REPORTAJE: PATRICIA LÓPEZ NÚÑEZ/LALUPA.MX
Samuel tenía 48 años cuando se ahorcó en un árbol al lado de un dren. Nunca dio muestras de alguna depresión ni señal de que tuviera un problema que no pudiera manejar. 16 años después, su hermano se dice convencido de que lo pensó al menos alguna vez y “nunca nos dimos cuenta”.
El año pasado, 224 personas se quitaron la vida en el estado de Querétaro. De ellos, 187 fueron hombres y 37 mujeres. Las formas más frecuentes de suicidio fueron el ahorcamiento, estrangulamiento o sofocación, con 183 fallecimientos; el disparo de arma de fuego con 16, el envenenamiento con 12, y 13 más aparecen como “otras causas”, en las cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
En 2010 la entidad sumó 85 suicidios, y en 2013 el registro alcanzó los 112 suicidios, es decir, esta problemática presentó un aumento mayor al cien por ciento en la última década. El crecimiento colocó a Querétaro en el quinto lugar nacional de suicidios en 2022, pero en 2023 la entidad se ubicó en el noveno lugar, con una tasa por arriba de la media nacional.
Frente a la problemática, que tiene también un aumento en infantes y adolescentes, la investigadora Pamela Garbus urgió a entender que la salud mental es un tema comunitario, no exclusivo de psicólogos y psiquiatras, porque es imprescindible ayudar entre todos a las personas sufrientes que se enfrentan a esta situación.
“Era muy arrebatado”
Agustín recuerda que su hermano Samuel laboró en una gran empresa automotriz durante muchos años; cuando dejó de trabajar ahí, empezó a vender sartenes y otros artículos de cocina en un tianguis para tener ingresos. “No era un trabajo formal y le dio el bajón, ya no buscó empleo en otro lado. Estaba casado, tenía tres hijas mayores y una nieta”.
Contrario a lo que suele pensarse respecto a que las personas dan señales antes de quitarse la vida, Samuel nunca demostró nada. Hasta la familia sigue con la misma pregunta: ¿cómo no nos dimos cuenta? “Él platicaba normal, nunca dijo algo, pero tenía un carácter muy arrebatado, era impulsivo, hacía lo que le nacía de repente”.
“No nos dimos cuenta, ocho días antes fuimos a ver a los Gallos, echamos chelas, echamos relajo, regresamos a la casa y nos la seguimos, nos quedamos a las 4 de la mañana con mi papá, con mis hermanos y no notamos nada. Ese día mi papá decía que cuando muriera lo cremaran, y mi hermano decía ‘si yo me muero quiero que me velen, no quiero que me cremen’”.
Tampoco tenía una personalidad depresiva, pero los últimos días vivió problemas con su esposa y sus hijas. “Perdió autoridad cuando perdió la chamba, y mi cuñada empezó a tomar el control económico, y mi hermano tal vez se sentía mal porque no le hacían caso”.
Un día Samuel discutió con ellas, les dijo que se mataría, “y lo cumplió, porque así era él, muy arrebatado. Mi cuñada vendía jugos de naranja en la mañana y él iba a traerle las naranjas al mercado de abastos, en su camioneta traía arpillas y mecates. Se ahorcó con uno de los mecates que usaba en los costales de naranja”.
Samuel dejó su cartera en su casa y solamente salió con las llaves de la camioneta. La familia encontró el vehículo días después, con las llaves pegadas, en Los Sauces. “Ahora se llama el Paseo Rogelio Garfias, pero ahí antes estaba un canal con muchos pirules, ahí se ahorcó, en uno de ellos. Yo siento que ya lo tenía planeado, que ya sabía, que seguramente había ido alguna vez, porque dejó la camioneta, cruzó la calle y fue directo al árbol. Creo que ya tenía esas ideas de querer matarse”.
No lo encontraron enseguida. Samuel salió el viernes en la noche, alguien vio el cuerpo muy temprano la mañana siguiente y avisó a las autoridades. Un sobrino vio cuando el personal del forense bajaba el cuerpo, pero no lo reconoció porque estaba de espaldas. La familia pasó los siguientes días buscando a Samuel, pero lo encontraron hasta el miércoles.
“Cuando desapareció, todos pensamos que se había ido por ahí para darle un escarmiento a su familia. Fuimos al ministerio público, a la agencia 1, y me dijeron que tenían un ahorcado, pero yo dije ‘ese no es mi hermano’, y no fui a reconocerlo; hasta ese miércoles, cuando otro hermano encontró la camioneta en Los Sauces, donde encontraron al ahorcado. Fui, abrieron el frigorífico y ahí estaba mi hermano”.
Le informó a su cuñada que lo encontraron y que debía ir a reconocer el cuerpo. “Dijeron que teníamos que enterrarlo ya, porque tenía seis días ahí. A las 10 de la mañana siguiente fue la misa, fuimos al crematorio y a la 1 de la tarde ya teníamos las cenizas de mi hermano”.
Tener las cenizas no trajo tranquilidad. La familia no lo podía creer. Primero la culpa los invadió porque “era nuestro hermano y nunca notamos que estuviera deprimido”, después les ganó la impotencia, porque no pudieron hacer algo.
“Todos los domingos llegaba a casa, a la plática con todos, y nadie lo notó. Mi papá decía ‘investiga, porque tu hermano no pudo hacer eso, a mi hijo lo mataron’. Mi papá se negaba, estaba muy deprimido, y todos en la familia, que siempre fuimos muy unidos, pues nos sentíamos culpables, impotentes. Hubiéramos querido regresar el tiempo y darle opciones, pero no lo descubrimos a tiempo”.
El suicidio de su hermano les afectó a todos, pero los acercó más. “Siempre fuimos unidos, pero ahora si sabemos que alguien tiene broncas ahí estamos todos. También con las sobrinas, con la nieta, cantamos, chillamos, nos sirvió; aprendimos, ahora estamos más pendientes de nuestros hermanos, de nuestros sobrinos, porque fue muy doloroso y no quisiéramos que se volviera a repetir en la familia”.
Los números en crecimiento
En 2022, con 240 víctimas, el Inegi ubicó a Querétaro en el quinto lugar nacional de suicidios, con un promedio de casi 9.8 víctimas por cada cien mil habitantes. En aquel momento, la entidad estaba por debajo de Yucatán, con 15.4; Chihuahua, con 13.9; Nayarit, con 11.2; y Aguascalientes, con 10.3. Ese año, el suicidio fue la cuarta causa de muerte entre las personas de 15 a 29 años en el país, y más del 64 por ciento de ellos tenía trabajo.
En 2023 la situación cambió. Con 224 reportes, Querétaro pasó del quinto sitio al noveno lugar nacional, con una tasa de 8.9 suicidios por cada cien mil habitantes. A pesar de la disminución, la tasa de la entidad es mayor al promedio nacional, que se ubica en 6.8 suicidios por cada cien mil habitantes. Esta vez, con 8 mil 837 suicidios en el país, los estados con mayor cantidad de casos fueron Chihuahua, Yucatán, Campeche, Aguascalientes, Coahuila, Quintana Roo, Durango y Sonora.
De las personas que se quitaron la vida en Querétaro, más del 83 por ciento fueron hombres y el 16.5 por ciento mujeres. En los hombres, las formas de suicidio comunes son el ahorcamiento, estrangulamiento o sofocación; el disparo de arma de fuego, el envenenamiento, que implica drogas, alcohol, sustancias químicas o nocivas, y “otras causas” aparecen con muy bajo uso.
En el caso de las mujeres, el arma de fuego no fue una manera utilizada para el suicidio. Dentro de la categoría “otras causas”, se engloban el ahogamiento y la sumersión; el humo, fuego y llamas; los objetos cortantes, saltar desde un lugar elevado, arrojarse o colocarse delante de un objeto en movimiento, colisión de vehículo de motor y otros medios no especificados.
Aunque cada vez hay más jóvenes, adolescentes y niños que recurren el suicido, es un hecho que los adultos hombres son los que tienen una mayor tasa suicida. La académica e investigadora de la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ) Pamela Garbus puntualizó que “los hombres intentan menos, pero son más efectivos, y las mujeres tienen más intentos. El factor número uno para el suicidio es haber tenido un intento antes, por eso todo se tiene que atender”.
Respecto al hecho de que los hombres se suicidan más, la experta aclaró que cada caso es distinto y el tema es muy complejo, pero, en términos generales, las problemáticas de los hombres se asocian más a la falta de control de impulso, a la falta de verbalización o de conexión con sus emociones, así que cuando tocan fondo lo hacen “muy severamente”.
“Esto es algo que se va cambiando. Empieza a ser un poco más natural hablar de salud mental y los hombres empiezan a compartir algo de eso, los jóvenes hombres tienen más posibilidades de hablar de que no se sienten bien”.
En el caso de las mujeres, en general tienen mayores índices de depresión y problemáticas internas que viven en silencio, contrario a los hombres, que tienen conductas externalizantes relacionadas con la resolución inmediata, con “ir del uno al cien en 30 segundos. Esto no quiere decir que todas las mujeres o todos los hombres son así, sino que a grandes rasgos hablamos de algunas cuestiones que hemos encontrado en términos de género”.
Salud mental frente a la situación económica, violencia y desesperanza
Garbus advirtió que cuando se habla de salud mental, en México y en todo el mundo “siempre vamos dos pasos atrás. Lo que hacemos es tapar el hoyo que se nos presenta porque todos los programas, en general, se destinan a resolver problemas enormes, urgentes y sumamente sensibles”.
Esto quedó claro con la pandemia por Covid-19, que se convirtió en un gran laboratorio en materia de salud mental, porque el confinamiento y las muertes que ocasionó el virus generó emociones adversas. “Lo que ocurrió también es que se puso sobre la mesa algo que se dice desde hace 50 años, que es necesario cambiar los esquemas de abordaje en esta materia”.
Explicó que en una sociedad que ya tiene rezagos, una brecha enorme en la atención oportuna de estas problemáticas y sin cultura de promoción y prevención, “no sólo no estábamos preparados para la pandemia, sino que llegamos mal a esa situación”.
Aunque hubo un aumento de problemáticas, también se visibilizaron situaciones que antes pasaban desapercibidas en términos de política pública, como el hecho de que alrededor del 3 por ciento del presupuesto público que se invierte en salud en México se destina a la salud mental, y con ese dinero se deben diseñar todas las acciones, incluso frente a escenarios como las pandemias.
“Podemos ver que en 2020 y 2021 la tasa de suicidios en México fue de 6.2 y de 6.5, respectivamente, sobre 100 mil habitantes. En 2017 la tasa era de 5.26, estamos hablando que aumentó, en tres años, más de un punto y pico, que es muchísimo para una tasa tan sensible. En 2022 no bajó y en 2023 la tasa aumentó. Los efectos de la pandemia no se acaban, la destrucción del lazo social y de las condiciones socioeconómicas y de vida siguen siendo determinantes en términos de salud mental y de la conducta suicida y la no atención genera, como bola de nieve, exponencialmente, un aumento”, dijo la especialista.
La salud mental es multidimensional, es decir, no tienen una sola causa “y menos la conducta suicida. Puede haber idea de muerte con problemas de salud mental y puede haber salud mental sin problemas con ideas de muerte, pero también puede haber ideas de muerte que coincidan o no con situaciones de enfermedad mental. Lo que sí se sabe es que existe un factor psicosocial asociado”.
La pregunta más importante es entender por qué sigue en aumento la tasa suicida, que hoy puede tener una explicación en los efectos post pandémicos, que dejaron varios problemas psicosociales sin resolver, pero también cuestiones como la situación económica, violencia y desesperanza, entre otras.
La relación multicausal de la ideación suicida explica por qué no importó si más del 64 por ciento de las personas que se quitaron la vida en el país tenían un empleo, porque no basta con el tema económico, y tener un trabajo no necesariamente resuelve todas las necesidades de la familia.
Así puede entenderse que, en 2022, las personas de entre 15 y 34 años representaron el 51.9 por ciento de quienes se suicidaron; un año más tarde, la cifra subió a 52.6 por ciento, porque “cada vez el suicidio es un tema que se va instalando en poblaciones más jóvenes y nos debe alarmar mucho”. Una de las posibles explicaciones a esta situación es que la desesperanza aumenta, sobre todo por la ruptura del tejido social, que ya tiene muchos años.
Como ejemplo de lo que sucede entre las poblaciones jóvenes, la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim) informó que la tasa de las defunciones por suicidio entre población de 10 a 17 años aumentó; el pico más alto fue en 2020, cuando llegó a 4.2, y ahora bajó a 3.9 por ciento en el país. Ese mismo año, añadió Garbus, Querétaro se ubicó por arriba de la media nacional en suicidios en ese rango de edad, con una tasa de 6.9 por ciento.
No culpar a las familias y cuestiones de género, temas a discusión
Pamela Garbus se pronunció por empezar a derribar los mitos alrededor del suicidio, como dejar de pensar que quien va a tener una conducta suicida “nos avisa”. Esto es importante, subrayó, porque las familias de las personas que intentaron quitarse la vida o que lo lograron “viven situaciones de inmensa angustia. Lo que menos queremos es cargar con el dedo acusador de que se deberían haber dado cuenta”.
Entre los mitos, aparece la idea de que quien avisa sus intenciones no lo va a hacer. Cada vez que alguien exprese esta intención, “hay que escuchar y hay que pedir ayuda con un profesional. Siempre que alguien dice algo, hay que creerle. Después vemos, pero no se puede subestimar”.
Asimismo, todavía se piensa que hablar de suicidio “da ideas”, pero esto no aumenta la probabilidad y ayuda a la persona sufriente que todavía no está en condiciones de hablar; sirve preguntar si han tenido ideas de muerte. “Cuando alguien ve a una persona muy triste, que cambió su ritmo de vida, que dejó de disfrutar cosas, que aumenta o baja mucho de peso, que se aísla, que deja de frecuentar sus espacios, ayuda tener una plática sensible para escuchar qué pasa, sin necesidad de que nos den detalles. No se trata de entender, sino de escuchar”.
Para la coordinadora de la maestría en salud mental de la infancia y la adolescencia en la UAQ Campus San Juan del Río, además de preguntar, se debe acompañar a la persona sufriente con un especialista.
Actualmente, insistió, se habla mucho de salud mental, pero “trabajamos poco en espacios comunitarios para la promoción de esa salud”. Esto se debe a que se trabaja de manera aislada y las políticas públicas todavía no dan resultados prácticos en programas concretos, ya que se necesita asumir que la salud mental es una problemática intersectorial, interdisciplinaria y de intersaberes, que implica la colaboración de todas las áreas y todos los niveles para resolver la situación.
“La salud mental es un tema de todos, seguimos pensando que es un tema de psicólogos y psiquiatras, y seguimos pensando que los psicólogos sólo podemos intervenir de uno a uno en un espacio terapéutico. Sí hay mucha necesidad de eso, pero necesitamos hacer consciencia de que hay que fortalecer los programas de salud mental comunitarios, involucrar a las comunidades en cómo acompañar a otro que sufre, y cómo pedir ayuda a especialistas y que los especialistas estén cercanos”.
Sin Dios no hay plenitud en el hombre.
Pasa que hemos dejado de escucharlo.
El es el.maestro de la resiliencia, lo despreciamos y nos ama, le hemos matado y nos sigue dando el sol cada día.
” por tanto el que me oye y hace lo que le digo, es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca. Vino la lluvia, crecieron los ríos y soplaron los vientos contra la casa pero no cayó, porque tenía su base sobre la roca. Pero el que me oye y no hace lo que le digo, es como un tonto que construyó su casa sobre la arena. Vino la lluvia, crecieron los ríos, soplaron los vientos y la casa se vino abajo.
Fue un gran desastre!
MT. 7, 24-27