En las últimas semanas han ocurrido dos hechos que me han dejado con escalofríos, el primero la detención de un asesino y caníbal; el segundo, el señalamiento de un gurú espiritual como líder de una secta sexual. En ambos casos las víctimas son mujeres. El primero ya está en la cárcel, el segundo, su rostro se volvió viral en internet y de ahí pasó a ser tema central en foros de análisis y crítica en muchos medios, y al parecer ya comenzaron las investigaciones.
El año pasado, cuando todo se volcó al internet, vi en las redes el surgimiento (o se hicieron visibles) de perfiles relacionados con la espiritualidad, meditación, yoga, etcétera. Y caí en varias charlas, algunas muy interesantes, pero de pronto empecé a fijarme más en los comentarios del público que en lo que decían los ponentes. Hasta que caí en cuenta de algo: todas eran (éramos) mujeres. Y en la mayoría había temas relacionados: matrimonios al borde del divorcio, o ya con la separación definitiva, y mujeres en busca del amor.
En la mayoría, también hablaban de métodos para atender tal problemática: amor propio, desapego, soltar, tener actividades alternas fuera de casa y el trabajo, fijarte metas personales y profesionales, entre otras. Nada nuevo.
El escalofrío me da al pensar que por ser mujer, por tener necesidades, carencias, o ser vulnerable emocionalmente, alguien pueda abusar.
Aunque esta problemática no es nueva ni exclusiva de nuestro país, a lo largo de la historia a la mujer se le ha tomado como imagen o blanco, para todo tipo de atrocidades.
No sé qué más decir. No encuentro ni lógica ni explicaciones a estos hechos.
A la mente me viene un poema de Gioconda Belli, que comparto aquí para acompañarnos.
SI ERES UNA MUJER FUERTE
Si eres una mujer fuerte
protégete de las alimañas que querrán
almorzar tu corazón.
Ellas usan todos los disfraces de los carnavales de la tierra:
se visten como culpas, como oportunidades, como precios que hay que pagar.
Te hurgan el alma; meten el barreno de sus miradas o sus llantos
hasta lo más profundo del magma de tu esencia,
no para alumbrarse con tu fuego
sino para apagar la pasión
la erudición de tus fantasías.
Si eres una mujer fuerte
tienes que saber que el aire que te nutre
acarrea también parásitos, moscardones,
menudos insectos que buscarán alojarse en tu sangre
y nutrirse de cuanto es sólido y grande en ti.
No pierdas la compasión, pero témele a cuanto conduzca
a negarte la palabra, a esconder quién eres,
lo que te obligue a ablandarte
y te prometa un reino terrestre a cambio
de la sonrisa complaciente.
Si eres una mujer fuerte
prepárate para la batalla:
aprende a estar sola,
a dormir en la más absoluta oscuridad sin miedo,
a que nadie te tire sogas cuando ruja la tormenta,
a nadar contra corriente.
Entrénate en los oficios de la reflexión y el intelecto.
Lee, hazte el amor a ti misma, construye tu castillo,
rodéalo de fosos profundos,
pero hazle anchas puertas y ventanas.
Es menester que cultives enormes amistades,
que quienes te rodean y quieran sepan lo que eres,
que te hagas un círculo de hogueras y enciendas en el centro de tu habitación
una estufa siempre ardiente donde se mantenga el hervor de tus sueños.
Si eres una mujer fuerte
protégete con palabras y árboles
e invoca la memoria de mujeres antiguas.
Haz de saber que eres un campo magnético
hacia el que viajarán aullando los clavos herrumbados
y el óxido mortal de todos los naufragios.
Ampara, pero ampárate primero.
Guarda las distancias.
Constrúyete. Cuídate.
Atesora tu poder.
Defiéndelo.
Hazlo por ti.
Te lo pido en nombre de todas nosotras.
Gioconda Belli
(Nicaragua, 1948)