Autoría de 4:16 pm Tec de Monterrey: Investigación transformadora

Hacia un urbanismo social – Mariana Covarrubias Castro

Me gusta tomar taxis porque aprendo de la ciudad desde una velocidad, perspectiva y extensión a las que normalmente, como suelo andar o rodar, no tengo acceso. Quienes manejan taxis tienen un sentir especial de las ciudades. Posiblemente la recorran más que cualquiera urbanista, alcalde, o alcaldesa; además, lo hacen compartiendo caminos de otras personas.

Durante el tiempo de más álgido tráfico por las obras de 5 F, pasaron dos cosas que llevaron a otra. Una, que mis conversaciones de taxi se extendieron como los tiempos de trayecto; otra, que los impactos de la forma urbana se intensificaron e igual las emociones en respuesta. En consecuencia, estas conversaciones fueron más profundas y apasionadas.

Seguido en estas escuchaba que a la ciudad le faltaba planeación o que estaba mal planeada. “Pero sabes qué, —respondía emocionada— lo peor es que sí está planeada, pero muchas veces no se sigue el plan”; quizás, inconscientemente defendiendo mi gremio, el urbanismo, seguía: “estos planes, por ley, deben ser participativos, escuchar a la gente, y esto se hace unas veces mejor que otras por diferentes causas… pero luego hay voces que se escuchan más y estas dirigen el crecimiento de la ciudad hacia intereses particulares”. Continuaba, sin saber si esto le interesaba o si estaba siendo clara, “y lo peor es que una vez que el plan se publica, y pudiendo no estar tan mal, lo cambian. Los cambios de uso de suelo son legales, pero muchas veces perjudiciales. Por ejemplo, dejan hacer casas donde no debería de haber: lejísimos, o encima de un área natural que debería ser protegida”.

Hoy empezaría por decirle: “tiene razón, la ciudad está mal planificada”. Porque la ciudad no considera las necesidades de todas las vidas que alberga, ni siquiera las humanas. Porque una ciudad es infinidad de ciudades —dependiendo en dónde se viva (en una zona bien equipada, o desconectada del transporte público) o de quién la viva (desde la perspectiva de una infancia, a la velocidad de un adulto mayor, o con los riesgos que amenazan a una joven sólo por ser mujer y su edad)—, y actualmente la ciudad satisface sólo algunas necesidades de ciertos grupos y en ciertos espacios. Además, queda pensar en los espacios y las condiciones a las que relegamos a vegetales, animales, hongos y otras formas de vida diminutas y fundamentales para el bienestar ecosistémico.

Luego le compartiría la convicción con la que salí tras el curso de urbanismo social para construir ciudades humanas, en el que por tres días reflexionamos sobre caminos hacia ciudades justas. “Sabes, pienso que, para hacer ciudades justas y agradables, falta escuchar todas las voces que la habitan. Y para eso creo que hay dos vías: que quienes toman las decisiones urbanas afinen el oído para escuchar con sensibilidad, o que todas las voces que no son escuchadas hablen más fuerte y claro”.

O las dos, me podría decir la taxista, y estaría de acuerdo: si cada uno toma su vía nos encontraremos más rápido y nos saludaríamos con gusto al reconocernos.

Mariana Covarrubias Castro es profesora de la Escuela de Arquitectura Arte y Diseño del Tec de Monterrey Campus Querétaro: (https://x.com/covarrubiasmc)

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Last modified: 22 septiembre, 2024
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