Circula en redes sociales una narración interesante sobre un obrero que, tras toda una semana de trabajo, al hacer el último recorrido de supervisión del sábado, accidentalmente se queda encerrado en una de las bodegas de refrigeración de una fábrica, sin posibilidad de comunicarse y sabiendo que no habría ningún operador de esa área hasta el lunes.
Resignado, buscó un rincón para intentar pasar las frías y largas horas que le esperaban. Al caer la noche, inesperadamente escuchó el ruido de unas llaves y notó que la puerta se abría; era el guardia de seguridad de la fábrica.
—¿Cómo supiste que estaba aquí? —preguntó sorprendido y tiritando.
—Aunque nunca hemos hablado, eres de los pocos compañeros que me da los buenos días y de los pocos que se despide. Esta mañana me saludaste y me pareció extraño no verte salir, los turnos fueron terminando y pensé que algo pudo haberte pasado —respondió el guardia de seguridad.
Esta historia nos muestra la importancia de crear vínculos con las personas que nos rodean, pues algo tan simple como saludar a tus compañeros puede significar una gran diferencia.
Para el 2020, según datos del Inegi, hasta un 79 % de la población mexicana vivía en las zonas urbanas, eso representaba cerca de 100 millones de personas, sin embargo, en las ciudades ocurre un curioso fenómeno: los residentes no conocen a sus vecinos. Mientras ignoran los nombres de las personas que viven en su misma calle, recorren largas distancias para visitar a sus seres queridos.
¿Por qué se ha dado ese fenómeno de alienación dentro de las zonas urbanas?
El ajetreado estilo de vida moderno ha forzado a muchas personas a pasar cada vez menos tiempo en sus hogares, llegando a casa sólo para dormir, asearse y, en algunos casos, disfrutar de los sagrados alimentos; esta realidad cotidiana de la población deja barrios o colonias enteras deshabitadas la mayor parte del día, pues sus residentes sólo pueden volver tarde, hasta después de las arduas jornadas diarias.
Si el tiempo en casa ya resulta ser limitado, el tiempo que se puede dedicar al barrio es más escaso aún. Quienes ya tienen cierta edad podrán recordar que en su infancia era común encontrar vecinos conversando afuera de la tiendita de la esquina, ver al párroco organizando alguna actividad para recaudar fondos en beneficio de alguna buena causa, celebrar festejos de los residentes de la cuadra y hasta salir a jugar en plena calle con los amigos que vivían cerca.
Los tiempos han cambiado, hoy en día es frecuente que los niños, e incluso los jóvenes y adultos, pasen su tiempo libre al frente de una pantalla, bien sea en las redes sociales del smartphone o en los servicios de streaming para ver series o películas. Ciertamente el Internet ofrece entretenimiento para todas las horas del día y, si a eso se le suma la facilidad con que se puede pedir comida y prácticamente todo tipo de productos a domicilio, hoy existe la receta perfecta para convertir en ermitaño a cualquiera.
¿Se puede romper con el distanciamiento moderno entre vecinos?
Existen pequeños actos que pueden hacer la diferencia, ejemplos sencillos como regalar una sonrisa o un simple saludo cuando te encuentras al vecino puede servir para romper el hielo, después puede llegar el intercambio de puntos de vista sobre el vecindario o conversar sobre deportes, clima, música, trabajo, aficiones, etcétera; después de todo, es probable que los encuentros sean fortuitos, pero siempre es mejor conocer a quienes viven cerca. En ocasiones, se puede correr con la buena suerte de crear nuevas amistades.
Generar lazos con los vecinos puede representar la oportunidad de hacer comunidad, esto podría beneficiar la convivencia, encontrar espacios de apoyo y, además, construir un entorno más seguro. Conocer y relacionarse con los vecinos puede llegar a establecer un sentido de responsabilidad compartido, impactando directa e indirectamente de manera positiva en la seguridad y el bienestar de quienes habitan la zona.
Si el apreciable lector quiere vivir en un entorno más limpio, seguro y armónico dentro de su propia calle, barrio o colonia, siempre podrá iniciar con algunas de las pequeñas acciones de convivencia ya mencionadas y, desde luego, invitar a los demás miembros de la familia a que hagan lo mismo de una manera empática y cívica.
Actos sencillos como saludar y despedirse pueden ser tan importantes que llegan a salvar vidas.
Convivencia es, ante todo, compartir, participar en la vida ajena y hacer participar al otro en la propia.
Enrique Rojas