La pregunta puede llevarnos a caminar siempre entre halos fantasmales, pensar que escribir poesía es más fácil que terminar de forma perfecta un mueble a manos del ebanista, ni una rebaba, ni un solo grumo; y que, entre los dedos, no podamos sostener ni una esencia, la parte más fundamental para crear un poema, porque entre cada poema se va llevando la vida de quien lo escribe, el poeta va muriendo. Si no es de esa forma, en que va deja todo lo que es su vida en cada uno de sus textos, entonces será mejor que se dedique a otra cosa; el poeta sufre, escribe hasta ahogar cada una de las palabras, previo a mirar la realidad como lo va desvaneciendo. Pero es lo que menos debe importar. Pero aquel que mira todo como una especie que escurre como la hiel por entre muros, que no posee ni ideología ni vida de que va a escribir.
Hoy, en esta era de lo permisible, de lo que todo se les permite, “el poeta o la poeta”, (hoy cualquiera sustenta ese título sólo con aventar palabras y palabras sin sentido, de forma irresponsable), que se siente con capacidades inauditas al realizar mediante el uso indebido de la “metáfora”, esconde, como infante, el dulce que les es prohibido, versos que no se sostienen por lo laxo de su realidad. Una realidad que está en las lejanías de representar “por medio de bellas y sucintas palabras” las maneras de hablarle a la sociedad y, de cada uno, de sus componentes que le ha ido proporcionando la cultura y el trabajo para expresarse.
Poesía: esa voz desesperada, por habitar en su música el ritmo que va dejando al verse alejarse la piel o sentir su cercanía, mientras el corazón se amerita.
El idioma es la realidad inmediata del pensamiento y el que escribe poesía debe sostener con valentía cada una de las contradicciones que le habitan, para que al final de su aventura, es decir, al tomar el bolígrafo y mirar sin remordimiento su hoja en blanco (esa es la manera perfecta de escribir, ante un teclado sólo se transcribe) dejar que la música se adentre a lo profundo de su espíritu y doblegar cada palabra, así, de esa manera, estará trabajando con una flecha clavada en el corazón y su respirar será incontrolable, porque ya está poseído de su oficio.
Se puede escribir poesía con una corta visión de la realidad, es posible, lo que no se puede es la insoportable falta de no darse a entender, vacíos y más vacíos, así son los vicios que han sembrado aquellos suplantadores de versos que dan sólo vuelos en muchos “talleres de creación literaria”.

La pregunta de qué es la poesía nos lleva a imaginar palabras encalladas de belleza inaudita, de metáforas que abren de tajo la imaginación y nos la devuelve entre el acto de abstracción y suspicacia, a la realidad, esa que no había alcanzado a mirar. Pero, ¿la poesía es realidad? O simplemente es un juego de palabras. Versos y versos entrelazados por lo mínimo, como nervios que recorren de la punta del pie hasta el pensar, nos debe llevar a un holocausto, puede ser del amor, de la vida o de lo todo lo que toque la vida misma o alcance a mirar.
¡De qué callada manera
se me adentra usted sonriendo
como si fuera primavera!
(Yo muriendo) (fragmento)
Nicolás Guillén
Esto es poesía pura, oficio sin tachaduras, hay lógica poética, que la lógica, como tal no puede aspirar. Sólo quien escribe poesía puede llegar a ese terreno de la vetustez sintiendo que se le desgarra a uno el corazón por simplemente amar.
Pero hoy se van fraguando centenares de poemas en editoriales portentosas, como también las de nombre “independientes” con tal de allegarse unos cuantos pesos publican a “escritores” que sienten que la poesía es una vacuidad de imágenes, que se fugan, verso tras verso y las palabras tras esconder su falta de enfrentar la realidad, a su idioma y presentar la esencia, se caen por su misma falta de, no de oficio, sino el ir desfalleciendo entre cada verso.
El pan es pan y se puede representar de forma categórica, pero si se desea hacer poesía, hay que llevar la realidad hasta lo más recóndito del fogón y dejar que el idioma, vaya retomado aquello de lo que es y no es, evitar los sitios comunes y percibir su aroma como va lacerando cada glándula del hambre.
La poesía realiza una envoltura fonética, que mediante la gramática hace de la realidad una lógica que la propia lógica desconoce, utiliza las figuras de la retórica, los tropos del idioma (metáforas, sinécdoque, ironía) para nombrar y dar profundidad y belleza entre cada entrelazamiento de sus versos.
La poesía mira el amor pero bajo la estulticia de sus contradicciones o las vibras que mueve dentro de cada uno, ahonda, seduce con sus palabras para llegar sin remedio a su propio cauce: Me hundo por usted señora/ mientras en este ingrato pecho renace adentro/ el tallo de su piel.
La poesía transgrede, hiere doblega… Tus labios enfurecidos son de un rojo carmín/ aun así/ hay que hurtar.
El poeta debería, por el conocimiento de la fuerza de cada palabra, estar siempre, políticamente hablando, sin vanagloriarse ante el poder del imperio, de las dictaduras y menos recibir prebendas, nada, absolutamente nada. Sólo lectores.
La zalamería de un poeta debe ser condenable, debe estar más cerca de la liberación de los pueblos que mantenerse en un lector de ferias, debe preferir la cantina a un congreso de petulantes.
Los premios, como toda intoxicación, sólo deben darte tres pesos para sobrevivir en los siguientes días, nunca con la barriga llena porque tendrás demasiadas agruras.
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