De manera silenciosa, sin realizar manifestaciones o protestas frente a la sede del gobierno local, miles de peatones en la capital queretana padecen, diariamente, la insuficiente infraestructura vial para su desplazamiento.
Me refiero, por supuesto, al grave déficit que manifiesta la metrópoli queretana en banquetas e infraestructura que facilite el desplazamiento ágil y seguro, “a pie” por diversos puntos de la ciudad.
Desde el gobierno municipal que encabezó Marcos Aguilar Vega (2015 – 2018) y del estatal que presidió Francisco Domínguez Servién (2015 – 2021), una parte fundamental de los discursos oficialistas en tratándose de la movilidad se ha enfocado en mejorarla.
Y en nombre de esa movilidad desde entonces y hasta la fecha, presumiblemente se han realizado acciones para mejorar los desplazamientos de la población en la urbe estatal.
Sin embargo, estos esfuerzos han sido desequilibrados, desiguales o inclinados hacia una opción en particular que no ha sido la del viandante.
¿Y las banquetas?
Sin duda alguna, por ejemplo, se ha avanzado en el mejoramiento del transporte urbano de pasajeros con la construcción de carriles confinados, el rediseño de rutas y la instalación de estaciones de ascenso y descenso.
Sin embargo, la infraestructura fundamental, la base para impulsar la “pirámide invertida” de la movilidad que es la que forman los peatones, se encuentra, para decir lo menos, estancada.
La mayoría de calles del Centro Histórico cuentan con banquetas sumamente estrechas por las que solo puede transitar una persona a la vez. Dos no caben y menos una persona en silla de ruedas. Esta condición obliga a bajarse de ellas para caminar sobre el arroyo vehicular arriesgándose así la integridad física.
Los gobiernos locales se han negado a crear grandes zonas peatonales en el centro de la ciudad o, por lo menos, a implementar una zona 30 (máxima velocidad para vehículos motorizados de 30 kilómetros por hora).
Los automóviles particulares continúan siendo los “amos y señores” de las callejuelas céntricas a riesgo, insisto, de los peatones. Hay conductores que llegan al extremo de querer estacionar justo frente al lugar al que van, como si en el caminar algunas calles les fuera la vida. Pero los gobiernos nada dicen (o hacen) al respecto.
Las últimas administraciones gubernamentales han invertido grandes cantidades de dinero del presupuesto público para mejorar las vialidades a fin de que la circulación vehicular sea más ágil, ligera y placentera.
Contrariamente se han olvidado de los peatones en el cruce de varias de esas calles. El Boulevard de La Nación, al norte de la ciudad, no cuenta con un solo semáforo para permitir el cruce de las personas que caminan, entre Pie de la Cuesta y Sombrerete.
Curiosamente, el camellón central de ese tramo es un parque lineal al que cientos de vecinos concurren para ejercitarse, poniéndose en riesgo al cruzar dicha vía.
La avenida Constituyentes, frente a la Alameda Hidalgo cuenta con un semáforo peatonal… que dura menos de 25 segundos en verde para que los caminantes pasen de una a otra acera. Una persona en silla de ruedas o mayor de edad no alcanza a cruzar.
Llamado a la comprensión
Hay que llamar la atención de las autoridades gubernamentales y dejarles en claro que la movilidad tiene como base al peatón seguido del ciclista, pues en su visión, ambos “personajes” no son prioridad. Apostaron por el transporte público, que es fundamental, pero lo hicieron a costa de los dos anteriores.
En su “planificación” no hay ―hasta el momento― un vínculo entre estos tres elementos y, por el contrario, pareciera ser que es el vehículo particular el que se coloca, erróneamente, en primerísimo lugar.
Ojalá que la comprensión aterrice en el Centro Cívico y en la Casa de la Corregidora para que se corrija y se replanifique; se entienda que debemos fomentar el caminar en lugar de impulsar el auto particular; mejorar la seguridad ciclista y el transporte público y frenar el “imperio del automotor”.
Juan José Arreola de Dios
Periodista / Comunicación Política
Twitter (X): @juanjosearreola