En Divorcio a la italiana (Pietro Germi, 1961), el barón siciliano Ferdinando “Fefé” Cefalú, interpretado por Marcello Mastroianni, idea la muerte de su esposa Rosalía para poder casarse con su joven y dulce prima de 16 años. Pero en el pueblo de aquella Italia conservadora, está prohibido el divorcio, así que el único plan viable es lograr que su esposa se enamore de otro hombre, descubrirla en plena infidelidad y matarla para salvar su honor. Con un marido indiferente, Rosalía pica el anzuelo. Y cita a un antiguo enamorado la noche en que todo la familia irá al estreno de un filme nuevo, una película “precedida por el escándalo y la polémica, las protestas y la aclamación (…) El párroco incitaba a los fieles a boicotearla. Aunque con escasos resultados”, dice Mastroianni en voz del barón. La película es La dolce vita (Federico Fellini, 1960).
“Hay orgías, desnudos. ¡Vamos a verla!”, dice un hombre a otros y todos corren al teatro donde será la proyección. Y el morbo es tal que faltan butacas, y el público, en su mayoría hombres, corre con sus propias sillas para no perderse el espectáculo. Mastroianni, en su papel de hombre a punto de convertirse en un cornudo, mira impaciente la escena donde Anita Ekberg baila eufórica. Pero eso a él no le importa y sale del teatro rumbo a casa. El barón siciliano nunca sabrá lo que vivirá Marcello Rubini, en La dolce vita.
Curioso ver a Mastroianni en Divorcio a la italiana, haciendo un personaje que raya en lo cómico, y que dentro de la historia se mira a sí mismo encarnando a un escritor y periodista que vive la banalidad y los excesos de su presente.
La dolce vita es un obra poética en su totalidad, desde el inicio, donde se ve volar una escultura de Jesús por unas viejas ruinas de Roma, y luego cruzar la moderna ciudad, hasta llegar al Vaticano. La imagen de Jesús es cargada desde un helicóptero, y detrás va otra aeronave en donde viaja Rubini y un fotógrafo que él mismo llama “paparazzo” (“fotógrafo de prensa que se dedica a hacer fotografías a los famosos sin su permiso”, es como se define hoy en día esta palabra que se volvió popular gracias a la película de Fellini).
Marcello es un escritor que cae en el periodismo para poder vivir, y Fellini muestra en esta película la parte más cínica del oficio, el periodista que se cuela a los restaurantes y husmea hasta saber qué come y con quién está pasando la noche cierta personalidad; o el locutor de radio que engaña a sus escuchas con entrevistas falsas; y los fotógrafos que llegan a la escena del crimen y sin ninguna compasión corretean a protagonistas y testigos para tener la mejor expresión y toma.
Una de las escenas más conocidas de La dolce vita, es aquella en donde Anita, quien interpreta a una actriz internacional, se mete a jugar en la Fontana di Trevi. De ella no hablare aquí, sino de una secuencia en particular que muestra a un Marcello en duda.
–IRIS: ¿Steiner dice que tienes dos amores y que no sabes elegir entre ellos: Periodismo y literatura? (…) Sigue libre, disponible, no te comprometas, no escojas, también en el amor es así.
–MARCELLO: Hace algunos años leí sus poemas, entonces deseaba escribir alguno. Son fuertes, nítidos, no parecen ser escritos por una mujer.
–EMMA: ¿Y tú qué sabes de mujeres?
–MARCELLO: Ese es el tipo de arte que prefiero. El que permanecerá mañana. Un arte claro, puro, sin retórica, que no mienta, que no sea adulador. Ahora trabajo en algo que no me gusta, pero siempre pienso en el mañana.
Iris, es la actriz y poeta inglesa Iris Tree, quien se interpretó así misma en La dolce vita y su participación, aunque breve, es muy significativa.
Su encuentro con Marcello ocurre durante una fiesta, en la casa de Steiner, amigo en común. Marcello llega acompañado por su novia Emma, mujer que anhela formar una familia y un hogar, y aunque Rubini no tiene muy claros sus planes, es evidente que Emma no figura de ninguna forma en su futuro.
Luego del diálogo con Marcello. Iris le dice al joven de voz inglesa que la acompaña: “Aunque leas mis libros no me entenderías: Eres tan primitivo, primitivo como una aguja gótica, eres tan alto que no alcanzas a escuchar voz alguna”.
Y Steiner se suma con una revelación: “Si en verdad me conocieras te darías cuenta que soy de este tamaño” (señala con sus dedos pulgar e índice, un breve espacio).
Luego, cuando sus hijos irrumpen en la fiesta, Steiner habla de su ternura y lo sorprendente de sus ideas. ¿Quién es la madre del sol?, ha preguntado la niña, creando sin intención, una interrogante de pureza poética.
Conmovido por su familia, el hogar que ha formado y los amigos que tiene, Marcello le expresa a Steiner que siente que está desaprovechando su vida y le pide volver a visitarlo, porque en su casa encuentra paz. Pero detrás de esa figura de hombre pleno y atento anfitrión, está un hombre atormentado que termina matando a sus hijos y después se suicida.
La desesperanza de este personaje se le atribuye al escritor italiano Cesare Pavese; Tullio Pinelli, uno de los guionistas de La dolce vita, es amigo de Pavese y él dota al personaje de todas las angustias de su amigo, incluso le da su mismo final. Aunque Cesare murió de una sobredosis, y sus razones fueron por desamor, pues fue rechazado por la actriz norteamericana Constance Dowling, y a ella le dedica los famosos versos: “Vendrá la muerte y tendrá tus ojos”.
Así como en la película hay muchos detalles por analizar, el detrás de cámaras, el proceso y la construcción de la historia, tiene muchas raíces por contemplar.
La invitación es verla. La dolce vita se proyectará en Querétaro, como parte de la 67 Muestra Internacional de Cine, los días 5 y 6 de Febrero, a las 13:00 y 19:00 horas, en la Cineteca Rosalío Solano (16 de Septiembre No. 44, Centro Histórico).
Costo: 40 pesos por función.