REPORTAJE, FOTOS Y VIDEO: LENIN ROBLEDO/ ENVIADO, LALUPA.MX
EDDY RAMOS Y SIMEY LÓPEZ, COLABORADORES ESPECIALES
Tapachula, Chis.- ¡Sólo queremos papeles para seguir adelante! ¡No queremos estar en Tapachula! ¡Estamos como en una cárcel! Estas son sólo algunas de las exclamaciones más comunes entre los migrantes que se encuentran varados en esta ciudad fronteriza. Son migrantes, entre otros países, de Camerún, Congo, Nigeria, Haití y de Cuba. Se cuentan por decenas y transitan en un vaivén desesperanzador por las principales calles y avenidas de esta urbe chiapaneca situada en el Soconusco y alrededor de las dependencias gubernamentales que deberían de atenderlos, y que, sin embargo, no lo hacen.
Tapachula es el segundo municipio más importante del estado de Chiapas, por detrás de la capital Tuxtla Gutiérrez. De acuerdo con el conteo realizado por el Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI) en 2015, Tapachula contaba con una población total de 348 mil 156 habitantes, de los que 166 mil 181 eran hombres y 181 mil 975 eran mujeres. Sin embargo, esta cifra no es confiable por la intensa actividad migratoria que se vive en la zona, tanto interna –pues cientos de personas de los municipios aledaños buscan mejorar sus condiciones de vida en la ciudad– como externa, debido a que tradicionalmente decenas de migrantes de Guatemala, Honduras y El Salvador han visto a Tapachula como la primera puerta de camino hacia Estados Unidos. Pero muchos al no conseguir concretar el llamado “sueño americano”, deciden establecer su residencia en esta ciudad que fuera conocida en algún momento como La pequeña Tijuana.
Durante décadas, los chiapanecos han estado acostumbrados a la convivencia con migrantes centroamericanos. De hecho, muchos de ellos tienen raíces guatemaltecas, hondureñas o salvadoreñas de segunda o tercera generación. Pero eso ha cambiado radicalmente en los últimos años. Ya no sólo se convive con migrantes centroamericanos, pues en los meses recientes se ha modificado ese mosaico de personas con la llegada de africanos y caribeños.
Es una realidad que este fenómeno no tiene contentos ni a mexicanos ni a migrantes. Mientras que los primeros acusan un presunto incremento en la inseguridad por culpa de los segundos, éstos denuncian discriminación, racismo y tratos vejatorios por parte de algunos sectores de la población y, claro, de las autoridades federales, a quienes exigen desde hace meses que se les permita el libre paso hacia el centro y norte de nuestro país con la intención de llegar a Estados Unidos. No han tenido éxito en sus demandas, pues está claro que con amenazas, Washington le ha impuesto al gobierno mexicano una política migratoria represiva.
Historias de angustia y desesperación
Cada migrante arrastra consigo una historia de angustia, de desesperación, de caos, enojo e impotencia, no sólo por la situación que viven actualmente, sino por las razones que los orillaron a salir de sus lugares de origen, como violencia, pobreza extrema, represión. No faltan quienes aseguran que les gustaría quedarse en México, pero con los documentos que les permitan trabajar sin riesgo a que los detengan. Otros, que son la mayoría, no quieren quedarse en Chiapas, pues se han dado cuenta de que aquí no hay muchas posibilidades de mejorar sus condiciones. ¡A cualquier otra ciudad, pero no aquí, que no hay trabajo!, grita desesperado un ciudadano camerunés que no oculta su malestar afuera de la Estación Migratoria Siglo XXI; un lugar que se ha convertido en un campamento improvisado con casitas de campaña maltrechas que resisten como pueden las fuertes lluvias, típicas de esta temporada, y el calor sofocante y húmedo de esta ciudad costera que supera normalmente los 32 grados centígrados. Estas inhumanas condiciones han generado enfermedades respiratorias y estomacales.
La rutina en este sitio inicia desde muy temprano con largas filas en espera del soñado permiso, en espera de esa visa humanitaria que aseguran les prometió el gobierno mexicano. En tanto, un cuerpo numeroso de elementos de la recién creada Guardia Nacional observan detenidamente que la situación no se salga de control, puesto que ya ha habido varios enfrentamientos.
En este complejo escenario hay muchas imágenes que se quedan selladas en la memoria, como sello de cera en carta del siglo XVI. Mujeres, niños, adolescentes y adultos de distintas naciones conviven a regañadientes en un espacio que han ido apropiándose sin así desearlo. Unos, los más pequeños, aprovechan el tiempo para jugar futbol y así, de una manera simple, buscan olvidarse de tanto dolor. Otros, para saciar el hambre, preparan en hornillas hechizas un poco de arroz que lograron conseguir gracias a la generosidad de algunos chiapanecos sensibles a tal situación. Otros utilizan el cielo como regadera. Bajo la intensa lluvia, aprovechan para tomar una ducha y así intentar lavar un poco este tormento. Y algunos otros, debajo de una carpa y resguardándose de esa lluvia prominente, discuten si se manifestarán al día siguiente en las principales vialidades de la ciudad para continuar exigiendo una sola cosa: que las autoridades federales les agilicen y autoricen sus trámites migratorios que les permitan transitar libremente por territorio mexicano y así estar más cerca de suelo estadounidense.
Las marchas, una constante
Las marchas de los migrantes africanos se han convertido en una constante. El recorrido comienza en la Estación Migratoria Siglo XXI ubicada en la carretera Tapachula -Nueva Alemania, la cual se convierte en la 8ª Avenida Norte y que justo llega al Parque Central Miguel Hidalgo, el corazón de Tapachula y sede del Palacio Municipal.
Al ritmo de sonidos y cantos africanos –algo que de inmediato me recuerda la gran influencia que tiene la música del continente negro en los ritmos occidentales– y amenizados con tambores improvisados con cubetas y ramas de árboles que representan, a decir de ellos mismos, la libertad, decenas de personas originarias de países como Camerún, Angola, Ghana, Eritrea, Congo, Togo y Senegal, y a la que se suman cubanos y haitianos, manifiestan su descontento por no recibir soluciones a los reclamos que han hecho desde hace varios meses, que para ellos han sido eternos.
Otro escenario clave en este vaivén de migrantes es el Edificio Soconusco, ubicado en la calle Central Poniente, el cual es sede de diversas dependencias de gobierno municipal, estatal y federal. Ahí, diariamente se congregan desde muy temprano cientos de migrantes, quienes se registran para ser beneficiarios de un programa en el que se les asigna labores de limpieza en calles y jardines de la ciudad a cambio de 170 pesos diarios. Normalmente realizan esta labor de 9 de la mañana a 2 de la tarde. En este recorrido no es difícil encontrar a mexicanos que discuten que ese apoyo se los deberían de dar mejor a los nacionales.
Por otro lado y después de que vecinos del centro de Tapachula se quejaran por la presencia de migrantes alrededor de las oficinas de la Comisión de Ayuda a Refugiados, argumentando supuesta inseguridad y caos en la zona, se abrió una sede alterna en la Prolongación de la 4ª Avenida Sur, en la conocida Plaza Kafeto y antiguas instalaciones de Pemex, en donde también se registran todos los días filas interminables de migrantes que inician sus trámites para regularizar su situación en el país de manera temporal y obtener una visa especial para refugiados.
Lo cierto es, que en todos y cada uno de estos lugares impera la desinformación, el desorden y los rumores. lalupa.mx intento hablar con autoridades municipales, estatales y federales. Sin embargo nadie quiso dar un solo detalle de los mecanismos de ayuda u orientación a los migrantes y mucho menos de los planes que hay para ellos en las próximas semanas. Incluso no faltaron los malos tratos con el enviado especial.