Autoría de 4:06 pm #Opinión, Armando Mora - El Ardiente Rabo

Diego Armando Maradona: El Aforismo ante el futbol – Armando Mora H.

El balón está en medio de la cancha solo, no hay nadie, muchos saben pegarle, pero muy pocos pueden llevarlo a crear una obra maestra, sólo los genios.

Como una suerte de melancolía es tu cadera, esa cadencia que me da respiro para girar entre milongas, este rincón mío, en cuyo silencio me da la Balada de un Loco, ya el balón está clavado en aquella sonora banda del gol.

No era el cuerpo desprendido de aquel balón, eso es impensable, una jugada de un genio, que lleva clavada la espina, una espina que lleva flores caídas, el Tango en sus pies, así era Maradona.

De la cadera nace aquella melancolía que está en el ambiente, se tiñe de abandono y soledad, de traición y vodevil o el simple burdel; de aquel amor a raja tabla, la mujer que traiciona y del hombre que se ahoga entre fangos de placer, así se vive desprendiéndose de uno mismo. Pero nadie entenderá aquel llanto que traía clavada la voz desde la infancia, de aquellos bailes, cuerpos en vilo arrastrados por la música, al final se dio cuenta que era el Tango. Así, Diego, el Pelusa, le habita en sus entrañas, para nunca abandonarlo, quizá el deseo se le desbordó sin poder controlarlo, el balón ya estaba en juego. Nació en 1960 en Dique Luján, Argentina, es considerado uno de los tres jugares cuya genialidad rebasa por mucho a los demás en la historia del futbol, junto con Pelé y Messi.

A primera vista veo a Maradona sentir esa pasión y cultura que trae su pueblo, pero en un arranque de amor se encontró que el balón, sí el balón de futbol, era su reclamo, era la lágrima por decir simplemente: “El día que me quieras”. Así vibró, con esa “luz del cielo”, Diego Armando Maradona, y quizá uno no pueda entender ese amor y endiosamiento por él, es un tema de historia de los propios argentinos. Ellos cargan muchas y constantes luchas, pues al pueblo lo han lacerado con sucesos de traiciones y dictadura; los ha marcado, pero también de hombres y mujeres destacados en cualquier área del conocimiento. Los argentinos han hecho nacer héroes o heroínas, para bien o para mal, asestados por un verso que mira por ellos, que sienten que los arropa y, posteriormente, lo pueden abandonar o idolatrar.

Mirar a Maradona a lo lejos nos puede dar pensamientos encontrados y no se puede entender si dejamos a un lado su cultura. Las pasiones más escondidas son las que lleva entre sus trazos la belleza de su conducción del balón; mirarlo, quizá sólo lo he visto en Pelé y Messi, es danza pura, el cuerpo se retrae para dejar el paso del balón, que es su pareja, con la que recorre cada trama de su juego, de su pista de baile, y cuando se detiene, por algunas milésimas de segundo, se le ahoga el estómago a quien los mira.

Maradona cambia el ritmo del futbol porque es su sangre, su barrio, su país, y al dejar, no una faceta de jugador, sino más bien de un tanguero, da la vuelta al mundo como si contuviese entre sus piernas aquellas exhalaciones del bandoneón. Diego no llegaba a un escenario para dar una función, eso es llevarlo a algo ya escrito; muy al contrario, siempre salía como si estuviese ante una hoja en blanco y tuviera que morir cada vez que tenía que escribir aquel poema que le apretaba el pecho, que le angustiaba; quizá por eso muchas veces su pensar no estaba, en apariencia, en el partido, porque él estaba en el soneto, más bien ante la portería contraria.

Maradona no era un futbolista, era un creador de futbol, de lo imposible hacía el trazo perfecto.

Maradona siempre iba adelante, porque había dominado el tiempo, y los contrarios iban en pasado.

Maradona jugaba haciendo música de oído, no necesita más, era la voz de su pueblo. 

No importa si era mano o no, en aquel día Maradona hizo apagar el infierno con el que caminaba un país devastado en su amor y orgullo.

Maradona, el Pelusa, quizá no lo veía así, pero la cancha de futbol era el sitio de aquella música que trastoca el alma argentina y, mediante su baile, el Tango, ese respiro de pasión, dolor, abandono, donde la identidad se fraguaba de aquellos misteriosos juegos de los cuerpos donde nació entre canciones, bailes y la vida en los barrios bajos; ese era el toque de magia que traía, inexplicable, que lo hacía ahogar todos los sitios de su vida: en el futbol y la política.

No importa que al Tango se le vio en su nacer como un baile pecaminoso, su sitio eran los prostíbulos, porque ahí, en ese sitio, se respiraba sin cortapisas el ser humano sin hipocresía.

Soló entre genios se pueden hacer homenajes: Messi lo abrazó en su partida, trazando y realizando a todo vapor regates entre las nubes, al ejecutar la misma jugada que, muchos años atrás, Maradona estampa con genialidad en las redes; Messi le brindó con la misma copa que beben los dioses.

Maradona nunca escondía el balón, al contrario, lo exponía ante sus contrarios para de esa manera llevarlos a su terreno: el hipnotismo.

Los regates de Maradona son una obra única e indivisible, nadie podrá igualar su trazo perfecto, es simple, él respiraba obra de arte.

Maradona era como un escritor, no necesitó de escuelas, academias o talleres, es simple, la vida lo empujó, él simplemente entendió el mensaje.

(Visited 13 times, 13 visits today)
Last modified: 26 noviembre, 2024
Cerrar