Estas palabras que leen son parte de la última columna del 2020. ¡Qué año! Hay quienes pronosticaron que el 2020 sería el año de la soledad. Si al inicio hubiera tenido tal información, me habría preparado más.
Hace unos días comencé a releer “Cien años de soledad”, de Gabriel García Márquez, novela publicada en el año 1967, en su primera edición. No recuerdo cuándo fue la primera vez que leí dicha novela, ni cuántas veces he vuelto al libro, algunas sólo para centrarme en ciertos capítulos. Y cada vez, me significa nuevas cosas.
En el primer capítulo, en una escena donde el gitano Melquíades llega a Macondo con un nuevo invento: el catalejo, el místico personaje advierte una verdad del futuro. “La ciencia ha eliminado las distancias. (…) Dentro de poco, el hombre podrá ver lo que ocurre en cualquier lugar de la tierra, sin moverse de su casa”.
Tal y como pasó en este 2020, que gran parte de las actividades presenciales se llevaron a internet. Las clases, obras de teatro, conciertos, charlas literarias, y algunos trabajos, se ejecutaron y apreciaron desde casa. Y aunque el internet no es un invento nuevo (plataformas on line para conferencias, juntas y clases ya se usaban) la obligación de fijar distancia por la pandemia del Covid-19, nos enfrentó a muchos utilizar estas herramientas por primera vez.
En este 2020, Rodrigo García Barcha, hijo del gran Gabo, dio más detalles de lo que será la versión en pantalla de Cien años de soledad, una de las máximas obras del escritor colombiano. La noticia ya lleva mucho tiempo en vuelo. Pero ahora ya hay un plan más concreto para su aterrizaje. Se verá por Netflix, se espera que su grabación sea en Colombia (si es posible) y en español.
García Barcha dice que todo libro es difícil de adaptar y que en el caso de las novelas de su padre, las versiones audiovisuales no han sido tan gloriosas, y eso en gran medida es por el respeto (quizá temor) que le tienen a la misma obra. Y es verdad, ¿cómo retratar la belleza de esta historia, los sueños, delirios, deseos y fantasmas? Ni siquiera Melquíades habría pensado tal cosa, ¿o sí?
Al ser una obra tan reconocida, en cada cabeza de sus lectores existe un Macondo único e inigualable. Pensar la historia en una visión común para todo ojo, es complejo. Las películas y series, así como causan pasión, provocan repulsión.
El mismo libro dice:
“Deslumbrada por tantas y tan maravillosas invenciones, la gente de Macondo no sabía por dónde empezar a asombrarse. Se trasnochaban contemplando las pálidas bombillas eléctricas alimentadas por la planta que llevó Aureliano Triste en el segundo viaje del tren, y cuyo obsesionante tumtum costó tiempo y trabajo acostumbrarse. Se indignaron con las imágenes vivas que el próspero comerciante don Bruno Crespi proyectaba en el teatro con taquillas de bocas de león, porque un personaje muerto y sepultado en una película, y por cuya desgraciase derramaron lágrimas de aflicción, reapareció vivo y convertido en árabe en la siguiente. El público, que pagaba dos centavos para compartir las vicisitudes de los personajes, no pudo soportar aquella burla inaudita y rompió la sillería”.
¿Qué pasará con esta serie? Sólo el futuro y Netflix, nos traerá la verdad. Aunque yo desde ahora les voy a recomendar leer ( o releer) Cien años de soledad.