Uno de los grandes aciertos políticos del expresidente Andrés López fue, sin duda alguna, su forma de comunicar.
El político tabasqueño sustentó este ejercicio en la idea de hacer llegar su mensaje al grueso de la población. Aunque suene obvio decirlo, apostó a conectar con las masas mexicanas por encima de la mal llamada “clase política”.
Durante su mandato y mucho antes, en su eterna campaña política por la presidencia de 12 años continuos, siempre se dirigió al pueblo, tal cual.
Usaba el lenguaje común, recurrió a múltiples refranes populares para darse a entender; explicaba las cosas o problemas de una manera simplista y así también las “resolvía” con una palabra, con una afirmación o incluso, con una votación que pedía a la gente reunida en sus mítines o asambleas.
También por eso, al pedir su opinión mediante el voto “a mano alzada” le daba valor a la gente, la hacía sentir tomada en cuenta y con decisión en el gobierno… lo que nunca hicieron los gobiernos priistas y panistas.
López Obrador construyó un sistema eficiente de comunicación con la gente que le interesaba que recibiera su mensaje. A ella la convenció de que él era quien la salvaría, quien la sacaría de la pobreza, le daría bienestar y, de paso, acabaría con los malos gobiernos para beneficio de las masas.
La “mañanera”
Una de sus herramientas fundamentales para alcanzar estos objetivos fue la conferencia de prensa que bautizó como “La mañanera”, que se constituyó en cotidianas largas peroratas del presidente en las que abordaba lo que él quería, de la manera en que él decidía y con el “análisis” que determinaba.
Los temas coyunturales, los que podrían causarle negativos, los hacía a un lado.
Diariamente establecía, en este espacio matutino, la “agenda mediática” y provocaba que los medios de comunicación difundieran sus dichos, sus ocurrencias y hasta sus mentiras.
Y entonces lo confrontaban. Lo acusaban de mentir, de no cumplir sus compromisos, de no frenar la corrupción, de no combatir la delincuencia y la violencia…
Pero como su discurso y el dinero de los programas sociales llegaban directamente a la gente, sin intermediarios y por primera vez en sus vidas, la visión de muchos de los beneficiarios fue positiva hacia el presidente López, a pesar de las inconsistencias de su gobierno y de las dificultades que el país enfrentaba.
Con los programas sociales construyó la gratitud de la gente, la imagen de ser un buen gobernante y una realidad ficticia de combate a la corrupción. Incluso, hay quienes piensan que en varios sectores de la sociedad es considerado una especie de mesías.
La nueva realidad
Ya en el ámbito electoral, su estrategia fue vincularse con Claudia Sheinbaum Pardo, en una especie de trasmisión de esa idolatría que gestó, a fin de lograr la votación suficiente para ganar la contienda de junio pasado.
Hizo una gira por el país acompañado de la candidata (después presidenta electa) para “heredar” ese sentimiento que él generaba entre la gente.
Ahora, la presidenta Sheinbaum ha adoptado varias actitudes que caracterizaron a López Obrador (¿parte de la herencia?) como continuar con la exitosa estrategia de las conferencias “mañaneras” o como el hablar siempre a nombre “del pueblo” y condenar o estigmatizar a sus “oponentes”.
Esos “oponentes”, los partidos de la oposición se encuentran en su expresión más mínima, antes de la desaparición.
De manera desesperada, en algunos de los gobiernos que aún les quedan han “adoptado” parte de estas estrategias, como (ahora sí) hacer conferencias de prensa (“mañaneras”) para informar (antes de Andrés Manuel López, no era una acción destacada).
Futuro incierto
Lamentablemente esos opositores no han querido entender que si no cambian de actitud (no solamente de acciones cotidianas); que si no voltean a ver a la gente o si no abren sus partidos a la población, México se enfilará a la reedición del país de un solo partido político.
De paso, perderán los pocos gobiernos que siguen en sus manos.
Juan José Arreola de Dios
Periodista / Comunicación Política
Twitter (X): @juanjosearreola