Sin ellas, habría quedado trunca, con una carraspera que te hace tambalearte, la historia de los impresos de los siglos que nos preceden, no tendrían madre.
Sin la visión, paciencia, tenacidad de las mujeres, viudas, hijas, sobrinas o de aquellas trabajadoras en los diversos talleres de imprenta no hubiese sido posible tener la calidad de impresos que nos han llegado hasta nuestros días.
La imprenta llega a España con el albazo de la insostenibilidad de su proceder, no se establece en Madrid, sino que llega encumbrada a Segovia en 1472, quizá procedente de Italia, donde se asentaron diversos talleres. Con la triste verdad de años que le preceden, una demanda a cuestas realizada por su socio Johann Fust deja en la profunda miseria y con un grado de tristeza a su inventor, que aún hoy existe la polémica de si fue él o ya años antes los holandeses habrían realizado impresos con tipos móviles (aunque en China se ya realizaban muchos años atrás impresos). Pero a Gutenberg se le debe su gran tenacidad e, investigaciones, que le permitieron una y, otra vez, estar ante los dilemas de obtener una hoja impresa cuyas características, en un primer trazo fueran similares a la mano del escribano, por eso su Biblia de 42 líneas está con tipos góticos, imposible de su lectura, para nosotros, lectores difuminados en emporios editoriales. La difusión del invento, como la fuga de muchos trabajadores para integrar nuevos talleres ante la inminente ascensión del “Nuevo Arte de la Imprenta”, se esparció por toda Europa. No resultó de fácil aprendizaje, porque para que un taller de Imprenta tuviese funcionalidad se tenía que poseer, entre muchas cosas, por ejemplo una fundición de tipos móviles, pero éstos para el próximo lector, debía poseer el diseño que permitiera de una lectura entendible, con espacios y de su propia gramática.
Ante estas circunstancias del mundo del libro le toca vivir a Miguel de Cervantes Saavedra al querer dar a la luz el Quijote, cuya primera parte y edición sale en 1605 bajo el nombre del Taller de Juan de la Cuesta. Juan de la Cuesta quien al fallecer Pedro de Madrigal, dueño de una de las mejores imprentas de aquellos años, se asocia con su viuda María Rodríguez Rivalde. Al poco tiempo, Juan de la Cuesta, se casa con la sobrina o su hija, María de Quiñonez. Lo que no se tiene claridad, es porque Rivalde le proporciona los derechos para que los libros impresos del Taller llevaran su nombre, Juan de la Cuesta. Cervantes por medio del librero Francisco Robles que mantenía una fuerte amistad con la familia de Cervantes, encarga a Juan de la Cuesta la edición Príncipe del Ingenioso Hidalgo, Don Quijote de la Mancha. Ya en la portada se estampa el nombre de su impresor:
Con Privilegio, en Madrid Por Juan de la Cuesta 1605.
Aunque esta edición se caracteriza por poseer una cantidad enorme de errores y erratas tipográficas, hecho con un papel malo y amarillento (comentario a la edición del Quijote por Justo García Soriano y Justo García Morales para la edición de editorial Aguilar 1965, décima edición), de forma inmediata causó gran conmoción entre algunos lectores, que esperan con fervor leer la segunda parte. Pero la segunda parte es encargada a la misma imprenta, la de Juan de la Cuesta.
Pero sucede que Juan de la Cuesta en 1607, se va de Madrid dejando a su esposa embarazada. Aunque no hay datos de la exactitud hacia dónde parte y para qué, pero lo que es innegable, es que para la impresión de la Segunda Parte del Quijote, él no la lleva a cabo, aunque su nombre resalta como el impresor, es decir el pie de imprenta. Lo más seguro es que tanto a María Rodríguez Rivalde como a María de Quiñonez hayan quedado al frente de esta tarea monumental. Ambas mujeres se declaran no saber escribir, pero no las detiene para realizar un trabajo prominente, ambas traían en su piel, en su sangre la vida de los impresos, por eso sabían llevar con cabalidad la responsabilidad del impreso.
En una edición curiosa y de gran valor para la historia de los impresos, Turpin Editores sacó a la luz una serie de libros dedicados a las Artes Gráficas, en uno de ellos escrito por Jacobo Sanz Herminda, publica “Mujeres de la imprenta madrileña (ss. XVI-XVII)”, 2017, en él nos comenta:
“Este nuevo siglo y milenio están resultando cruciales en lo que se refiere al interés por la figura de la mujer impresora, con decena de estudios desde muy diversas vertientes que nos permiten tener un mayor conocimiento de su actividad, que se presenta ya imprescindible en la historia del arte de la letra de molde.”
Es en México, quizá de los primeros países que se reivindica desde la llegada de la imprenta a México (1539) en que se le da un valor de importancia al trabajo de las mujeres en la imprenta con Jerónima Gutiérrez, esposa de Juan Pablos, primer impresor, que a su muerte ella queda al frente del taller.
A la muerte de Rivalde, María de Quiñonez puede poner su pie de imprenta a más de 200 obras salidas de su taller de imprenta. La historia tendrá que ir colocando a la par a los autores como a quiénes realizaron la obra impresa.
AQUÍ PUEDES LEER TODAS LAS ENTREGAS DE “EL ARDIENTE RABO”, LA COLUMNA DE ARMANDO MORA PARA LALUPA.MX
https://lalupa.mx/category/opinion/armando-mora-el-ardiente-rabo
Que bueno que se hable del papel que han tenido las mujeres en la historia y en ámbitos específicos. Gracias. 🙏🏼