En los siguientes días se cumplirá un año del inicio de la guerra entre Israel y la Franja de Gaza, un evento que ha acaparado la mirada internacional de una manera significativa. Si bien por varios momentos hemos encontrado tranquilidad en esa región, hay múltiples evidencias que sugieren que la situación continuará evolucionando a un conflicto de mediana duración. ¿Cuál es el escenario actual y qué implicaciones tiene para una posible resolución?
Aquel 7 de octubre de 2023 el mundo se volvió a paralizar al conocer los enfrentamientos entre soldados israelíes e integrantes del grupo Hamás. A partir de ese momento, muchos sabíamos que se avecinaba una serie más cruenta de ataques entre palestinos e israelitas. Pensamos, incluso, que por la gravedad del daño efectuado potencias podrían integrarse en el conflicto, como es el caso de Estados Unidos de América (EUA), o quizá Rusia y China.
Pero no fue así. Washington se mostró más interesado en seguir fondeando al gobierno de Volodimir Zelenski en su misión de defenderse de la agresión rusa, una guerra que le ha significado destinar muchos recursos a Ucrania, pero también la imperiosa e ineludible necesidad de ganar ante un rival como lo es Rusia. La Unión Europea, usual aliado de Israel, también condenó el ataque de Hamás y enfatizó la importancia de un alto al fuego y de una resolución pacífica del conflicto, como lo hicieron muchos otros agentes estatales en el globo. Sin embargo, así como se observó al otro lado del charco, Bruselas se concentró en mantener sus recursos para dirigirlos a la zona de batalla en la puerta este de la Europa comunitaria.
Así, Israel quedó desprotegido por sus aliados de antaño más fuertes. Los demás, de menor peso, si bien lo apoyaron en foros internacionales, también fueron cautelosos en evitar un respaldo totalmente abierto para Tel Aviv, sobre todo ante la crítica mundial de la evidentemente desproporcionada y cruenta reacción militar ordenada por el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, contra los palestinos de la Franja de Gaza, a pesar de que muchos no eran parte de Hamás. Cabe mencionar que esta operación de la milicia ha asesinado a miles de mujeres, hombres e infancias palestinas, dejando una marca indeleble en la historia de este país.
Por otro lado, la Franja de Gaza y los palestinos en general no han recibido apoyo de grandes potencias. Rusia que, por contrapeso, podría apoyarle, se encuentra en guerra con Ucrania, por lo que sus recursos siguen concentrándose en su flanco oeste. China, por ahora, sólo ha manifestado, como muchos otros países, la necesidad de una resolución pacífica del conflicto. De esta manera, los únicos agentes activos y con pleno respaldo hacia los palestinos han sido los estados árabes y musulmanes de Medio Oriente, particularmente Irán, que le ha estado ayudando de varias maneras en esta guerra.
En este contexto, si bien Israel y la Franja de Gaza mantienen una relación beligerante entre sí y sin apoyo externo de potencias, parece no ser un impedimento para continuar con este enfrentamiento que refleja el odio antiguo que hay entre ambas sociedades en al menos un segmento de sus respectivas poblaciones. Es claro que Netanyahu está demorando sus operaciones militares lo más que puede para que transcurran las elecciones en EUA y así obtener más apoyo de la Casa Blanca en caso de que gane Donald Trump, pero eso sólo significaría que la guerra continuaría. Por otro lado, Teherán tampoco bajaría las manos en este panorama, puesto que ya se ha enfrentado a Tel Aviv en el marco del conflicto bélico.
De esta manera, parece complicado, por decir lo menos, que se pueda establecer un acuerdo de paz entre ambas partes. Mientras que Hamás pelea por su liberación de la opresión israelita de décadas, Netanyahu pelea por sus ideales extremistas y salvar su gobierno ante su caída de popularidad. En resumen: la guerra sigue y, por ahora, como en el caso de Rusia y Ucrania, no se ve cómo pueda desescalar.
