Una frase que navega sin andar en las profundidades, que se mira entre nostalgias sin sufrir abandono o pérdida y que sólo es un simple trazo de un “romanticismo” comercial; un andrajo de escritura, que por su corta edad no ha sido llevado a la justicia del tiempo, de la historia, de los andamiajes de la escritura que ponen al idioma en su justa dimensión, es simple, jamás podrá llegar a la envergadura que posee un aforismo.
Muchos libros, frases que circulan entre las “redes sociales”, llegan sólo al escaparate de las golosinas, es decir, a tener la posibilidad de consumo que sólo daña al pensamiento. Pretenden, con garbo y bastón, vendernos que ese texto es un aforismo. Alejados de la realidad que sujeta a la escritura, si se quiere decir de forma pomposa, a la literatura, estos textos siempre andan al desnudo porque no pueden vestirse con los componentes mínimos necesarios para cobijar a un aforismo.
Para llegar al aforismo es necesario doblegar a la narrativa para dejar en pocas líneas, o que ella, la narrativa —por ejemplo, un cuento— tarda en decirlo en 30 páginas, el aforismo tiene que realizarlo en pocas líneas.
Decir, por ejemplo: “El libro nos libera” no es un aforismo, porque es mañoso y tiene mentira, no todo libro tiende a la liberación, puede llevarlos al contrario, a una enajenación tal, que lleve a la manipulación. Este es un desprendimiento de una idea que no se termina de cohesionarse entre el fogón. Muchos aforismos van apareciendo como simples interrogantes y de plano resultan de una corta edad de vida.
Un escrito que deja al lector en una interrogante por su inconsistencia de su propia frase y que no ha podido remover los adentros del lector, es un arrebato, el aforismo requiere trabajo serio y constante.
Al escribir un aforismo se debe dejar ir un poco de uno mismo, alejarse lo que más se pueda. El tiempo dirá si vale la pena dejarlo que eche raíz o llevarlo al bote de la basura.
Un aforismo debe provenir de aquella madeja de la vida; de aquella que nos va dejando con la herida profunda, pues es a través de estos textos breves que debe alcanzar a dejar una dosis de curación.
A quien escribe o pretende adentrarse entre este averno del aforismo, tiene que irse arrastrando para sentir el abandono y la traición, y así de esa manera, poco a poco se vayan dejando entre las sombras de la putrefacción, y después en un acto de valentía escribir en pocas, breves y sucintas palabras, un aforismo, que no sólo arremete, sino que debe terminar en una costra, así creo que valdrá la pena leerlo.
Pero ante aquellos que no se atreven ni a mojarse los pies, sólo son frases del mercantilismo y que se ajustan muy a gusto entre las castas, digo, casas editoriales, sólo para no dañar ni descompones su status quo, o algo así.
El aforismo debe ante todo vivir en profundidades, aunque no se hable de ellas, eso es lo que menos importa. Un aforismo no debe preguntar debe llegar al tuétano y saber no sólo su consistencia, también debe saborearlo, sea un deleite o no. El aforismo no contempla es arrebatado, cínico, sin fronteras. No vive en pasividad, debe ante todo ser esa voz que está ante el último aliento de un ser humano y ante él aspirar y exhalar sin miramientos.
Quien está frente a frente con la hoja en blanco debe llenarla de oscuridad e irla poco a poco llevando a una blancura pasando por aquella su vida gris, sólo para medir su fortaleza, si está arraigado para sustentar entre sus pocas y breves palabras toda la virulencia humana, debe descansar un tiempo, un reposo que le pide la vida, la experiencia, porque así, sólo de esa forma, podrá nacer a la luz un simple aforismo. Si llega a cojear, eso que no sirve. Sólo se gasta tinta.
El aforismo que se tiende a lo bello sin decir que es, cómo muchos de ellos, es realizar un disparo con salva.
Nunca confíes en una frase que se quiera vestir de aforismo, porque a final de cuentas te llenará de salpullido gramatical.
Es cierto, los aforismos no siempre arraigan en el tiempo de su lectura, deben esperar a que el lector se encuentre en ese estado —al que desea llevar ese aforismo— pero si no encuentra nunca ese espacio, entonces no supo entender lo hondo del ser.
Quien escribe aforismos nunca debe precipitarse. Acelerar para extraer la raíz, todo con paciencia, como el músico que al tomar el instrumento, puede lograr no sólo interpretar, sino llegar a la médula espinal que sujeta al músico, al instrumento y lo que sale de su corazón, la pieza perfecta.
En muchas ocasiones, aunque el aforismo esté bien escrito, no se logra entender a cabalidad, podría suceder que al extraer el elixir las partes de la que está compuesta no le sean legibles al lector, pero con un poco de sagacidad podrá llegar —claro el lector— a su entendimiento.
Y me pregunto si no se valdrá que quien escribe el aforismo, me lo explique y así pueda entonces entender y llegar a mi ser ?