Autoría de 5:48 am #Destacada, Los Especiales de La Lupa • 3 Comments

“Islandia, te he soñado largamente”

CRÓNICA: JOSÉ ANTONIO GURREA C. /LALUPA.MX

De las regiones de la hermosa tierra

que mi carne y su sombra han fatigado

eres la más remota y la más íntima…

Islandia, te he soñado largamente

desde aquella mañana en que mi padre

le dio al niño que he sido y que no ha muerto

una versión de la Vlsunga Saga.”

Jorge Luis Borges, “A Islandia”

Hella, Islandia.- Son casi 70 los turistas chinos que esa mañana de febrero (7 am) se arremolinan alrededor de las bandejas de comida y de las mesas del restaurante que ocupan casi en su totalidad. Muy lejos del sosiego que deberían significar unas vacaciones, estos viajantes se empujan, vociferan, se atragantan. Están ansiosos, y casi se arrebatan los alimentos. Tienen prisa, mucha prisa, pues sus autobuses parten a las 8 am, y a las 7:30 deben estar en el lobby del hotel con sus maletas listas, de acuerdo con las indicaciones de sus guías, tan neuróticos como ellos. Llegaron al hotel anoche, casi a las 20 horas, a bordo de tres camiones, y, hoy, ni 12 horas después, deben proseguir su periplo.

Los orientales son parte de un tour exprés, de esos “planeados” para recorrer, en unas cuantas horas, el mayor número de lugares posibles, No les ha dado tiempo de disfrutar ni asimilar el sitio que visitan cuando ya deben moverse a otros. Están saturados, están cansados. Ni siquiera se han recuperado del jet lag tras un viaje de ocho mil kilómetros y una diferencia de ocho horas. Son como zombies, y nada los conmueve. Han perdido la capacidad de asombro, como una noche antes, la de su llegada, ha quedado plenamente demostrado. [Mención aparte: después de dejar las maletas en sus respectivas habitaciones, cinco de ellos bajaron casi a trompicones en traje de baño buscando el jacuzzi del hotel. Esas son sus prioridades.]

El hotel donde nos encontramos se halla, literalmente, en medio de la nada, lejos de cualquier contaminación lumínica. Se trata de un lugar especialmente diseñado para observar auroras boreales (“Landhotel” es su nombre). En la recepción no sólo se ubica una enorme pantalla que transmite el contenido, en tiempo real, de dos webcams que apuntan al cielo (y que también están disponibles en el sitio de Internet del establecimiento). El alojamiento también cuenta con un servicio adicional: una llamada a la habitación en caso de que las luces del norte comiencen a bailar.

El Landhotel, en Hella

Esa noche, la de la llegada de los turistas “exprés”, pasan de las 22 horas y el comedor está a reventar. No sólo se encuentran los casi 70 chinos, también hay unos cuantos jóvenes coreanos —que lo mismo se toman selfies compulsivamente que fotografían los platillos antes de engullirlos—, un puñado de gringos obesos, una pareja de nórdicos de nacionalidad indefinida y piel sonrosada, así como el grupo con el que viajo integrado por cinco chilenos, dos mexicanos y un alemán de origen sirio, todos comandados por Pablo González Álvarez, un español originario de Asturias, propietario de https://alduexperience.com/, una pequeña agencia de viajes que organiza tours personalizados por Islandia, a años luz del turismo masificado.

Nos hallamos a mitad de la cena cuando una de las webcam registra una aurora boreal de mediana intensidad. “La aurora”, grito entusiasmado. De inmediato, los nueve integrantes del grupo dejamos los alimentos a medias y salimos a la carrera para no perdernos el espectáculo. La aurora, en un principio tímida, comienza a subir de intensidad, y la columna verde en forma de flama se hace cada vez más brillante y empieza a bailar en el cielo. En sólo unos minutos, ya no se trata de una columna, sino de cuatro o cinco que danzan frenéticamente en todo el firmamento. Algunos gritan y brincan alborozados mientras observan al cielo. Otros más sacan cámaras y celulares y registran el momento. Nadie siente el frío, mucho menos se acuerda de la cena.

Foto: Cristina Salas

Foto: Pablo González Álvarez

Foto: José Antonio Gurrea C.

Pasan 30, 40 minutos, y la intensidad de la aurora comienza a menguar. Todavía fascinados, entramos a proseguir con la cena, y es hasta ese momento cuando caemos en cuenta de que el cielo explotó y se rompió en pedazos, y sólo nosotros nueve salimos a observar esta magna representación de la naturaleza. En el comedor menos de la mitad de los orientales hacen sobremesa totalmente ajenos a la singular experiencia que acabamos de vivir. Los que ya no están seguramente duermen, pues mañana, con la neurosis a tope, tendrán que levantarse muy temprano para seguir “conociendo” lugares.

Surgen las preguntas: ¿para qué hospedarse en un hotel enfocado a las auroras boreales si ese caprichoso fenómeno —el mismo que durante siglos ha conmovido a millones de humanos—, nos les interesa? ¿Para qué viajar a Islandia, un lugar que ofrece experiencias únicas y nos ratifica la grandeza de nuestro planeta (y aun del universo) casi en cada rincón, si la prioridad es una tina de hidromasaje? ¿Dónde diablos, pues, ha quedado la capacidad de asombro de estos ciudadanos chinos? ¿Se han hecho insensibles a fuerza de viajar tanto (casi 100 millones de chinos viajaron por el mundo el año pasado y su gasto en el extranjero alcanzó los 196 mil 500 millones de dólares en 2023, una cifra superior a la de cualquier país), o ha sido el turismo exprés masificado el que ha acabado con esta habilidad y ya nada los sacude, los impresiona? Me siento anonadado.

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—”Islandia tiene 400 mil habitantes y recibió el año pasado tres millones de turistas”, suelta Pablo la cifra, para brindarnos contexto, apenas nos da la bienvenida en el Aeropuerto Internacional de Keflavík —a 50 kilómetros de Reikiavik, la capital— donde abordamos la Van Mercedes Benz que será nuestro hogar diurno durante una semana.

Pablo González Álvarez

—Impresionante. ¿Quieres decir que Islandia tiene casi ocho veces más turistas que habitantes? respondo sorprendido.

—Así lo señalan las estadísticas oficiales. —enfatiza Pablo, quien agrega un dato muy útil para dimensionar que ocurre en Islandia: Imaginate, es como si a México llegaran como turistas casi todos los habitantes de China.

En efecto, más allá de las cifras, en los próximos días coincidiremos con las masas de turistas frenéticos que desbordan lo mismo las cascadas Skógafoss y Gullfoss que el geiser Strokkur (sólo por poner tres ejemplos), sitios a los que muchos de estos viajantes masivos arriban, sacan el celular, se contosionan buscando la mejor selfie para el Instagram o el TikTok, y minutos más tarde, una vez logrado el objetivo, se retiran impetuosos a buscar una nueva selfie en algún otro lado.

Skógafoss. Foto: José Antonio Gurrea C.

¿Cómo fue que una isla remota, fría y casi despoblada —situada muy cerca del Círculo Polar Ártico y a sólo 280 kilómetros de Groenlandia—, pasara de la casi indiferencia mundial a estar de moda y convertirse en uno de los destinos turísticos más atractivos, con todos los pros pero también con los contras que esto conlleva?

The Blue Lagoon

Hay varios factores: de entrada, la grave crisis económica de 2018 trajó como una de sus consecuencias la devaluación de la corona, moneda que perdió un 70% de su valor, haciendo más accesible a Islandia, hasta ese momento un destino que se veía igual de remoto que ir al Polo Norte o a la Antartida (a donde, por cierto, ya están llegando turistas depredadores). Pero hubo un suceso decisivo: la erupción del volcán Eyjafjallajökull, en 2010, puso a esta isla en el mapa y atrajo a millones de viajeros aficionados al turismo de aventura. Eyjafjallajökull escupió 250 millones de metros cúbicos de ceniza volcánica que alcanzaron más de 11 kilómetros de altura (la altitud de crucero estándar a la que vuelan las aeronaves comerciales), provocando una nube de proporciones nunca vistas y la mayor parálisis de la historia de la aviación en Europa, pero también el interés y el entusiasmo de muchas personas que voltearon los ojos hacia Islandia. A esto hay que agregar la proliferación de aerolíneas de bajo costo que han implementando vuelos relativamente baratos a la isla desde varias partes del mundo.

Foto: José Antonio Gurrea C.

Con estas cifras de visitantes, el turismo se ha convertido en un pilar de la economía, por encima de la pesca. En 2023 aquel sector aportó 964 mil millones de coronas islandesas (aproximadamente 6 mil 860 millones de dólares estadounidenses), al Producto Interno Bruto de la isla. Esto representó casi un tercio de los ingresos anuales totales por exportaciones del país, y alrededor del 8.5% del PIB. De ese tamaño es la dependencia islandesa al turismo. Sin embargo, su acelerado crecimiento también plantea desafíos. Desde una burbuja inmobiliaria que afecta a la población local hasta una presión turística que desborda los servicios e infraestructuras nacionales, pues pese a las inversiones gubernamentales muchos lugares no están preparados para soportar a tanta gente. Y algo muy importante: eso conlleva a causar daños irreversibles al frágil ecosistema de la isla, único en el mundo.

Gullfoss. Foto: José Antonio Gurrea C.

Van dos botones de muestra: Hasta antes de 2015, el cañón Fjaðrárgljúfur era una de las joyas ocultas de Islandia. Ese año, sin embargo, fue utilizado para grabar un video de Justin Bieber. Los fans del cantante llegaron por miles a un sitio prácticamente virgen que no cuenta con infraestructura turística. Los senderos y la vegetación fueron severamente dañados, por lo que las autoridades se vieron obligadas, primero, a cerrarlo por temporadas y luego, en mayo pasado, a declararlo reserva natural por lo que se impondrán regulaciones más estrictas para su conservación.

Fjaðrárgljúfur

El segundo ejemplo: el cañón Studlagil —que tiene riscos pronunciados de basalto a los costados de un río glaciar— ha pasado de ser una rareza desconocida, a hacerse famoso por las cientos y cientos de fotos que pueden verse de él a través de las redes sociales. Sin embargo, al igual que Fjaðrárgljúfur no cuenta con infraestructura ni espacios de estacionamiento ni sanitarios, por lo que su entorno afronta grandes riesgos, al igual que los turistas que se aventuran en el lugar sin las más mínimas precauciones. En octubre del año pasado, una mujer murió, luego de resbalarse y caer cerca de este cañón.

Studlagil

De igual manera, en años recientes han sido numerosas las noticias sobre viajeros que se salen de la carretera y dañan la vida silvestre. De influencers que deterioran los glaciares para lograr “el mejor video”. También de turistas que arrancan el musgo, especialmente frágil y que es importante porque ayuda a prevenir la erosión del suelo, retiene el agua y la humedad y aloja muchos microorganismos. Y, aun de viajantes defecando por todas partes. El turismo masivo, entonces, se ha convertido en uno de los retos más preocupantes para lslandia, pues supone una enorme presión sobre la población local, el frágil entorno y una infraestructura que se halla en construcción.

Consciente de este desafío, y de que no hay que matar a la gallina de los huevos de oro, Pablo González Álvarez —quien en 2019 se convirtió en empresario turístico y fundó Aldu Experience— subraya que es necesario, en primer lugar, establecer una cuota a cada viajante extranjero. “Simplemente por entrar al país, vía aérea o marítima, hay que cobrarle a cada turista de 20 a 50 dólares estadounidenses, y que ese dinero se vaya directamente a parques nacionales y a conservación del país” [Hoy, los huéspedes de hotel pagan una tarifa nominal de 600 coronas —unos 4.50 dólares estadounidenses— con los que se recaudan fondos para programas de sostenibilidad.].

Pablo destaca la importancia de contar con al menos un guarda en todos los parques nacionales, en todos los sitios vulnerables, “para que los visitantes extranjeros cumplan con la ley, y se evite, como dicen en México, el valemadrismo. Por supuesto, que la mayoría de los turistas son respetuosos del entorno y la naturaleza, pero hay otros que no lo son. Para ellos deberían establecerse fuertes multas de mil o dos mil dólares para que haya un escarmiento”.

En respaldo a su propuesta recuerda que antes en Islandia se podía pernoctar en cualquier sitio. “Mucha gente dormía en el musgo, lo destrozaba. Dejaba su basura. Entonces se prohibió la acampada libre. Actualmente, si acampas en lugares no autorizados te puedes hacer acreedor a una buena multa. Una medida similar se podría poner en marcha para quien no respete la naturaleza”.

Pablo con Emilie Dohollo, su novia y socia de la empresa.

Antes de establecer Aldu Experience, Pablo —quien llegó a Islandia hace 13 años proveniente de España— trabajó en una granja, lavó platos, tendió camas y fue dependiente en una tienda de ropa. También laboró como guía en varias empresas previo a convertirse, primero, en freelance y después en dueño de su propio negocio. Lejos del turismo masificado, este asturiano que estudió química, pero que nunca ejerció, trabaja con grupos pequeños de 6 a 12 personas, y además de contar con los circuitos más populares, ofrece tours alternativos que otras agencias comúnmente no brindan como dar la vuelta completa a la isla en diez días, visitar granjas-invernaderos de tomates, o asistir al proceso de cocción de pan con energía geotermal proveniente del subsuelo.

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Trato de mantener el equilibrio luchando abiertamente contra el viento que, como con una mano invisible, me hincha la ropa, me empuja hacia la peligrosa playa y pone en riesgo mi estabilidad. La ventisca viene acompañada de nieve, pero no son copos, son balas congeladas. Siento su impacto en la parte de mi rostro que está descubierto. Por ello, camino con torpeza inclinado hacia adelante, las piernas separadas y la cabeza gacha. Volteo a mi alrededor y veo a mucha gente agarrándose a los que sea para no ser arrastrado. En esa batalla contra un viento en ráfagas que alcanza los 50 kilómetros por hora algunos no soportan y caen al suelo.

Rey­nisfjara. Foto: José Antonio Gurrea C.

Nos hallamos en la playa de Rey­nisfjara. Nuestro objetivo es admirar su inhóspita belleza (valga el oxímoron), con su arena negra de origen volcánico, sus extrañas columnas de basalto de forma hexagonal y sus rocas escarpadas que sobresalen del mar (no es casualidad que este lugar haya sido set de Juego de tronos, Star Wars y Star Trek). Sin embargo, no es posible acercanos mucho. En invierno son frecuentes las fuertes ventiscas como con la que nos topamos. Está documentado que en los últimos inviernos han muerto ahí al menos seis personas, quienes al estar en la playa fueron arrastradas por olas de hasta 40 metros.

Video: José Antonio Gurrea C.

Paisaje singular, como muchos de los que abundan en Islandia, las raras columnas de basalto de la playa están formadas por antigua lava enfriada y ese aspecto hexagonal deslumbra al visitante. Lo mismo ocurre con los impresionantes promontorios rocosos que se alzan en el mar.

La playa de Rey­nisfjara en verano

En el ingreso a la playa hay un semáforo, cuyos colores (verde, amarillo y rojo) señalan el nivel de peligro. El día de la visita la luz es amarilla, lo que indica que la marea está subiendo y que es peligroso acercarse, precisamente, a las columnas de basalto y a las cuevas que se forman en la base de los acantilados. Permanecemos alrededor de 15 o 20 minutos en la entrada de la playa, totalmente impactados por la fuerza de la naturaleza, y después, tambaleantes, volvemos sobre nuestros pasos.

Video: Pablo González Álvarez

Pero en Islandia, Rey­nisfjara no es la excepción, sino la regla. Quien se adentra en este país queda de inmediato seducido por la inusual y variada abundancia de estructuras y formas imposible de encontrar reunidas en una pequeña superficie similar a la de Cuba o Guatemala. Estas caprichosas figuras tienen su origen en la intensa actividad volcánica (18 montañas volcánicas han entrado en erupción desde la colonización del país en el año 900). Geológicamente, Islandia es muy joven: se comenzó a formar hace unos 20 millones de años (la edad de la Tierra se calcula en 4 mil 600 millones de años), a partir, precisamente, del vulcanismo de las placas tectónicas de Eurasia y América del Norte que atraviesan la isla y que se separan poco más de dos centímetros al año. La línea de fractura de ambas placas es visible en algunos lugares, como en el parque nacional de Thingvellir, donde se encuentra una grieta de cinco kilómetros de longitud, y hasta se puede bucear entre ambas placas en la grieta de Silfra, formada luego de un terremoto. Se habla mucho de Estambul y “la frontera invisible” entre Europa y Asia, pero en Islandia, Europa y América se pueden tocar literalmente con la mano.

El Puente entre Continentes une las dos placas tectónicas.  Se encuentra en la península de Reykjanes, en Sandvík. 

La actividad volcánica no sólo ha creado singulares paisajes montañosos, extrañas columnas, inacabables desiertos de cenizas y lava o playas de arena negra (un dato: los astronautas del proyecto Apolo se entrenaron en este país pues los científicos de la NASA hallaron que era lo más parecido a la superficie lunar), sino también piscinas y géiseres geotérmicos, con energía proveniente del calor interno de la Tierra, que en Islandia es cuatro veces mayor que en las demás regiones del planeta.  

Uno de los más populares géiseres es Strokkur, situado en la zona termal de Haukadalur, al sudoeste de la isla. Con media docena de erupciones cada hora, avienta su columna hirviente a 20 metros, y desplazó al Gran Geysir, que podía lanzar el agua hasta más de 80 metros en el aire, cuatro veces más que Strokkur. Lamentablemente, el Gran Geysir se encuentra inactivo a causa de desprendimientos internos en sus túneles y el lanzamiento de objetos y piedras por parte de algunos visitantes. De nuevo, el impacto negativo del turismo depredador.

Foto: José Antonio Gurrea c.

Video: José Antonio Gurrea C.

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En Islandia la energía geotérmica no sólo sirve para atraer turistas a Haukadalur, la zona de géiseres. Sus mas variados usos tienen que ver con generar calefacción (casi el 90% de los edificios se calientan de esa manera) o la cuarta parte de electricidad que consume el país. También se utiliza para cultivar plantas en invernadero… y para cocinar pan de centeno, durante siglos el único cereal que se encontraba disponible en la isla vía su importación desde Dinamarca, nación de la que Islandia fue colonia hasta 1944 (hay que recalcar que en la Islandia sólo el 20% de la tierra es cultivable).

En el lago Laugarvatn, a sólo una hora de la capital, se encuentra Laugarvatn Fontana, un moderno spa donde no sólo se ofrecen relajantes baños y saunas, también se mantiene una tradición ancestral: la cocción geotérmica del pan que consiste en hornearlo durante un día en una olla enterrada en el suelo, usando el calor de las aguas termales.

La masa se introduce en una olla de hierro con tapa y se traslada a la playa del lago, donde, con una pala, se hace un agujero de unos 30 cm de profundidad, mientras el hueco se va llenando de agua y salen vapores. La olla se coloca en el agujero, se vuelve a tapar creando un montículo y se coloca una piedra encima para poder hallarlo. 24 horas más tarde se desentierra la olla, se enfría con agua del lago y se abre para extraer el pan cocido a una temperatura de unos 95 ºC.

Foto. Rocío Ruiz

Ya en el vestíbulo del spa, el pan cocido se saca de la olla y se corta en rebanadas finas. Tras 24 horas enterrado bajo el suelo volcánico adquiere un sabor dulzón, jugoso y aromático a especias, muy diferente a cualquier pan probado antes. Se puede maridar con mantequilla artesanal, como lo acostumbran los islandeses, o también con salmón ahumado, trucha ártica, arenque o cordero. Y aunque es delicioso, hay que evitar el exceso pues puede provocar flatulencias. Su fama es tal que muchos lo conocen como “el pan del trueno”.

Fotos: Rocío Ruiz

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“Tierra de fuego y hielo”, reza la publicidad turística islandesa, y aunque se trata de un eslogan, hay que admitir que en este caso es muy afortunado: sol de medianoche en verano y auroras en invierno, zonas geotermales y glaciares, playas de arena negra tapizadas con trozos de hielo o blanca nieve, o, a la inversa, glaciares cubiertos de ceniza volcánica. Cierto: Islandia tiene más de 200 volcanes, muchos de ellos activos, pero también está ubicado en la latitud 64°08′N, a tiro de piedra del Círculo Polar Ártico, que se halla en la 66.5° N. De ahí, insisto, su singularidad. Ninguno de los otros 192 países del mundo cuenta con estas características.

La playa negra de Diamantes, famosa por los enormes fragmentos de icebergs que llegan a la orilla. Ceniza y hielo. Foto: Cristina Salas

Es precisamente en el lago Laugarvatn donde pudimos constatar el país de contrastes que es Islandia: se trata de un cuerpo de agua ubicado en una zona de manantiales volcánicos tan calientes que, como ya vimos, es posible cocinar pan, sin embargo, cuando visitamos el lugar, éste se encontraba aún congelado (aunque ya había comenzado el proceso de deshielo). Pese a su estado, cerca de la orilla brotaba del suelo vapor caliente y agua hirviendo. ¡Fuego y hielo, más allá de cualquier cliché! Tan impresionante, como el hecho de que debajo de varios glaciares se encuentren volcanes activos.

Video: José Antonio Gurrea C.

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¡Llegó el día! Pablo anuncia que la fuerza del viento ha descendido y que hoy hay condiciones para realizar la caminata glaciar, que originalmente había sido programada un día antes. El lugar elegido para llevarla a cabo es la lengua del glaciar Sólheimajökull, el cual forma parte, a su vez, de otro glaciar: el Mýrdalsjökull que, con 535 kilómetros cuadrados de superficie, es el cuarto más extenso de la isla.

En días anteriores habíamos tenido nuestros primeros encuentros cercanos con los glaciares: primero en la llamada playa de diamantes —un litoral repleto de icebergs que se han desprendido del glaciar Breiðamerkurjökull—, y luego en la cueva de hielo de Vatnajokull, situada en una de las lenguas del glaciar del mismo nombre, que con 7 mil 700 kilómetros cuadrados abarca más del 8 por ciento de la superficie total de Islandia. Sin embargo, hoy, cuando caminemos sobre el Sólheimajökull, habremos de sostener —parafraseando una vieja película de Steven Spielberg— un encuentro cercano “del tercer tipo”.

Entrada a la cueva de hielo de Vatnajokull. Foto: José Antonio Gurrea C.

La cueva de hielo, nuestro segundo encuentro cercano con un glaciar. Foto: Cristina Salas

Antes de descender de la camioneta, Pablo da indicaciones sobre el equipo que usaremos y explica que el hielo glaciar se forma a partir de la acumulación de sucesivas nevadas. Si la nieve no se derrite completamente en el verano, a medida que aumenta el espesor, la compactación provocada por el propio peso de la nieve, más la fusión y recongelación de los cristales, van transformado la nieve, que pierde porosidad y gana densidad. Se trata de un proceso que puede tardar miles de años. Más adelante, cuando termine la caminata, Pablo hablará de cambio climático y de glaciares condenados a la desaparición.

Los glaciares de Islandia son visibles desde el espacio

Descendemos de la Van, y aunque no hay viento, llueve intensamente (otro síntoma inequívoco del cambio climático: hasta hace un par de años febrero era mes de nieve, no de lluvia). No hemos comenzado la caminata, y apenas estamos “batallando” con el equipo: casco, arnes, piolet o bastón, botas y pantalones de senderismo, impermeable… (los crampones vendrán después) y ya estamos empapados hasta los huesos.

Recorremos un camino de aproximadamente 800 metros y llegamos al mirador desde donde se domina la entrada a la lengua del glaciar. Una de las cosas que llaman la atención son las manchas oscuras tanto sobre el glaciar como sobre los témpanos que flotan en la laguna. Se trata de ceniza volcánica. El Sólheimajökull se encuentra rodeado por volcanes activos, como el Eyjafjallajökull. Sí, el mismo que en 2010 generó un gran caos en los cielos de Europa, y que hizo voltear los ojos de miles de aventureros hacia este distante país. Las cenizas de las sucesivas erupciones se han depositando sobre el glaciar, creando extraños paisajes.

Foto: Rashad Boleh 

Antes de proseguir nos colocamos los crampones, unos dispositivos metálicos que se instalan debajo de las botas para mejorar la tracción sobre el hielo. Comenzamos la caminata glaciar. Avanzamos en fila, concentrados siguiendo a Pablo, quien encabeza la avanzada y va dando instrucciones. “Siganme todos. Hagamos una sola línea, hay que caminar con las piernas abiertas y un poco inclnados… claven con firmeza cada crampón en el hielo”. En la retaguardia se coloca Rashad Boleh, un agradable trotamundos alemán de origen sirio, quien se dedica a generar contenido digital y que tiene más de un millón de seguidores en Instagram.

Iniciada la caminata lo más extenuante es comenzar el ascenso al glaciar. Después, aunque el camino continua cuesta arriba, no es muy pronunciado. Pese a ello, aflora la inexperiencia y algunos de los integrantes del grupo se tambalean, parecen resbalar. Sin embargo, los crampones entran al rescate. Es necesario calcular cada paso, no dudar del equilibrio. Pablo, desde la avanzada, nos advierte de una zona con fisuras ocultas y nos pide rodear el área. Lo seguimos y, pronto, con mucha precaución, dejamos atrás ese sitio.

Foto: Pablo González Álvarez

Una hora más tarde llegamos a una meseta desde donde se domina la laguna glaciar. Pablo nos señala un punto blanco situado a varios kilómetros, y comenta con pesadumbre que en 2010 no había laguna y hasta ahí llegaba el glaciar. Acto seguido desgrana algunos datos para documentar el pesimismo: la lengua del Sólheimajökull mide aproximadamente 10 kilómetros de largo y entre uno y dos de ancho, pero retrocede 70 metros cada año, y de 1995 a la fecha ha perdido tres kilómetros.

—Mientras tanto la laguna, como consecuencia de ese deshielo, continúa creciendo —comenta alguien.

—Así es. Se calcula que tenga ya una profundidad de 60 metros. Es posible que debido al crecimiento de la laguna en poco tiempo sea imposible ingresar a este glaciar. Por eso los quise traer aquí. Quizá sea una de las últimas veces que puedo traer gente”. Pablo es contundente.

Foto: Cristina Salas

—¿Todos los glaciares de Islandia se encuentran en esta situación? —pregunta alguien más.

—Si Islandia sigue con su ritmo de deshielo debido al calentamiento global, en 100 o 200 años no quedará ni un solo glaciar en todo el país (de hecho, ya perdió a Okjokull, el sexto glaciar más grande de la isla que fue declarado oficialmente muerto e, incluso, se realizó un funeral simbólico en 2019).

Triste, cabizbajo, desciendo del glaciar en silencio. Tras conocer cual será su destino me da aprensión caminar sobre él y maltratarlo con mis crampones. Quisiera flotar, pero ante esa imposibilidad trato de andar incluso con más cuidado que antes. Minutos más tarde, al llegar al mirador me detengo de pronto, volteo y le doy un último vistazo al Sólheimajökull. El viaje terminará en un par de días, y quiero despedirme antes de que a mi y a él nos tape la noche.

Okjokull, el sexto glaciar más grande de la isla, fue declarado oficialmente muerto

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Last modified: 18 marzo, 2025
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