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No hay sino dos modos de hacer periodismo: bueno y malo (no corto y largo). Y, como para no soslayarlo, uno tercero, acaso el más socorrido o recurrente: la medianía (no “descansado”, o “ligero”, o “light”, o “entretenido”). Porque el periodismo se ejerce sólo de una manera posible: elaborándolo con atingencia, con esmero, con sabiduría, ya sea en el papel, en una cabina radiofónica, en un estudio de televisión, en un portal de la web. Porque la prensa es prensa desde su prodigiosa invención, o la literatura lo es desde el inicio del lenguaje escrito: ¿alguien puede imaginarse a Dostoievski sintetizar en mil quinientos caracteres su portentosa historia de Crimen y castigo o a Balzac tratando de abreviar en ciento cuarenta caracteres sus relatos de la condición humana?
No es cierto, como ahora se quiere hacer creer debido a la indulgencia esnob de los soportes digitales (el consumismo, en efecto, es capaz de establecer nuevas reglas culturales en bien del voraz empresariado que se asigna para sí, de inmediato, los categóricos avances de la tecnología), que el periodismo sufra en su base una transformación de acuerdo al medio en que se trabaje. Se dice hoy, y con tanta sonoridad que incluso hay quien lo cree a pie juntillas, que la prensa se ejerce ―o debiera ejercerse― de una forma distinta, que los jóvenes la leen de una forma diferente, que los viejos moldes en su quehacer cotidiano están siendo, o ya fueron, rebasados.
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Lo que ha cambiado, sin embargo, no es el ejercicio periodístico sino la costumbre de leerlo. Es decir, los métodos de su lectura en la actualidad son otros, donde la lectura es desechada, o pospuesta, o indiferenciada, para otorgar prioridad a la síntesis apresurada, cristalizando de paso la victoria del leedor (el que mira por encimita), según el planteamiento de Pedro Salinas (Madrid, España, 1891-1951), no del lector (el que se introduce en lo leído). Lo que está radicalizando la costumbre de la lectura de la prensa no es el ejercicio en sí periodístico, sino el envolvimiento práctico, globalizador, impactante, mediatizador, de la estrategia de la industria electrónica: no eres joven hoy si no recurres a tu soporte digital, no eres joven hoy si no subes cualquier foto en tu feis para ratificar tu existencia, no eres joven hoy si no chateas para decir qué desayunaste, no eres joven hoy si no comunicas cómo te divertiste, no eres joven hoy, en suma, si no te actualizas en el organigrama electrónico, la compañía idónea en la soledad más absoluta.
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¿Qué importa más: tener cultura o estar al día, ser verdaderamente informado o permanecer vigilante de las minucias, generar debates sociales o estar pendientes del próximo meme que articule con gracia la noticia del día, la investigación profunda de un suceso o la reiteración dramática mas inamovible del acontecimiento, la difusión de los pensamientos múltiples o la veleidad de los sentimientos ajustados a los horarios triple A, la ira desatada o la cabal reflexión?
Por eso ahora, ante la falta de un verdadero asidero teórico, se habla, cuando no se puede explicar lo evidente, de “periodismo especializado” (entiéndase: el periodismo que no sigue las modas, el que no recurre a los lugares comunes, el que no difunde los arbitrios y las inducciones de la industria mediática) cuando todo el periodismo es especializado, de otro modo no sería un oficio sino una improvisación, una aleatoriedad, un dechado de ocurrencias, una suerte de accidentes fructíferos, una aguja en un pajar.
Por algo en México la política es corrompible: porque cualquiera puede alcanzar la canonjía de revestirse de político, ¡al grado de que un hombre como Vicente Fox Quesada consiguió colocarse en el pecho la banda presidencial!
Ciertamente no cualquiera puede ser un político, porque para practicar la política es necesaria una especialización: al final de la película Ratatouille el mayor crítico francés de la gastronomía dice, con acierto ineludible, que no cualquiera puede ser artista, pero sí un artista puede provenir de cualquier estrato social si posee el don y/o lo afina para ello. No cualquiera es periodista (aunque en la práctica cualquiera puede aparentar serlo, acceder a una credencial que lo acredite para serlo), pero especializándose ―con preparación, con ilustración, con estudios, con dedicación cultural― el periodista puede surgir en cualquier momento, diestro o no en soportes digitales, educado o no en concepciones electrónicas, gustador o no de las pantallas electrónicas, siempre, sí, regido por y en las letras, riguroso en su ética, vigilante de sus observaciones, cuidador de sus decires, nunca falsario de sus palabras.
AQUÍ PUEDES LEER TODAS LAS ENTREGAS DE “OFICIO BONITO”, LA COLUMNA DE VÍCTOR ROURA PARA LALUPA.MX
https://lalupa.mx/category/las-plumas-de-la-lupa/victor-roura-oficio-bonito
Hay muchos en el medio de comunicación que se dicen periodistas, incluso con estudios en la materia, pero han pervertido su carrera al grado de sólo obedecer a quienes los financian para atacar y tratar de debilitar a sus opositores, sin embargo y afortunadamente los hay íntegros, verdaderos profesionales a los que la sociedad les agradece su labor.
Hola, necesito ayuda para poder contactarme con Víctor Roura.
Soy estudiante de Ciencias de la Comunicación de la UAM y me complacería presentar una entrevista con el, como proyecto final.
Agradezco cualquier información.
Comunícate al whats 4423767273. Gracias