Autoría de 3:13 pm Memorias Peregrinas - Andrés Garrido

El Querétaro partidista – Andrés Garrido del Toral

Luego del ejercicio de la semana anterior, donde ubique a famosos de la historia nacional y local en algún partido político contemporáneo, ahora haremos el ejercicio literario político al revés: pondremos a los personajes de la política actual en un contexto político de la historia.

Empecemos con Alejandro Ochoa, alcalde colonense, que seguramente hubiera sido Antonio López de Santa Anna por aquello de que le gustaban al viejo dictador bipolar las jovencitas, las reelecciones, las peleas de gallos, el alcohol sin medida, aparecer solamente en momentos de lucimiento personal y dejar a sus subordinados las tareas ingratas de la vida gubernamental, así como candidatearse lo mismo por federalistas que por centralistas. Recordemos que Ochoa era priísta afecto a Hugo Cabrera Ruiz y después fue candidato externo del PAN desde donde se reeligió…

Al ínclito amigo de sus compañeras de la Secundaria 1, Alejandro Delgado Oscoy, quien apareció en videos de sus fiestas generacionales bailando muy pegado con sus compañeritas, casi tamalada y no lambada, le queda perfectamente el papel del lascivo Maximino Ávila Camacho. En la lambada la danza es una paseada de chile; en la tamalada el chile es por dentro.

A mi amigo financiero Manuel Alcocer Gamba lo identifico con Miguel Lerdo de Tejada por lo pulcro de su manejo hacendario, aunque no por ideología, ya que don Miguel era todo lo contrario a los panistas en aquello de ser autor de la principal Ley de Reforma: la que obligaba a la Iglesia y corporaciones civiles a vender todas sus propiedades. A Alfonso Camacho González lo relaciono con Sebastián Lerdo de Tejada por aquello de eterno solterón y bajito de estatura. A Roberto Loyola Vera y a Chucho Rodríguez los veo como unos tipos sobrios, templados y continentes de la Reforma, mientras que a Francisco Garrido Patrón lo miro encarnado en José Manuel Hidalgo, aquel señorito perjumado que se metió a la corte francesa para ofrecer el dizque trono mexicano. A Manuel Pozo Cabrera lo siento como Santos Degollado por aquello de ser héroe de las derrotas.

Al valiente y perseguido de los gobiernos conservadores, Sergio Arturo Venegas Alarcón lo imagino como Francisco Zarco, y a sus compañeros de la mesa 34 del restaurante 1810 los encarno en los conspiradores de Querétaro. A Ignacio Loyola Vera lo catalogo como un cruzado o Macabeo, como Miguel Miramón, mientras que al muy respetable y religioso de Simón Guerrero lo veo encarnado en Tomás Mejía. Al descuidado y genio poeta de Salvador Alcocer me lo imaginaba como Guillermo Prieto, pero al poeta Federico Cervantes y a su eterna amargura etílica lo relacioné siempre con Fernando Pessoa.

Al eterno maestro Carlos Alcántara Ordaz siempre lo identifiqué con José María Iglesias o con Ezequiel Montes Ledesma, mientras que Víctor Perrusquía Nieves siempre fue Emiliano Zapata para mí por aquello del aguardiente y las damas chinas. Al muy serio e inescrutable Alfredo Botello Montes lo comparo con el líder anti reformista Félix Zuloaga, al mismo tiempo que veo en Marcos Aguilar Vega al jurista Teodosio Lares.

Por la cerrazón mental e ideológica, veo en Elsa Méndez a Isabel la Católica, y a Elvia Carrillo Puerto la miro encarnada en mi amiga Ana Bertha Silva Solórzano. Al muy científico de Gilberto Herrera Ruiz lo veo como al genial Melchor Ocampo, mientras que al gran profesor guerrerense y cadereytense, Rafael Díaz González, lo comparé siempre con su paisano Ignacio Manuel Altamirano. Por su energía y talento Sonia Alcántara Magos hubiera sido la mejor amiga y consejera de La Corregidora, mientras que por su diplomacia y buenas maneras Enrique Burgos García hubiera sido Manuel Doblado o Matías Romero.

Mariano Palacios Alcocer hubiera encarnado fácilmente en José María Luis Mora o Ignacio Ramírez “El Nigromante”, mientras que Alfredo V. Bonfil es de fácil comparación con Felipe Carrillo Puerto. Don Fernando Díaz Ramírez podía ser con toda autoridad un santón conservador como Lucas Alamán, mientras que el pensante de Inocencio Reyes Ruiz no hubiera tenido problemas para ser Justo Sierra o Ignacio Manuel Altamirano. Por llorón y sentimental, mi compadre Lupe Martínez Martínez fácilmente sería Pancho Villa, mientras que el bravucón y naco de Fernández Noroña se transmutaría en el asesino descerebrado de Rodolfo Fierro.

Manuel Bartlett se me figura José Stalin y don Fernando Gutiérrez Barrios a Fouché. El mártir y a la vez victimario de Monreal parece el héroe reformista y enemigo de Juárez, el ambicioso Jesús González Ortega.

Al borracho, drogadicto, traidor y asesino de Victoriano Huerta sí me cuesta encontrarle un símil actual: ¿ustedes a quién proponen? Les vendo un puerco cirrótico y mariguano con cara de Victoriano Huerta.

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Last modified: 25 septiembre, 2021
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