*Alumnos de la Licenciatura en Ciencias Genómicas en clase.
El primer esqueleto de neandertal, identificado como homínido, pero distinto a humano, fue descubierto en el valle de Neander, en Alemania. Al mirar fotografías actuales de la zona, imagino el mismo bosque, pero hace 40 000 años; el río, cuevas y, sobre todo, grupos que conviven en una comunidad. Y esa comunidad tiene integrantes de todas las edades y géneros. Gracias a la genómica sabemos que los neandertales y los humanos no sólo coincidieron en espacio y tiempo, también se mezclaron. De hecho, nosotros tenemos un poco de neandertal en nuestra información genética.
Desde que existimos como especie somos seres sociales. Todas nuestras actividades se llevan a cabo en una comunidad y un contexto, y la ciencia no es una excepción. Tomemos como ejemplo la Licenciatura en Ciencias Genómicas de la ENES Juriquilla. Sus alumnos son afortunados, ya que se incorporan como los elementos más jóvenes al Laboratorio Internacional de Investigación sobre el Genoma Humano (LIIGH de aquí en adelante) de la UNAM, cuyos investigadores son sus profesores, por un lado, y también los adoptan en sus laboratorios y les ayudan a integrarse a la vida científica, guiándolos en el proceso de maduración que esto implica.
Así, supongamos que tenemos una alumna con curiosidad acerca de dónde venimos y cuál ha sido nuestra historia. Digamos, acerca de neandertales y la huella que dejaron en nosotros; mamuts y otros animales prehistóricos (que se pueden estudiar a partir de los restos encontrados durante la construcción del Aeropuerto de Santa Lucía en el Estado de México); o las causas de epidemias durante la conquista. Esta alumna puede acercarse a los grupos de paleogenómica, que estudian la información que se puede recuperar de restos antiguos. No es un proceso fácil, ya que el material se degrada y es necesario tener mucho cuidado con la contaminación de ADN moderno. Hay muy pocos laboratorios en México autorizados para manejar muestras de este tipo, y uno de ellos se encuentra en el LIIGH. Por supuesto, siempre en colaboración con arqueólogos y expertos en otras áreas.
La genómica nos permite ver lo invisible, ya sea en el tiempo o en el espacio, o por cuestiones de tamaño. A veces, cuando el organismo ya no existe, podemos aun así conocerlo, porque su información genética sigue allí, como en el caso de los restos antiguos. Otras veces, el organismo aún existe, pero no lo sabemos porque es microscópico y no lo podemos ver. Pero se puede tomar una muestra de un ambiente, aislar la información de macromoléculas e inferir qué puede haber y qué están haciendo. Por ejemplo, las bacterias en la imagen fueron aisladas del suelo, cerca de las raíces de plantas y bajo la influencia de estas.
Todos los ecosistemas del planeta están poblados por comunidades de microorganismos: bacterias, hongos, arqueas y virus. Gran parte del oxígeno que respiramos es producido por bacterias que viven en los océanos. Nosotros mismos somos un ecosistema para nuestros microorganismos: en nuestro intestino, en nuestra piel, por todos lados somos hospederos de comunidades diversas invisibles a nuestros ojos, y nuestras vidas no serían las mismas sin ellas. Son muy variables y estudiar su composición, las interacciones entre los integrantes y cómo afectan al individuo o al planeta abre un mundo de preguntas y posibilidades.
Sólo una pequeña proporción de microorganismos son patógenos, pero a veces los efectos de estos cambian destinos, como el SARS-CoV-2 nos lo recordó en los últimos años. En este caso, la genómica puede involucrarse en la comprensión de varios aspectos: la evolución del virus; desarrollo de metodologías que permiten crear medicamentos y vacunas; así como entender por qué no todos reaccionamos igual.
No reaccionamos igual porque no somos iguales. Las diferencias son pequeñas, todos somos humanos, pero no somos idénticos, ni siquiera genéticamente hablando. Pero, aunque lo fuéramos, no sólo es lo que hay sino lo que se expresa. Me refiero a lo siguiente: todas nuestras células tienen el mismo genoma (ignorando un detalle que se llama mutación somática). Pero una neurona y una célula del hígado son muy distintas. También está el factor ambiental, que en fenómenos complejos puede ser muy importante. Esto es, nuestras costumbres y nuestros hábitos, el ambiente en el que vivimos, la edad que tenemos. Genoma no es destino.
Así como no somos iguales biológicamente, también cada uno de nosotros tiene sus propios intereses, habilidades, sueños y circunstancias. Siempre me sorprende cuando veo a los egresados de la Licenciatura en Ciencias Genómicas y la variedad de temas en los cuales terminan trabajando. Partiendo de una base común de conocimientos biológicos, matemáticos, computacionales y un pensamiento científico crítico, los egresados trabajan en temas tan diversos como la comprensión de la célula o la evolución a partir de modelos matemáticos, neurociencias, regeneración, medicina, ecología y conservación, entre muchos otros. Una de las grandes satisfacciones como profesor es verlos crecer, madurar e ir encontrando sus intereses, preguntas y su propio camino en la vida.
La doctora Margareta Boege von Mentz es profesora en la Escuela Nacional de Estudios Superiores Juriquilla de la UNAM
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