¿Te has imaginado analizar el suelo desde un punto de vista microscópico? Te sorprendería saber que hay un universo asombroso justo bajo tus pies.
Walter Kubiëna (1897-1970), un edafólogo austriaco, creyó que el microscopio tenía que emplearse en el estudio del suelo para comprender los procesos que ocurren en él. Por lo tanto, diseñó un método que permite llegar al nivel de observación de microescala, lo que sentó las bases para el desarrollo de la micromorfología de suelos, una disciplina que revolucionó la manera cómo lo estudiamos. Para ello se requiere elaborar secciones o láminas delgadas de suelo que tienen una tamaño de 5 × 7 cm y tan sólo 30 micras de espesor. Esto con la finalidad de que los rasgos sean visibles en un microscopio petrográfico.
Este microscopio tiene un mecanismo especial para el uso de diferentes fuentes de luz y, de acuerdo con las propiedades ópticas de cada rasgo (minerales, poros, materia orgánica), es posible asociarlas en algún proceso particular que ocurra durante la formación del suelo.

Si observáramos una de estas láminas delgadas en ese microscopio, y de acuerdo a los materiales de origen y génesis de cada suelo, podríamos observar materiales de distintos colores, como arenas o feldespatos, o bien carbonatos de calcio, yeso o algunas sales características de ambientes áridos.
Una ventaja que tiene esta técnica con respecto a otras es que es posible realizar el análisis in situ; es decir, manteniendo la estructura original del suelo; se logra mediante el empleo de la mezcla de resina con un catalizador, lo cual permite abrir la caja negra y explorar las partículas, su arreglo y distribución, así como aspectos tan apasionantes como el papel de la biota en los procesos y mantenimiento del sistema suelo.

En todas partes están presentes los microorganismos y el suelo no es la excepción, incluso en este se encuentran en gran diversidad, y a través de sus interacciones participan en procesos fundamentales. Por ejemplo, uno de los más relevantes es la incorporación de materiales orgánicos, su transformación y estabilización debido a la dinámica en el ciclo de carbono que, como sabemos, es de vital importancia dentro del cambio climático global… Bueno y no sólo hablar del carbono, sino de su papel en los diferentes ciclos biogeoquímicos que, en general, hacen posible la continuidad de la vida en nuestro planeta.
Mediante la micromorfología de suelos podemos evaluar esta incorporación de materiales y sus procesos de transformación en diferentes ambientes a través del tiempo y espacio. La dinámica de descomposición puede inferirse a través del cambio del color y forma de los materiales orgánicos, producto de los procesos de oxidación. Por lo que, en secciones delgadas, encontramos materiales desde el color pardo amarillento a colores marrones o pardos oscuros, característicos de un proceso de descomposición más avanzado.

En cuanto a la forma, durante el inicio de la transformación de componentes orgánicos pueden observarse fragmentos o residuos vegetales como hojas, raíces completas y, a través del tiempo, los materiales muestran degradación y deformación, hasta que sólo están presentes sus contornos, con lo que se demuestra su consumo por microorganismos.
Asimismo, el suelo tiene una amplia diversidad de nichos (espacios) de distribución de microorganismos y mesofauna. Por ejemplo, los que podemos observar en láminas delgadas son hongos y bacterias. En el primer caso, podemos observar el micelio, el cual aparece como filamentos que forman redes que participan activamente en la obtención de nutrimentos y agua para las plantas, y por otra parte cumplen un papel importante en la agregación del suelo. Para el caso de las bacterias, existen técnicas de tinción especiales a través de la aplicación con fluorocromos, que como su nombre nos lo hace saber son moléculas que resaltan el rasgo de interés mediante el uso de algún tipo de luz, como por ejemplo la luz ultravioleta (UV). Con ello, es posible observar la distribución de bacterias en las partículas del suelo, como son los minerales de tamaño grueso, materia orgánica o bien en los agregados. También en las secciones delgadas de suelo pueden observarse vestigios de la microbiota (lombrices o colémbolos), por la presencia de excretas o canales de lombriz.

Todos estos rasgos, o características, son propios de un suelo con alta actividad biológica, así que podemos inferir que este sistema tiene un buen aporte de materiales orgánicos y que estos presentan una tasa de descomposición elevada, debido a la presencia de microorganismos que están obteniendo nutrimentos a través de su actividad metabólica.
Así que cuando vuelvas a pisar el suelo recuerda que hay una disciplina que se encarga de estudiarlo a nivel microscópico; pero sobre todo recuerda que justo lo que está debajo de tus pies no es un sistema inerte, sino que está lleno de vida, interacciones y procesos vitales para nuestro planeta.
La doctora Tania González Vargas es profesora en la Unidad Multidisciplinaria de Docencia e Investigación Juriquilla, así como integrante del grupo de conservación de la zona crítica edáfica
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