Lo excesivo de un poder es que se enclave en las vertientes de la pasión; que vaya perdiendo en el horizonte su perspectiva de verdad por defender a ultranza su creencia. Y lo peor, lo denigrante en todos los sabuesos que roen el hueso que les tiran para que engañen a los pueblos con su intelecto. Y ya en ese camino ir dejando en el olvido, que trazan por medio de escribir sus historias, tantas de ellas que todos terminan en creerlas.
Así, en los momentos de mayor desprecio por un artista, por el solo hecho que resulta de sensibilizar y dar entre las llanuras de la metáfora tragos de verdad, de esa que esconden tras los bolsillos ciertos periodistas, comunicadores e intelectuales. Todo por manifestar su pensamiento libre, pero este ya hecho de gran cordura y sopesando la vileza de la realidad a la que se enfrenta; sí, frente a frente ante ella, al Poder Omnímodo, representado por las huestes del imperio, por la subyugación de un Capitalismo atroz y de una Oligarquía que menosprecia a las mayorías. A ellos, a ellas, sus compañeros suelen mirarlos de reojo, si bien les va, pero la mayoría prefiere alejarse para no mancharse y le quiten privilegios.
Así, de esa forma, le tocó vivir en carne propia y ante sus huesos –bueno, sus restos aún siguen perseguidos o extraviados por poner un jardín para un pomposo “pintor” colombiano que no lo deja descansar– a Vargas Vila, el odiado, al que lo menospreciaban porque decían que su fealdad era inigualable y que las mujeres rechazaban, pero más allá de esa construcción de falsedades, él fue un panfletario sin medida de hipocresías. Mil veces un texto panfletario que las rosas ocultan esa, su raíz de la verdad. Sus novelas, cuyas coloridas portadas inflamaban el hígado a sus detractores: Flor de fango, Aura, María Magdalena, Ibis, entre muchas otras. No se diga ya las historias ahí contadas.
Es innegable que sea la propia realidad aquella que te va lacerando, que te arrincona entre los pliegos de su propia escritura, que te conduce a que se entiendan las tesituras y aristas de cómo soportarla, o de plano que te permita sobrevivir entre tanta injuria. La escritura, siendo el medio de comunicación de mayor enseñanza, pensamiento y ser persuasivo para comprender el entorno del que nos vemos rodeado, se vuelca por su lector. Está estacionado en la obra de Vargas Vila.
Siempre uno debe escribir a rajatabla, sin pedir el permiso necesario para ir surcando en la hoja del papel o detenerse para controlar las palabras; ante estas dos posturas se vislumbra, aunque uno termine desbocándose, lo lleve la nave de la desdicha y caiga rendido ante la escritura de un gran maestro de la diatriba y del panfleto, ante Vargas Vila.
Sé que a muchos les causa una especie de salpullido ante los trajes deshilvanados de su literatura. Así fue la vida de José María Vargas Vila (1860-1933), escritor colombiano, el más odiado por los dictadores, oligarcas, escritores, la iglesia católica y, no sólo de aquellos años, se podría decir que hasta estos años se le sigue menospreciando y se le coloca en la medianía. Su obra es amplia, abarcó historia, política, arte, aforismos, poesía, novela, cuento y sus memorias, que requieren escribir varios capítulos, porque esa historia, junto a decisiones políticas, nos lleva a realizar todo un escrito de novela policiaca, en el que está involucrado Gabriel García Márquez, en su negativa para que se dieran a conocer.
Ahora me estaciono en sus libros de aforismos. Aunque Vargas Vila no los menciona como tal, poseen toda la estructura, la ironía y la desolación de esa sonrisa que te conduce a quedar helado.
De su libro Huerto agnóstico, cuya primera edición publicada por la Librería de la Viuda de Ch. Bouret, en 1912 –libro que tengo en las manos–, extraigo estos aforismos:
- “Un Dictador, no es nunca su Amo: es siempre un esclavo coronado”.
- “El Mar, como la Vida, no tiene de bello sino su inestabilidad; y, ella los salva de la Corrupción y de la Monotonía”.
- “La Anarquía, que no reside en el Pensamiento, no es la Anarquía, es, el Crimen, desnudo de toda grandeza”.
Muchos dicen, con un dejo de verdad, que Vargas Vila fue un escritor ácrata. Le temían todos al fusil de su escritura, no deja en el aire nada, todo sin consideración lo destazaba; a los aduladores y aquellos cercanos al poder, ya tan acostumbrados a la sumisión y la vida holgada, les punzaban los escritos de Vargas Vila.
Él tuvo amistad con Martí, a quien le escribe varios textos. Ambos son considerados escritores panfletarios:
Yo le amo a usted la palabra rebelde y americana, como hoja de acero con puño hecho a cincel, con que cruza las espaldas sumisas o los labios mentirosos: yo le amo la hermandad con que se liga usted, en este siglo de construcción y de pelea, con los que compadecen y sirven al hombre, contra los que lo encapotan y oprimen: yo le amo la perspicacia y ternura con que miró usted, en la fuente de toda mi energía que es la piedad infatigable de mi corazón.
Del libro Cuba, Martí y Vargas Vila
Vargas Vila estuvo en México en 1924 y, por supuesto, ningún intelectual le abre sus brazos, sólo recibe aplausos del pueblo.
Gracias..
Me queda el antojo de leer a Vargas Vila.
La publicación me atrapó.