A nueve años de haber escrito este artículo que hoy rescato, publicado entonces en el blog de Edmundo González Llaca “dialogoqueretano”, a donde entré a colaborar invitada por nuestro buen amigo Julio Figueroa, la dimensión del legado espiritual del papa Francisco, recién fallecido este lunes 21, está tomando su lugar merecido. Su estatura pastoral aumenta a medida que pasa el tiempo y se valora la claridad y sencillez con la que ejerció su pontificado. Son varias las virtudes que le caracterizaron, entre ellas su lejanía con las suntuosidades que la Iglesia destina a los jerarcas y el llamado a sus clérigos a no ejercer su ministerio desde la comodidad de los templos y salir a cielo abierto al encuentro de los fieles. El papa que privilegió el diálogo con los iguales y opuestos, con creyentes y no creyentes. El pontífice que miró con ternura al rostro de todos y empatizó con el sufrimiento de los otros. El papa bondadoso y consciente de los males terrenos, recordando siempre en su ministerio que no hay nada que supere la bondad, la misericordia, la hermandad humana.

El papa de la fe y esperanza inalterables.
Poco he agregado y corregido al artículo escrito y publicado en febrero del 2016. En aquel entonces solía tratar dos o tres temas en una columna. Al momento de su publicación, el papa estaba de visita en México. Era el sexenio de Enrique Peña Nieto y habían transcurrido dos años de lo sucedido en Ayotzinapa.

En ese entonces mi columna tenía otro nombre (Y nos dieron la una…las dos… y la última) El cambio a En Do Mayor vino un año después y permanece hasta ahora.
Comparto la columna de ese ayer.

Y nos dieron la una… las dos… y el papa
¿Te de tila para algunos políticos y del ala derecha católica? … por aquello de la visita del papa a nuestro país.
Decía Winston Churchill: “La citica puede no ser agradable, pero es necesaria. Se cumple la misma función que el dolor en el cuerpo humano. Llama la atención sobre un estado poco saludable de las cosas”
Así ha sido con la iglesia católica y sus oscuros, señalados por voces críticas que han abordado abiertamente esa parte que ningún papa, antes de Jorge Mario Bergoglio, papa Francisco, se atrevió siquiera a mencionar o pronunciar. La pederastia, sus abusos y corrupción eclesiástica. Esa mancha negra que laceró y violentó el espíritu de cientos de víctimas de los sacerdotes pederastas y desincentivó la fe de miles de fieles a esa institución. Es la deuda que aún está allí. Es la larga cadena de dolor que está en el alma de quienes la sufrieron y en la culpa de quienes ejercieron tal abominación.

Así, los ya conocidos casos sobre estos hechos y que salieron a flote en el pontificado de Joseph Ratzinger, Benedicto XVI, y que —según fuentes cercanas a la Iglesia— fueron notificados antes a Karol Wojtila, Juan Pablo II, sin que fuera afrontado por ellos hacía fuera de la Iglesia. No ha sido así en el caso del papa Francisco, quien ha tocado el tema: “Me siento obligado a responsabilizarme del mal que hicieron algunos sacerdotes, un número bastante elevado (aunque no si lo comparamos con el número total de sacerdotes) y a pedir perdón personalmente por el daño que causaron al abusar sexualmente de niños”, dijo el año pasado a través de Radio Vaticano.

Sin embargo, analistas y críticos objetan que el pedir perdón no es suficiente. La atención y seguimiento de estos casos deben reflejarse en acciones concretas que restauren todos los males que hay al interior de una institución cuyo liderazgo tiene que ser comulgante con la fe que propaga. Y, al parecer, eso está intentando hacer el actual papa.
Reconocer en el papa Francisco los atributos que le están ganado la confianza y credibilidad de quienes ven en el un líder con sensibilidad, empatía y compromiso para enfrentar los cambios que la Iglesia necesita, no tiene que significar necesariamente ser seguidor o no de la institución católica. Sus acciones, la claridad del pensamiento de Bergoglio, su frontalidad para responder a los temas intocables por tantos años han ido rompiendo también todas las especulaciones y dudas que se dieron en los inicios de su gestión.

El papa Francisco ha reconocido la magnitud del daño y las omisiones de la iglesia. Y sabe que en la oscuridad y el exceso de brillo hay puntos de encuentros. Sabe que la oscuridad impide ver hacía dónde se va y querer revestir a la iglesia del exceso del brillo termina por obnubilar la vista y aturdir el entendimiento. De allí que la luz venga de la crítica inteligente y voces cuestionadoras, porque sin esas voces no hay reconciliación posible entre lo que se pretende ser y lo que se es.

Es de destacar que en tan poco tiempo este papa esté moviendo tanto en tantos. Allí están los cientos de testimonios de la prensa que cubre sus eventos señalando que este papa no tira línea y enfrenta sin titubeos ni ambages cualquier tema. Por espinoso que sea.
Sin embargo, los todavía escépticos o los que observan con reservas sus pasos, opinan cautelosos y aducen que todo es una mera estrategia política del Vaticano para recuperar el porcentaje de credibilidad perdida. Pero son más los que afirman que el motor que impulsa al pontífice en su caminar es la convicción y deseo genuino propio del apóstol Jesuita con una raigambre profundamente humanista, en la que el centro de su apostolado es la misericordia y preocupación por los más vulnerables. Lo fraterno, lo humano por sobre lo mero utilitario.
El papa Francisco ha ido más allá. Ha hecho mención a temas que antes se consideraban sólo propios de sectores laicos, tales como derechos humanos, violencia, narcotráfico, migraciones y corrupción, temas que incomodan a políticos y molestan al sector más conservador de la Iglesia. “…La derecha católica, especialmente la recalcitrante, se mostrará expectante y cautelosa ante un pontífice del que recela …”, dice sobre la visita del papa a México, Bernardo Barranco, sociólogo especialista en religiones.

Evitar la mexicanización
Atento e informado de la problemática y los males que aquejan a América Latina, acentuada más en unas partes que otras y en escalada y con acentos especiales en México, el papa Francisco sabe que del 2013 a la fecha han asesinado a 10 sacerdotes y dos más están desaparecidos. Sabe que viene a un país con desigualdades abismales. Sabe lo bueno y malo de México y ha mostrado su preocupación por esos males. Hace un año, en un intercambio de misivas con su amigo Gustavo Vera, de la organización Argentina no gubernamental “La Alameda”, este último le expuso al papa el aumento del narcotráfico en Argentina. A su vez el pontífice le compartió su preocupación por que Argentina se “mexicanizara”: “Pido mucho para que Dios te proteja a vos y a los alamedenses. Y ojalá estemos a tiempo de evitar la mexicanización. Estuve hablando con algunos obispos mexicanos y la cosa es de terror”, dijo entonces.
Sin duda, el papa dará aún mucho más que hablar. Pero, hasta hoy, son mayoría los creyentes, y los no creyentes, que reconocen en él la figura que ha abierto las ventanas del Vaticano para que entren a la institución católica aires más limpios y claros.
Inevitable que no surjan las comparaciones con sus dos antecesores Karol Wojtyla (Juan Pablo II) y Joseph Ratzinger (Benedicto XVI). Y hay una abismal diferencia. Entre ellas está el que, sin ostentar tantos títulos de idiomas (amén del español, habla el italiano con fluidez; regulares el francés y alemán y latín), hay en el papa Francisco una presencia sencilla, pero vibrante, con facilidad para conectarse con la gente y siempre apelando a la reflexión y discernimientos de la inteligencia. Ha mostrado su interés y expresa insistentemente que los sacerdotes hagan un trabajo pastoral genuino. Es decir, que tomen su carácter de evangelizadores, no mero catequizadores.

Su desempeño al frente del Vaticano ha dado material a expertos en temas de liderazgo, política y economía, como Ray Hennesey quien destaca las fortalezas y características de asertividad en este rubro. Señala siete de ellas:
1.Vive con ejemplo. 2. Conoce el valor de la reforma 3. Se comunica con claridad. 4. Toma decisiones difíciles con rapidez. 5.Colabora y acepta diversos puntos de vista. 6. Reconoce sus debilidades y 7. Sabe que no puede hacerlo solo.
Por lo pronto, a punto de cumplir los tres años de su pontificado, asumido a mediados de marzo del 2013, y al margen del manejo mediático, esta su primera visita a México ha sido recibida con gran expectación y cada vez menos reservas de sus fieles y críticos. Veremos qué dicen ella el ala ultraconservadora católica. … y algunos políticos también.

Que el agua salada se convierta en dulce
En lo personal, la imagen que tengo sobre el papa Francisco es la de una persona jovial, cálida. Ojos de mirada cálida y aguda. Da la impresión de ser más alto, pero su estatura es 1.74 y, dicen, cierta obesidad que ya ha sido llamada a corregir por sus médicos.
Me simpatiza el pontífice. Desde la primera vez que vi su imagen en el periódico y luego su sonrisa en el rostro de mandíbula larga, pensé en el parecido con el de los pelicanos, dicho esto con respeto. Y buscando información sobre algunas características de los pelicanos, encontré una nota informativa sobre ello: “Es del mar, traga agua salada y en su garganta la convierte en dulce”. No pude evitar pensar en lo oportuno de esa descripción. En su visita a México, inmerso en un mar de lágrimas a causa de la injusticia, impunidad y violencia, las palabras del papa pueden ser a los oídos y al corazón de mucha gente agua dulce sobre todo lo amargo y salado que estamos viviendo en el país.
Al adentrarme un poco más en la biografía del papa Francisco, mi simpatía aumentó al enterarme que dos de sus filmes favoritos lo son míos también: La Strada de Fellini y sus entrañables personajes: Gelsomina y Zampano, dos personajes marginales en cuyo ambiente no parece haber cabida para el amor. El bruto y fornido Zampano, termina doblegado en su rudeza por el personaje frágil en su apariencia, pero con una fortaleza interna y ajena a la miseria humana, Gelsomina; un ser capaz de aceptar a Zampano con una lealtad sin límites. En la mirada de reconciliable ternura y silenciosa presencia, Zampano reflexiona sobre la capacidad de amar de una mujer como ella, con un destino en contra y, sin embargo, una pureza de espíritu capaz de entregarse con esa entereza.

El segundo filme es El festín de Babette, producción danesa. Sin grandes pretensiones y de una estética maravillosa. La generosa disposición de Babette para servir a los demás, su calidez humana en el ambiente hosco de las mujeres de la casa a la que llegó a trabajar, su desprendimiento material para compartirlo con los otros, los desprotegidos. Babette lleva a esa región la fiesta, la Koinonía, los dones de la vida que, compartidos, toman dimensión espiritual.
Epílogo
Lo mencionado en la columna de entonces fueron apenas algunos de los aspectos que destaqué en aquel momento sobre el papa. Hoy, con su fallecimiento han surgido valiosos testimonios y anécdotas sobre la figura de Jorge Mario Bergoglio, papa Francisco. Y veo que me quedé corta en señalar sus atributos espirituales. Los giros suaves, pero firmes y de gran profundidad en su pontificado, dan cuenta de su sabiduría.
Hoy, el cuerpo del pontífice yace en un sencillo ataúd de madera colocado en el piso. Así lo dejó establecido y Este sábado 26 se efectuará en la Basílica de Santa María, la Mayor su misa de réquiem y funeral. El testamento espiritual escrito desde 2022 es una muestra más de la dimensión de su congruencia y armonía. En él dejó escrito lo siguiente:
“Que el Señor dé una merecida recompensa quienes me han amado y seguirán rezando por mí. El sufrimiento que se hizo presente en la última parte de mi vida lo ofrecí al Señor por la paz mundial y la fraternidad entre los pueblos”.

Un ¡amén! para despedir con gratitud al papa que ejerció su ministerio con humildad y desde la bondad, la misericordia y la hermandad. Un amén para el papa de la fe y esperanza inalterables. Un amén y un sensible adiós para el humilde y bondadoso Francisco, Jorge Mario Bergoglio.

AQUÍ PUEDES LEER TODAS LAS ENTREGAS DE “EN DO MAYOR”, LA COLUMNA DE jOVITA ZARAGOZA CISNEROS PARA LALUPA.MX
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