Autoría de 4:34 pm #Opinión, Víctor Roura - Oficio bonito

La ausencia de Trigo y la presencia de los dioses mayas – Víctor Roura

1

A principios de 2025 retorné a Mérida, ciudad en la cual nací, pero no tengo un solo recuerdo de ella porque mis padres se trasladaron al Distrito Federal cuando aún yo no tenía los cinco años de edad. Fui a Mérida invitado por mi adorada Melissa, y mi querida Re, y acaso fue, éste, mi último viaje a la península: sigue siendo una hermosa ciudad, pero ya no la aprecié tan limpia como solía mirarla; es más, la nevería (en Mérida la nombran sorbetería) Colón, tan clásica como los cielos de Yucatán, presentaba unos baños tan sucios, proclives a la asquerosidad, que simplemente no daba yo crédito a lo que miraba de manera incrédula,

Mérida, Yucatán.

      Otra cosa sorprendente, porque viajamos justo en el aniversario 483 de la fundación de Mérida (la fecha fundacional es el 6 de enero de 1542), fue haberme podido percatar de que se sigue ignorando a Guadalupe Trigo (nacido José Alfonso Ontiveros Carrillo el 28 de junio de 1941 en Mérida) en las fiestas populares exaltando, eso sí, a Armando Manzanero (1935-2020), personaje sumamente corrupto de la música a quien precisamente Trigo se opuso en vida en la Sociedad de Compositores, el reino entonces del quintanarroense Carlos Gómez Barrera (1918-1996), enriquecido con las cuotas de los asociados a aquel membrete donde Manzanero, al tanto de los actos corruptos que sin duda lo engrandecían, se hizo poco a poco de un nombre a costa de la sociedad que representaba: Guadalupe Trigo, musicalmente, posee un repertorio de canciones suyas superiores al elaborado por Manzanero, aunque ya se sabe que en estas cuestiones lo que vale más es la difusión obtenida de las canciones que su propia valía melódica. No hubo una sola canción de Trigo durante el jolgorio musical por el aniversario de la capital de Yucatán, sí en cambio, por supuesto, varias de Manzanero,

Armando Manzanero.

      Pregunté, después, a tres meseros la razón de la ausencia de un cantautor prestigiado como Guadalupe Trigo durante su fiesta anual, pero no supieron qué contestarme: los tres ignoraban de quién les estaba yo hablando, uno incluso lo apuntó en una libreta (el nombre de Guadalupe Trigo que jamás había escuchado en su vida) para averiguar de quién se trataba dicho personaje. Del mismo modo, un taxista dijo no saber quién era ese tal Guadalupe Trigo, ni aparece su busto en el Parque Santa Lucía ni en el aeropuerto yucateco figura entre los ilustres compositores de ese estado,

      Imagino, asimismo, que la gente en Mérida no sabe que este ínclito cantor fue muerto (asesinado, pues, en un “accidente automovilístico” nunca esclarecido por las autoridades supuestamente competentes) hace más de cuatro décadas, el 18 de marzo de 1982, justamente por ser un digno opositor de la Sociedad de Autores y Compositores de la Música, que empezó por fin a programar su música justo después de haber fallecido, durante las comidas anuales de aquella sociedad (que desconocía por completo el catálogo musical de Trigo, indiferente la directiva a canciones memorables como “Mi ciudad”, “Chatita” o “Te lo juro, corazón”), donde Manzanero —em la SACM, la sociedad mexicana de los compositores— no dejaba nunca de lucirse: grabar una canción suya —de Manzanero— era no sólo asegurarse un sitio en la lista obsequiosa de las regalías, sino se ganaba un lugar en la difusión publicitaria promovida por el propio Manzanero.

      Guadalupe Trigo continúa olvidado, injustamente, en su tierra natal.

2

El maya arcaico se desgajó, de a poco, en 28 dialectos, uno de los cuales, el denominado peninsular o maya t’aan, es el que se habla en las tierras del sur mexicano.

      Eleuterio, ese gran conversador, dice que, en el principio de los tiempos, “en el silencio de las tinieblas, estaban los dioses creadores Tepeu, Gucumatz y Hurakán”, quienes hicieron “la luz, los árboles, las flores”.

      También a los animales cuadrúpedos, a quienes les dijeron:

      —Tú, animal, beberás en las aguadas y en las sartenejas; dormirás en las grutas; andarás en cuatro patas y con la cabeza inclinada.

      Hicieron a los pájaros y les dijeron:

      —Tú, pájaro, vivirás en los árboles, no tendrás miedo de caer, volarás en el aire, andarás en las nubes y por eso serás el único animal con espíritu.

      Con barro húmedo hicieron a los hombres, “pero no fueron de su agrado porque tenían el pescuezo tieso, ningún diente en su boca, eran ciegos y sus ojos estaban desnivelados”.

      Sin embargo, dice Eleuterio, ese gran conversador maya, que “era bueno su hablar: su palabra sonaba muy bonito, como en ningún lado bajo el cielo se había escuchado ese sonido. Hablaron, pero no entendían lo que decían”.

      Los nuevos hombres fueron hechos de madera “para que pudieran caminar con rectitud y firmeza sobre la tierra. Tuvieron hijos, pero demostraron no tener sentimientos porque no reconocían que eran criaturas de los dioses”.

      Por eso los castigaron enviándoles del cielo una lluvia de ceniza hirviente, que quemó a todos, luego de lo cual vino una lluvia torrencial que inundó el mundo durante mucho tiempo.

3

Los “preciosos dioses”, tal como los nombra Eleuterio, insistieron en su labor: “Hicieron otra humanidad con carrizos, pero como esos hombres no quisieron hacer lo que los dioses deseaban, fueron exterminados”. Amenazados por todos los animales: los gavilanes, los jaguares, los perros, incluso por los objetos como los metates y las ollas, los hombres se espantaron y “se subieron a la estructura de las casas, pero las maderas se quebraron. Se subieron a los árboles, pero se abrieron las ramas y se quebraron también. Los demás se escondieron en las profundidades de las grutas, pero las grandes piedras se derrumbaron sobre ellos y así fueron sepultados”. Los que pudieron salvarse fueron convertidos en monos arañas y en saraguatos.

      De nuevo, la humanidad fue exterminada.

      No fue sino hasta que el zorro, el loro y el garrapatero avisaron a los dioses que las mazorcas de maíz amarillo, morado y blanco estaban maduras cuando volvieron a pensar en la construcción de los hombres.

      Entonces, “con agua serenada, con masa amarilla y masa blanca”, los dioses, ahora prevenidos, hicieron solamente a cuatro hombres. Para otorgarles fuerza les pusieron carrizos adentro y, por fin, “estos hombres entendieron y supieron cuál era la realidad que los rodeaba”.

      Bien portados, trabajadores, obedientes a los dioses, éstos les regalaron a sus opuestos, las mujeres, para que se complacieran acostándolas a su lado. Con ellas —dice el conversador Eleuterio— tuvieron muchos hijos que se establecieron en toda la tierra maya y fundaron ciudades como Tikal, Cobá, Tulum, Uxmal, Chichén Itzá, Dzi-banché y otras”.

      Esos hombres de maíz son, por supuesto, nuestros abuelos.

4

Todos estos relatos están incluidos en el libro Historias mágicas del Mayab (Universidad de Quintana Roo / Instituto Quintanarroense de Cultura, 2001), que sus autores Javier A. Gómez Navarrete, Maribel Olguín Díaz, Sigurd Hinojosa O’Neal y Alessio Zanier Visintin tradujeron pertinentemente al maya, inglés e italiano, con magníficas viñetas de Isaac Hernández Ruiz. Entre todos se inventaron al conversador Eleuterio para poder contarnos estas cautivantes mitologías mayas, que, como las griegas, como las romanas, también tienen su feroz, encarnizado e inclemente condimento divino, tal como ya nos ha contado Eleuterio con la creación del hombre.

      Y los desgarramientos son interminables: el jalach wíinik o gran gobernante le hablaba en lengua suyua al batab (gobernante de menor jerarquía) nada más para calarlo, para calibrarlo, para atemperarlo. Le ponía siete acertijos, los cuales debía responder con exactitud, so pena de ser cruelmente excluido de su privilegiada posición.

      El primer acertijo era una orden:

      —Tráeme —le decía— al Sol en mi plato con un tigre verde que esté bebiendo su sangre…

      El batab debía traer un huevo frito con un chile verde parcialmente enrojecido porque, en sus creencias, el huevo representaba al Sol y el chile al jaguar.

      El segundo acertijo era igual de complicado:

      —Tráeme el cerebro del cielo para que yo vea de qué tamaño es…

      Para lo cual el batab examinado debía mostrar la resina solidificada del copal, “pues su forma semeja los tejidos del cerebro y, cuando se enciende, llena el cielo con su incienso”.

      El último acertijo ordenaba traer las tapas del cenote, dos blancas y dos amarillas, pues el jalach wíinik decía tener deseos de comerlas, y el batab debía traer dos jícamas (porque la cáscara de ésta “simboliza la capa de roca y su pulpa jugosa representa el agua”) blancas y dos amarillas.

      Si resolvía con entereza al lenguaje encubierto (suyua, como es llamado), el batab podía seguir gobernando sus dominios; pero si no sabía cómo contestar “se le cortaba un pedazo de la lengua, se le arrancaban los ojos y finalmente se le ahorcaba”.

      Los familiares del difunto, entonces, vencidos, de rodillas, “le entregaban al jalach wíinik la estera que simbolizaba el poder en los pueblos”.

5

Los mayas no sólo tenían como dioses a los tres primeros nombres mencionados (Tepeu, Gucumatz, Hurakán), sino, como los griegos, como los romanos, también poseían a otros a los que respetaban y rendían veneración: Junab K’uj, K’iin Ich K’áak Moo, Ixch‘eel, Cáak, Yuum K’áax, Éek’ Chua y Xaman Eek’.

      Había, por supuesto, dioses elitistas, como Junab K’uj, “una divinidad reservada únicamente a los sacerdotes”. Pero entre todos ellos sobresalía Itzamná, “el rostro del cielo, un dios civilizador o gran maestro del pueblo maya”. Se dice que él fue quien “enseñó a los mayas a escribir, a leer, a contar, a entender el movimiento del Sol; la Luna y las estrellas, y les entregó el calendario ritual y el calendario solar”.

      Itzamná, como Cristo posteriormente, dejó dichas muchas cosas sabias: “A veces —dijo—, del dolor y del sufrimiento nace la utilidad de las cosas”, y no le faltaba ninguna razón.

AQUÍ PUEDES LEER TODAS LAS ENTREGAS DE “OFICIO BONITO”, LA COLUMNA DE VÍCTOR ROURA PARA LALUPA.MX

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Last modified: 24 febrero, 2025
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