Cuando los científicos advierten que se acerca una catástrofe más vale ponerse a resguardo. La humanidad, ahora lastimada por el paso de los recientes huracanes, fue avisada claramente, y desde hace mucho tiempo, de lo que se estaba gestando.
Tal y como me permití recordar en mi libro Aprender a decrecer, desde los primeros informes del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) se estableció que, si no se reducían significativamente las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), en las décadas venideras se incrementaría la frecuencia e intensidad de todos los fenómenos hidrometeorológicos:
Según el Informe Especial sobre el Calentamiento Global de 1.5 grados presentado por el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés) el 7 de octubre del 2018 en Incheon, Corea del Sur (Leahy, 2018), las consecuencias y costos de no realizar las acciones necesarias para mitigar el cambio climático serán mucho más graves que los referidos en la Cumbre de París (2015). Podrían alcanzarse dos grados Celsius más (respecto a épocas preindustriales) antes del 2040 y, llegado a ese punto, las peores consecuencias del fenómeno serán inerciales. Si no implementamos ya –y a escala global— las medidas de reducción de gases de efecto invernadero (GEI)[1] que la humanidad arroja por toneladas a la atmósfera desde el inicio de la era industrial, alcanzaremos el tipping point (el punto de no retorno respecto al fenómeno) en el 2030.
Pasado ese límite todas las medidas que implementemos serán inútiles[2]. Hace apenas unos meses, la EASAC[3], una agencia europea dedicada a monitorear la situación ambiental de su región y el mundo, publicó un informe donde deja claro que para tal grupo de academias ya no hay duda alguna: el calentamiento global antropogénico ha generado un incremento sostenido de los fenómenos hidrometeorológicos: las inundaciones europeas se han cuadruplicado desde 1980 y casi lo mismo ha ocurrido con las ondas de calor y los incendios forestales. Y si ampliamos la escala nos encontramos con que en el resto del planeta la situación no es diferente; se han incrementado las sequías, inundaciones, ondas de calor y demás, todo ello ocasionando un incremento creciente de refugiados ambientales, los cuales ya desestabilizan naciones –el caso de Siria— y no tardarán en propagar el malestar a prácticamente todo el globo. El informe de la EASAC indica también que las consecuencias de la falta de conciencia ambiental humana serán muy costosas: por poner sólo un ejemplo, las pérdidas económicas derivadas de las tormentas ¡se han duplicado en sólo 35 años!
Las predicciones de hace décadas son ahora realidades: hace apenas una semana el huracán John azotó las costas del occidente de México, dañando la infraestructura de un puerto de Acapulco que aún no se recuperaba de los daños generados por Otis el año pasado. La península de Yucatán apenas libró un huracán Milton que golpeó directamente —aunque con fuerza un poco menor— al centro de Florida, dejando a su paso, sin embargo, destrucción y muerte en una vasta región.
Afortunadamente, los medios ya no dicen que se trata de “fenómenos naturales”, sino que derivan del “calentamiento global”… Aunque deberían sumar esa otra palabrita que nuestro amigo, el Dr. Antonio Sarmiento, siempre nos recuerda: “Antropogénico”.
El calentamiento global ¡es producido por nosotros! Son nuestras conductas ecocidas, realizadas desde hace décadas, las que son responsables de la devastación que ahora ocurre en Acapulco y Florida. Son nuestro extractivismo, consumismo y negacionismo los responsables directos de tanta muerte y devastación… ¿dónde está ahora Donald Trump, o los hermanos Cohen, o el senador James Inhofe y todos esos que decían que el calentamiento global antropogénico (CGA) era una mentira, un hoax? O, como escribió Trump en un tuit en el 2012: “el calentamiento global es un invento creado por los chinos para dañar a la manufactura americana”.
Es ese mismo Trump el que, tan pronto llegó a la presidencia de los EE. UU., interrumpió todo el apoyo de su gobierno a las numerosas instituciones de su país encargadas de mitigar o detener el CGA y que también abandonó el Acuerdo de París. Y ese retrasado está de nuevo compitiendo por la presidencia de su nación, todavía la más poderosa de la Tierra, es decir, la que debería liderar las mejores causas de la humanidad y que, desgraciadamente, ahora sólo está preocupada por hacer la guerra tanto comercial como militar.
Y el clima de la Tierra en los años venideros será peor: ya no se tratará solamente de ondas de calor, sequías, inundaciones, incendios forestales y ondas gélidas más frecuentes e intensas, sino de ¡la desestabilización del clima de toda la Tierra!
El ser humano, gracias a sus emisiones de gases de efecto invernadero, dará al traste a un recurso que, de tan constante y presente, nunca hemos sabido valorar: la maravillosa estabilidad climática lograda por la biosfera en los últimos milenios.
Tal desestabilización ya se está presentando en algunas regiones del globo: las naciones isleñas de Tonga, Tuvalú y Kiribati deben ser evacuadas, pues el mar las está devorando, las regiones antes “eternamente heladas” de Groenlandia, Siberia o Canadá se convierten en regiones templadas. Existen algunas naciones, entre las que se encuentra México, que son catalogadas como “muy vulnerables” al cambio climático, lo cual ya empezamos a notar por los terribles huracanes y las cada vez peores sequías. La desestabilización climática es un fenómeno que no dejará títere con cabeza y, cuando se instale, ocasionará hambre, muerte y destrucción por toda la Tierra.
Afortunadamente, tal y como indica el Club de Roma y el Potsdam-Institut für Klimafolgenforschung —entre muchos otros grupos y centros de investigación— aún está abierta la ventana de oportunidad para detener los peores efectos del CGA. Si logramos reducir a la mitad las emisiones de gases de efecto invernadero en el 2030, podremos ser capaces de anularlos en el 2050. Eso sí, requerimos de ciudadanos y tomadores de decisiones conscientes del problema y que sigan una agenda de sustitución del uso de combustibles fósiles por energías renovables (y ya no apostar por ampliar la industria petrolera, las carboeléctricas o las termoeléctricas), que obligue al cambio de los hábitos de consumo de la ciudadanía (comenzando por el dañino consumo de carne de ganado vacuno y siguiendo por el exceso de ropa de “comprar y tirar”) y aplique un extendido programa de educación ambiental bien estructurado y completo.
Todavía podemos detener los peores efectos del Calentamiento Global Antropogénico… ¿lo lograremos?
Cuernavaca, Morelos, 11 de octubre de 2024.
[1] Además del vapor de agua que ha permitido la vida sobre la Tierra, las cantidades crecientes de CO2, NOx y SOx, entre otros, están generando un sobrecalentamiento del planeta.
[2] Cfr. https://www.ipcc.ch/site/assets/uploads/2018/11/pr_181008_P48_spm_es.pdf
[3] Siglas en inglés del Consejo Consultivo de las Academias de Ciencias Europeas.
AQUÍ PUEDES LEER TODAS LAS ENTREGAS DE “ECOSOFÍA”, LA COLUMNA DE LUIS TAMAYO PARA LALUPA.MX
https://lalupa.mx/category/las-plumas-de-la-lupa/luis-tamayo-perez-ecosofia/
Querido Luis, una corrección sobre tu nota [1], los óxidos de azufre y nitrógeno, SOx y NOx respectivamente, no son gases de efecto invernadero, en su mayoría son los que provocan lluvia ácida y se les llama contaminantes criterio. El único óxido de nitrógeno que es un GEI es el óxido nitroso N2O generado principalmente por fertilizantes nitrogenados. Checa el INEGEI o Inventario Nacional de GEI publicado por el INECC. Saludos
La voracidad nos consume por vidas vacías de sentido que se entiquecerian si el tejido social se recuperará, nos tenemos que ocupar de la criminalidad y fraudes continuos que nos hacen desconfiar del vecino y ahí es donde podemos actuar, en ponernos a disposición del otro desnudo, enfermo, migrante, para como los hermosos corales aprovechar los recursos, lo que no quiere uno de los seres de ese hábitat o sus productos de desecho otro lo consume, son zonas de alta producción de oxígeno y limpieza de aguas, reforzar el tejido social, ser conscientes, por otro lado está la guerra ecocida y bombas explotando afectando aún más el equilibrio planetario y eso debe detenerse, somos inquilinos de esta Tierra no sus dueños.