HISTORIA: PATRICIA LÓPEZ NÚÑEZ/LALUPA.MX
La vida de Ana Karen tiene un vínculo especial con los caballos; con ellos, cambia vidas de familias enteras que viajan al municipio de Colón para recibir ayuda para sus hijos y de paso, encontrar terapias para la ansiedad y la depresión. Así, el Centro Ecuestre y Equinoterapia de Colón, certificado por diferentes instancias, se convirtió en un santuario para los animales y un hogar para personas que necesitan la ayuda y la sensibilidad de los equinos.
El trabajo de Ana Karen Montes Hernández la hizo ganadora del Premio Estatal de la Juventud 2024 en la categoría B de Labor Social. En el mismo centro, que hace unos años era apenas un sueño, capacita a niñas para competencias, rehabilita a caballos y brinda terapias a bajo costo o completamente gratuitas para ayudar a niñas y niños, pero también a sus madres y padres que luchan por ver mejoras en sus hijos.
“Me gustaría tener más apoyo para que esto crezca, quiero un proyecto integral que me ayude a dar más becas, buscar patrocinios o padrinos para los caballos y niños. Este proyecto no puede parar porque los caballos no dejan de comer ni un día y necesitamos llegar a más niños. Somos deportistas, también tenemos un equipo de niñas que compiten en la carrera de barriles, una niña fue campeona estatal, otras campeonas regionales y queremos que más gente se dé cuenta de cómo podemos ayudar y que los caballos son más que animales que curan”.
Contadora fiscal de profesión, Ana Karen siempre sintió una gran conexión con los caballos. Empezó a montar cuando era muy pequeña, porque su papá era charro. A partir de un accidente, la familia vendió sus caballos, pero consiguió uno cuando cumplió 15 años. En 2014 empezó a competir en las carreras de barriles, una disciplina del rodeo estadounidense y en 2018 empezó a dar clases para entrenar a algunos niños para competencias.
Ese mismo año, la Asociación Nacional de Caballos Barrileros (NBHA, por sus siglas en inglés), la nombró vaquera del año y en 2020, durante la pandemia, se especializó en equinoterapia, para ofrecer este servicio en el municipio de Colón.
“Regalaba mis terapias para ayudar a los niños. Es importante que reciban atención oportuna a partir de sus diagnósticos, pero en el rancho donde estaba me dijeron que ya no podía estar ahí, así que me fui a un lugar donde no había nada y entre todos los papás que alguna vez recibieron becas, familiares y amigos me ayudaron a abrir el lugar donde estamos hoy: el Centro Ecuestre y Equinoterapia de Colón”.
La apertura se hizo a toda prisa porque tenía siete caballos en el rancho con el que colaboraba y pidió tres meses para desalojar. “Empezamos a levantar bardas, a pintar, decorar, construir caballerizas y empezamos el rescate de caballos, animales que estaban en malas condiciones y me llegaban de diferentes partes de México, de Zacatecas, así que tenía el gasto de construir, de sostener a los caballos y regalaba las terapias, pero me sostenía de las clases de monta que eran muy poquitas”.
A lo largo de un año, el Centro Ecuestre consiguió las certificaciones necesarias y hoy brinda terapias a muy bajo costo o con becas al cien por ciento, ya que “una terapia promedio cuesta 600 pesos, con nosotros es de 300 pesos sin beca, o de 50 o 20 pesos o no cobramos”.
Caballos contra la ansiedad y la depresión
Ana Karen subraya que hay situaciones urgentes que se pueden atender con la ayuda de los caballos, como la depresión y la ansiedad, que son enfermedades silenciosas y muy agresivas. En su experiencia, las mamás de los niños que reciben equinoterapia viven con ansiedad y depresión, así que les pide que también suban a los caballos.
“Las invitamos a que acudan también a las sesiones, porque las mamás y los papás van a atender a sus hijos con alguna condición, pero también se ven afectados y necesitan acompañamiento, eso se ve poco y hay ocasiones que las mamás se culpan, que sufren porque no encuentran los medios. Muchas veces vienen adultos que se dan cuenta de que esto sirve y a veces también son becados, porque hay gente que para venir toma un camión a las 4 de la mañana, como de Fuenteño, que está por arriba de El Zamorano, es hora y media hasta Colón y no hay transporte”.
Actualmente da 200 terapias por mes, así que no hay día de descanso. Para ayudar a sostener este proyecto, Ana Karen también da clases de inglés y mantiene las clases de monta, pero busca otras opciones para abarcar a más personas, porque “si apoyamos a 30 niños podríamos llegar a cien porque es un proyecto muy bonito”.
Los cambios con la equinoterapia son evidentes y aunque una persona llegue, por ejemplo, con mucho dolor o temblores, reciben una sensación de bienestar, además, los padres ven a sus hijos bien y eso los hace moverse desde otros lugares, como la sierra de Querétaro y hasta de Michoacán.
Al ver ese impacto y al agradecimiento de la gente, suele pensar en todo lo que podría hacer si contara con más apoyo, porque “no es nada más el bienestar de la gente, sino que están agradecidos y ya no ven a los caballos nada más como un medio de carga o como un deporte, sino como terapeutas porque se dan cuenta de que sanan y empiezan a tratar mejor a otros animales”.
Por eso, otro eje del Centro es el rescate de caballos que mucha gente dona para terapias o ella misma pide comprarlos cuando los ve muy lastimados. “Me los traigo y los tengo bien bonitos. Siete caballos son míos, y en el centro tenemos 13 caballos y otras cuatro yeguas preñadas, además, estoy en espera de la donación de otro caballo para terapias. Los caballos son especiales porque tienen que ser sensibilizados y que sean tranquilos, de preferencia adultos”.
Personas y animales, el corazón del Centro
El proyecto de Ana Karen cuenta con el apoyo de muchas personas, pero al que más le agradece es a Don Chuchito, su trabajador principal y el que más se involucró en la apertura del Centro. “Siempre ha estado ahí con los caballos. Él también vivía con depresión, perdió a su esposa, tiene problemas en un ojo, tuvo cáncer y es mi mejor amigo”.
De los caballos de terapia, resalta a “Cascarón”, un caballo de arado, que si bien nunca fue víctima de violencia, trabajaba mucho. Cuando llegó al Centro, “reparaba y era malo con la gente. Inicialmente me lo prestaban, el segundo año se lo llevaron a arar las tierras y lo regresaron. Cuando estaba allá no quería comer porque estaba muy cansado y pedí que me lo vendieran. ‘Cascarón’ ya es nuestro y es el terapeuta estrella, sobre todo entre las personas con déficit de atención y autismo. A ‘Cascarón’ todos los niños lo quieren mucho”.
Otro caballo es “Valentín”, quien acaba de integrarse al Centro. Tenía la espalda muy lastimada y cinco vértebras infectadas. Contaba apenas con cinco años cuando se sometió a varias curaciones. Hoy, ya empezó a ayudar a niños. “Es súper noble, está muy agradecido y quiere vivir”.
“Valentín” fue un regalo de una persona agradecida por las terapias para su hija. El caballo tenía la espalda abierta pero fue todo un reto, sobre todo por el costo de las atenciones. “Era una pasmada de mucho tiempo y mal cuidada, con las vértebras infectadas. La pasmada es cuando al lomo del caballo le ponen mal la montura y talla y se abre, pero el dueño nunca se dio cuenta de que fuera tan grave ni yo cuando llegó, hasta que lo revisó el veterinario. Lo tuvimos que operar”.
“Cabo” es un caballo de competencia, cuarto de milla, el segundo que Ana Karen compró con su dinero y aunque compite con él, también ayuda a dar terapias por su temperamento. Todos los caballos, dice, son hipersensoriales, así que esa sensibilidad a flor de piel les ayuda a entender a los demás.
“Son animales que cuando se sienten amados y queridos son muy agradecidos y con los niños saben cuando están curando, pues se comportan distinto con éstos. Con ellos hacen una conexión, una amistad, no necesitan palabras, y los menores llegan y le dan de comer a los caballos, les dan zanahorias, les dicen que los quieren mucho y los caballos responden, porque un caballo ve tu interior, si alguien te conoce por dentro, es un caballo”.
K’oto. Un pequeño salto para el chapulín, un gran salto para México. ¡Felicidades!