público para quedar bien con el político, no con los vientos culturales del país.

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Mi contribución para un nuevo Atletario.

Entrenamiento cotidiano

La nueva campeona olímpica de boxeo entrena a diario con su esposo utilizándolo como pera.

La jabalina arrojada fuera de casa

En efecto, como bien apuntara el caricaturista Alarcón, el verdadero lanzamiento de jabalina es efectuado por el celoso jabalí cuando, airado, lanza a su hembra al aire arrojándola a varios metros de distancia.

Récord inédito en la gimnasia

Bostezando, la gimnasta se quedó profundamente dormida en la barra de equilibrio logrando un récord inédito olímpico al no caerse nunca del aparato de ejercicios a pesar de moverse constantemente.

Sigla mexicana

Pese a no tener competidores en el ciclismo en pista de  motocross, México le ha dado nombre a esta rama olímpica con sus siglas BMX.

Breakdance en las calles

En el Eje Central de la capital mexicana se halla, sin duda, el campeón olímpico de breaking pero él no lo sabe. Su baile apenas es recompensado con unos cuantos pesos al día, es ignorado por el Comité Olímpico y el gobierno jamás lo alentará con una beca.

En los entretelones del triatlón

Participando en el triatlón una nadadora prefirió quedarse a jugar con el delfín que se encontró en el río haciéndose a un lado, sin martirizarse,  de la inútil competencia.

Halterofilia renovada

La novedad en los Juegos Olímpicos, esta vez, se dio en la halterofilia: los levantadores de pesas, en lugar de alzar material pesado de fierro viejo, elevaban con ternura a damas desnudas de acuerdo al kilataje señalado, habiendo damas regordetas de más de cien kilos para las pruebas definitivas de envión por encima de los hombros. En el caso de la competencia femenina, hombres desnudos son alzados con vigor por las poderosas atletas olímpicas.

Accidentes en el tenis de mesa

Durante el ping pong, tenis de mesa para la terminología olímpica, un jugador fue hospitalizado de urgencia al zambullirse violentamente una pelotita en su boca.

Misterio olímpico

Un clavadista, en el nado olímpico, se hundió en las tibias aguas de la alberca sin que nadie volviera a saber más de él.

Una ola salvaje en el futbol

Cuando la ola se efectuaba para festejar el gol de una selección olímpica, el estadio de futbol se inundó salvajemente suspendiéndose el partido de manera momentánea.

Fatales consecuencias

La esposa, iracunda, le dice a su marido el atleta olímpico que deje de contonearse como si aún estuviera compitiendo en la caminata.

      —¡Dios mío, qué bochorno, deja de moverte como mujercita, contrólate!

      La mujer, harta, lo pellizcaba además para que no se adelantara.

      En otro desgraciado convivio, el esposo trata de sujetar a su esposa que no deja de saltar sobre la cama en lugar de entregarse a su hombre. Las piruetas que ella realiza, en efecto, son sensacionales pero el marido lo que desea en ese momento es otra cosa.

      —¡Carajo, no estás ya en la gimnasia de trampolín! —se impacienta el hombre ante la imposibilidad de detener el ímpetu femenino.

      En otra intimidad, la mujer, al mirar por vez primera desnudo al atleta en la alcoba, suelta un llanto incontenible al mirarlo con detenimiento.

      —¡No tienes ningún tatuaje, eso significa que tienes más edad de la que me has dicho, maldito impostor!

      La bella mujer no deja de llorar ante la mentira del campeón olímpico, que rebasa ya las tres décadas, a diferencia de sus colegas jóvenes, todos tatuados con orgullo indecible.

Una flecha en el corazón

La hermosa mujer, herida de muerte, declaró que la flecha del último tiro del arco fue a dar directamente a su corazón, vaya uno a saber —y esto ya no pudo completarlo la dama al perder el conocimiento— con qué aviesa erótica intención del competidor olímpico.

Declaración popular realista

—No quiero oro, ni quiero plata, yo lo que quiero es romper la piñata —dijo el competidor olímpico mexicano en una juerga en París tras ser eliminado en la natación de sincronizado artístico.

Canotaje

En el canotaje olímpico, cumpliendo a cabalidad con la etimología del término deportivo, en el equipo mexicano todos los participantes eran canosos, hombres con el cabello enteramente blanco-

Insólita eliminación

En el salto de altura, contra todo pronóstico, fue eliminado en la primera ronda de clasificación el Hombre Araña.

Medalla de oro en clavados

Insólitamente, sin haber participado en una competencia olímpica, el Comité decidió, por unanimidad, otorgarle a la política mexicana en general un meritorio reconocimiento en la modalidad de clavados por equipo por esa fina manera de sustraerle el dinero al erario.

Lanzamiento de disco

Enfurecido, en su turno el atleta latinoamericano lanzó un disco de Luismi más allá de los setenta metros sencillamente porque no lo quería tener en su gratificante colección musical.

Apoyos gubernamentales

El juez central descalificó, airado, a un competidor que en lugar de bicicleta llevaba un patín del diablo aduciendo, el atleta, que fue para lo único que le alcanzó el dinero que le otorgó su gobierno, con impuesto incluido por supuesto para no generarle dificultades con la hacienda pública.

Confusión deportiva

El corredor de los cien metros planos se siguió de largo en la creencia de que competía en la maratón.

Música de fondo en la gimnasia artística

En su música de fondo en la gimnasia artística la competidora seleccionó a una banda grupera mediante un estratégico soborno mediático.

Tiro con arco

Ya lo sentencia el dicho asiático: no te metas nunca amorosamente con una coreana porque te puede flechar de inmediato.

De gallitos

“¿No que muy gallito?”, dice, iracunda, la amante del campeón olímpico en bádminton al mirar ella, decepcionada, su falta de ánimo en el amor.

Voleibol de playa

La pareja se encuentra enfadada. “¿Por qué mejor no sales de una vez desnuda a jugar?”, le reclama a la jugadora de voleibol de playa que acaba de ser contratada como modelo para tangas, quien mejor guarda silencio en la espera de un futuro mejor en su actividad deportiva.

Ciclista mexicano

El ciclista mexicano, prometedor medallista en la siguiente Olimpiada, se llevó por los aires a un peatón al pasarse, el deportista, un alto en el semáforo.

Fuera de los Juegos Olímpicos

El Comité Olímpico no considero apto, finalmente, el juego de las canicas como para incluirlo en sus múltiples actividades deportivas, de manera que el ilustre proponente, al mirar rechazada su formalidad, siguió ganando en la calle gritando salvajemente, metido de lleno en cada partido, ¡chiras pelonas mueres!

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Last modified: 6 agosto, 2024
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