Autoría de 1:51 pm Desde la UNAM

Trabajando para el olvido: El estrés laboral crónico como riesgo para el Alzheimer – Humberto Martínez y Sofía Yolanda Díaz

Para la gran mayoría, el trabajo representa el medio principal de obtención de recursos necesarios para mantenernos a nosotros mismos y a nuestras familias día con día. De hecho, nuestro trabajo puede llegar a ser tan indispensable que conservarlo puede convertirse en una tarea estresante.

El estrés por sí solo no es una enfermedad, si no que se trata de una respuesta natural en nuestro organismo que tiene la finalidad de ponernos en alerta para responder rápidamente ante situaciones de emergencia. A este tipo de estrés se le denomina positivo, el otro tipo es el estrés negativo, el cual nos hace sentir mal e incapaces de tomar acciones adecuadas, por lo que somos incapaces de realizar nuestras actividades cotidianas de manera lógica y eficiente[1].

Este tipo negativo de estrés es provocado muchas veces por las actividades en el trabajo, lo que afecta nuestro rendimiento y la manera en que nos desarrollamos profesionalmente, siendo este estrés laboral más común de lo que creemos. De acuerdo con datos recientes publicados en la revista Investigación Administrativa del Instituto Politécnico Nacional[2], el 60 % de los trabajadores mexicanos padecen de un grado elevado de estrés. Estas cifras resultan alarmantes, pues han llegado a posicionar a México como el país con mayor nivel de estrés relacionado con el trabajo. Como consecuencia de este modo de vida estresante, según encuestas en trabajadores, se determinó que presentaban señales de agotamiento (que incluye cansancio mental, emocional y físico), lo que contribuyó de forma importante a reducir su eficiencia y motivación en el trabajo.

Vivir bajo estrés laboral durante periodos largos de tiempo, provoca estrés crónico, que puede ocasionar dolor, pérdida de sueño, debilitamiento, falta de concentración, cambios emocionales, del apetito, y aumento en el consumo de sustancias nocivas, como el alcohol[3]. Si durante semanas se presentan de tres a cinco de estas características, es muy probable que exista un estado de estrés crónico.

La necesidad a nivel mundial de implementar medidas antiestrés se debe a la gran cantidad de enfermedades o problemas de salud ligados al estrés crónico. De acuerdo con información del Centro para el Estrés de la Universidad de Yale de Estados Unidos, el estrés crónico puede conducir a la aparición de enfermedades (hipertensión, cardiopatías, obesidad y diabetes), además de promover el consumo de sustancias adictivas u otro tipo de alteraciones conductuales, como el uso excesivo de internet, trastornos emocionales y de ansiedad3.

Las repercusiones que este tipo de problemas de salud tienen en nuestro cerebro son críticas, ya que varios de ellos incrementan el riesgo de padecer demencias como la enfermedad de Alzheimer[4]. Esta enfermedad se asocia al envejecimiento y es neurodegenerativa, ya que produce la muerte lenta y progresiva de las neuronas y con ello la afección de funciones cerebrales como el aprendizaje, la memoria o la capacidad para tomar decisiones. Afecta a más de 35 millones de personas mayores de 65 años en todo el mundo[5]. En México, se estima que 8 de cada 100 personas de la tercera edad padecen de Alzheimer[6]. Desafortunadamente, este problema de salud mental en nuestros adultos mayores se diagnostica de forma tardía, no tiene cura y los tratamientos disponibles a la fecha no han logrado detener con éxito el avance de la enfermedad en los pacientes. Por estas razones, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha clasificado a la enfermedad de Alzheimer como un problema de salud de atención prioritaria a nivel global.

Por otra parte, cuando mantenemos un estado de estrés crónico, contribuimos a acelerar nuestro envejecimiento y, por lo tanto, a una mayor probabilidad de desarrollar Alzheimer. ¿Pero cómo ocurre esto? La respuesta al estrés es regulada por el sistema neuroendocrino, el cual involucra la comunicación entre el cerebro con otros de nuestros órganos para producir hormonas que actúan como señal para el estrés, como el cortisol[7]. Durante un episodio de estrés, nuestro cerebro envía señales que promueven el aumento de cortisol en la sangre. Cuando este episodio de estrés termina, entonces los niveles de cortisol en sangre se normalizan. Conforme nos hacemos mayores, nuestro organismo se vuelve menos hábil para regular la respuesta al estrés. Esta situación favorece la acumulación de cortisol, por lo que sus efectos persistirán y favorecerán eventos inflamatorios, cambios en nuestros hábitos alimenticios, alteraciones del sueño y en la presión arterial. Eventualmente, este conjunto de cambios conducirá al envejecimiento prematuro de nuestras células, incluidas las del cerebro.

Al someter a nuestro cuerpo de forma constante a elevadas cargas de estrés, no solamente afectamos nuestra salud en el presente, sino que también la vulneramos al ataque de enfermedades en un futuro. Trabajar arduamente puede brindarnos solución a nuestros problemas económicos, o también acelerar el logro de nuestras metas. Uno esperaría entonces que dichos esfuerzos nos permitan alcanzar un estado de plenitud para el momento de la jubilación. Sin embargo, no tomar en cuenta los efectos del estrés crónico laboral sobre nuestra salud mental podría sorprendernos de manera infortunada en la vejez, por ejemplo, padeciendo enfermedades como el Alzheimer.

A partir de esta información, surge un mensaje importante. De vez en cuando hay que detenernos un momento para razonar aquello que nos ocasiona estrés en el trabajo y ver la manera de evitarlo. Sin embargo, este ejercicio no debe solamente considerarse para mejorar el rendimiento laboral, si no para valorar sus efectos sobre la salud. Las enfermedades como el Alzheimer pueden borrar de nuestras mentes todo aquello que logramos con tanto esfuerzo, todas nuestras vivencias, las personas que conocimos, los aplausos y elogios recibidos por cumplir las metas propuestas en nuestras vidas. En pocas palabras, a través del estrés laboral crónico, trabajamos para el olvido.


[1] Secretaría de Salud. Guía de Gestión del Estrés 2022 https://www.gob.mx/cms/uploads/attachment/file/816626/Guia_Gestion_Estres.pdf

[2] Núñez-Ramírez MA, Garduño-Realivazquez KA, Amarillas-Ibarra PR. (2023). Burnout y compromiso antes y en el confinamiento del COVID-19. Investigación administrativa, 52(132), 00004.

[3] Chronic stress. Yale Medicine. https://www.yalemedicine.org/conditions/stress-disorder#:~:text=Chronic%20stress%20is%20linked%20to,Type%20II%20diabetes%2C%20and%20arthritis

[4] Alzheimer’s Association. What Are the Causes and Risk Factors of Alzheimer’s and Other Dementias? https://www.alz.org/alzheimers-dementia/what-is-alzheimers/causes-and-risk-factors?lang=en-US

[5] WHO (2023). Demencia. https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/dementia

[6] Juarez-Cedillo T, Gonzelez-Figueroa E, Gutierez-Gutierez L, Aguilar-Navarro SG, Garcia-Cruz JC, Escobedo de la Peña J, Suerna-Hernandez A. Prevalence of Dementia and Main Subtypes in Mexico: The Study on Aging and Dementia in Mexico (SADEM). J Alzheimers Dis. 2022, 89(3), 931-941. doi: 10.3233/JAD-220012.

[7] Ávila-Villanueva M, Gómez-Ramírez J, Maestú F, Venero C, Ávila J, Fernández-Blázquez MA. The Role of Chronic Stress as a Trigger for the Alzheimer Disease Continuum. Front Aging Neurosci. 2020, 12, 561504. doi: 10.3389/fnagi.2020.561504.

El doctor Humberto Martínez Orozco y la doctora Sofía Yolanda Díaz Miranda son investigadores del Departamento de Neurobiología del Desarrollo y Neurofisiología, del Instituto de Neurobiología, UNAM Campus Juriquilla

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Last modified: 20 octubre, 2024
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