Para muchas personas, el primer acercamiento al cine ha sido durante la niñez con producciones animadas de grandes estudios: un ritual de verano cuando los recintos comerciales se llenan de los nuevos estrenos para entretener al público meta. Las historias, realizadas por profesionales en la industria, son fantásticas y cautivantes, con personajes mágicos e inolvidables, con finales satisfactorios que conllevan algún mensaje positivo. La experiencia cinematográfica para las infancias y las adolescencias se remite a una fórmula infalible para butacas llenas y boletos vendidos.
En México existe poca producción audiovisual enfocada a niños y niñas, hecha para y por miradas jóvenes que también merecen ser reconocidas como audiencias que demandan propuestas variadas y representación de sus realidades en pantallas.
Según datos del Anuario estadístico de cine mexicano a cargo del Imcine, en el 2023 se realizaron 13 largometrajes producidos para niñas, niños y adolescentes. Las temáticas van desde relaciones familiares y de amistad, hasta valores e identidad, sin dejar pasar aventuras, personajes fantásticos y emociones propias de la edad. Vale la pena mencionar que sólo el 20 % de estas producciones fueron animaciones, lo cual rompe con el estereotipo de que este grupo de edad sólo quiere “ver caricaturas” y representa un área de exploración de formatos para ofrecer a estos públicos.
Por otro lado, de estas películas producidas el año pasado, sólo seis fueron estrenadas en complejos de exhibición comercial, lo que marginaliza su consumo y disfrute para públicos infantiles en muchas partes de nuestro país. Afortunadamente, existen proyectos culturales en centros comunitarios o salas independientes, casi todos de acceso gratuito, que ofrecen propuestas de proyecciones de calidad de diversos formatos para fomentar entre el público infantil el gusto por el cine.
Festivales de cine a lo largo del país también han integrado a su programación espacios dedicados a la exhibición de cine producido por y para la niñez y la adolescencia, complementando la experiencia con actividades lúdicas y diálogos abiertos. Tal es el caso de festivales de cine documental como Un, docs, tres por mí de DocsMx, Ambulantito de la Gira Ambulante y Chiquidoqu del Festival Doqumenta en Querétaro.
Poner a las infancias en el centro de la producción fílmica del país implica considerar el ejercicio de los derechos de la niñez en todos los rubros de la industria: desde los tipos de contenidos que se realizan, el acceso a la formación desde edades tempranas, hasta la exhibición y generación de espacios donde a niñas y niños se les permita asistir en colectivo, preguntar, jugar y tener la experiencia con la inocencia y curiosidad propia de la maravilla del cine. Acercar a las personas a la apreciación cinematográfica desde su juventud no sólo genera audiencias activas y ávidas de buen contenido, también impulsa ciudadanos críticos hacia las realidades que se (re)presentan en el cine.
Jennifer Margain Salvador es profesora del Departamento de Medios y Cultura Digital, en la Escuela de Humanidades y Educación del Tec de Monterrey Campus Querétaro
jmargains@tec.mx
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