Autoría de 1:13 pm Desde la UNAM

Cerebro activo, vida plena: El impacto de moverse en la vida adulta mayor – Javier Sánchez López

Cuando se piensa en ejercicio físico, muchas personas imaginan rutinas intensas en el gimnasio, correr largas distancias o practicar algún deporte. Y aunque eso es cierto, también hay un tipo de actividad física que realizamos sin darnos cuenta y que puede tener un impacto sorprendente en nuestra salud cerebral, especialmente cuando envejecemos: la actividad física incidental o cotidiana.

La actividad física incidental incluye todos aquellos movimientos que hacemos en nuestra vida cotidiana sin que necesariamente los consideremos ejercicio como tal. Por ejemplo, subir escaleras en lugar de tomar el elevador, caminar al mercado, barrer la casa o incluso regar las plantas forman parte de este tipo de actividad. Aunque parezca simple, estas acciones repetidas a lo largo del día pueden marcar una diferencia profunda en la salud de nuestro cuerpo y mente.

Algunas investigaciones que hemos realizado en la UNAM han demostrado que este tipo de movimiento cotidiano está relacionado con mejores funciones cognitivas en las personas adultas mayores. En otras palabras, quienes se mantienen activos en su vida diaria, aunque no hagan ejercicio formal, tienden a conservar mejor su capacidad de prestar atención y controlar sus impulsos. En un estudio publicado en Ageing International en el 2024, se reportó que las personas adultas mayores con mayor actividad física incidental y mejor estado físico presentaban un mejor desempeño en tareas que requieren sostener la atención por largos periodos de tiempo y controlar los impulsos para evitar respuestas incorrectas durante una tarea. Estas habilidades son fundamentales para realizar múltiples actividades cotidianas de manera eficaz y segura, como manejar, cocinar o mantener una conversación compleja.

Pero los beneficios no se quedan sólo en lo observable del comportamiento. Otros estudios mostraron que la actividad física incidental también se relaciona con cambios positivos en la función cerebral medida a través del electroencefalograma. Específicamente, se encontró una mayor eficiencia neuronal en personas mayores físicamente activas, lo que sugiere un cerebro más alerta, flexible y saludable. Además, este tipo de actividad favorece procesos cognitivos más complejos, como el procesamiento del lenguaje. En una investigación sobre comprensión de oraciones, los participantes que realizaban más actividad física incidental mostraron un procesamiento más eficiente a nivel cerebral, lo cual puede facilitar la comunicación y la comprensión verbal en la vida diaria.

Un factor clave para mantenernos activos, incluso de forma incidental, es la autoeficacia, es decir, la creencia en nuestra propia capacidad para realizar ciertas acciones. En diversos estudios, incluidos aquellos que hemos llevado a cabo en la UNAM, se encontró que los adultos mayores que confiaban en su capacidad para ser físicamente activos tendían a llevar un estilo de vida más saludable, con mayor participación en actividades sociales, cognitivas y físicas. Esto contribuye directamente al llamado “envejecimiento activo”, un concepto que va más allá de la salud física e incluye bienestar emocional, participación social y autonomía.

La buena noticia es que no necesariamente tenemos que iniciar rutinas extenuantes para obtener estos beneficios. Lo importante es empezar a moverse más en el día a día, y por qué no, después intentar adherirse a alguna rutina de ejercicio físico formal o deporte. Aquí algunas recomendaciones sencillas para empezar que pueden marcar una gran diferencia:

  • Caminar siempre que sea posible: al supermercado, a visitar a un amigo, o simplemente como paseo diario.
  • Realizar labores del hogar como barrer, trapear o arreglar el jardín.
  • Subir y bajar escaleras en lugar de usar el elevador.
  • Participar en actividades comunitarias que impliquen movimiento.
  • Evitar estar sentado por períodos prolongados. Levantarse cada 30 o 60 minutos puede ayudar.

Estos hábitos cotidianos, sumados a una actitud positiva hacia la propia capacidad de mantenerse activo, pueden tener un impacto acumulativo significativo en la salud cerebral a lo largo del tiempo.

Finalmente, envejecer no implica necesariamente un declive inevitable de nuestras capacidades físicas y mentales. Las evidencias científicas nos muestran que el cerebro puede conservar, e incluso mejorar, sus capacidades si se le brinda el ambiente adecuado. La actividad física incidental es una herramienta poderosa, accesible y al alcance de todos, que no sólo fortalece el cuerpo, sino también la mente. Así que la próxima vez que elijas caminar unas cuadras, barrer el patio o usar las escaleras, recuerda que estás haciendo algo más que moverte: estás invirtiendo en tu salud física y mental, y tu calidad de vida para los años venideros.

Si quieres profundizar más al respecto, aquí te dejamos algunos artículos científicos que respaldan lo que se ha mencionado: 

El doctor Javier Sánchez López es profesor de la licenciatura en neurociencias, en la Escuela Nacional de Estudios Superiores Unidad Juriquilla, de la Universidad Nacional Autónoma de México

AQUI PUEDES LEER TODAS LAS ENTREGAS DE “DESDE LA UNAM”, LA COLUMNA DE LA UNAM, CAMPUS JURIQUILLA, PARA LALUPA.MX

https://lalupa.mx/category/aula-magna/desde-la-unam/

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Last modified: 1 junio, 2025
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