Uno de los libros que mantengo cerca de mi escritorio es “Bitácora de mujeres extrañas”, de Esther M. García. Con este poemario, la escritora originaria de Ciudad Juárez ganó el Premio Nacional de Poesía Joven Francisco Cervantes Vidal 2014, que entrega el área de cultura de Querétaro.
Esther presenta en su “Bitácora” una serie de retratos de mujeres que se mantienen respirando a pesar de los vientres con que fueron marcadas, la violencia de sus trabajos y hogares, el amor y su contrario. Cinco años después de publicado ese libro, las mujeres extrañas siguen ahí, hermanas de muchas otras que han sido violentadas, y ahora lanzan diamantina y gritan ¡Basta!
Hoy, en Zona de visión, presentamos tres poemas de “Bitácora de mujeres extrañas”, publicación de Tierra Adentro que merece toda las lecturas posibles y que sirve también como antesala a “Mamá es un animal negro que va de largo por las alcobas blancas” (Premio Internacional de Poesía Gilberto Owen 2016-2017), poemario de Esther, en donde la mujer y su rol maternal quedan expuestos, cuestión natural y primigenia que también germina en “Bitácora”.
“BITÁCORA DE MUJERES EXTRAÑAS”
(Fragmentos)
Esther M. García.
MUJER EBRIA MIRANDO LAS ESTRELLAS
Ana Garza Fernández
(Cd. Camargo, Chih., 1979-Parras de la Fuente, Coah., 2030)
La que muere poco a poco
entre trago y trago de mezcal de cerveza de ajenjo
de cosas imperceptibles para otros ojos
está ahí
al pie de la noche desnuda
con el maquillaje corrido
con lágrimas negras acariciando sus mejillas frías
La bella ebria mira la pulsión estelar
pensando que ella es nada
sólo un trozo de carne rellena de puro dolor
A momentos observa su grasa elefantina y
su piel grisácea de ballena por donde
nunca surca la mano suave de algún amor
Sola está la botella
El aliento etílico silbándole en su oído
el alcohol llenándole de rosas y jazmines las venas el hígado
las inconexas ideas
En la fiesta está el ruido de las sonrisas estúpidas de borrachos
iguales a ella
No siente a la soledad que la chupa
como un hueso jugoso
ni a los lirios muertos que lentamente
le van creciendo en el corazón.
VIII
Desnuda se presenta ante el espejo
una mano masculina toca su piel sonrosada
tensa como liga
Su vientre
un mapa terráqueo
muestra la cartografía derruida por los ocho meses de gestación
Venas y várices morados muestran los
estragos del río de la espera
Ella se observa
:
La piel distendida agonizante
los pies hinchados
los ojos caídos
los pechos llenos
Toda ella enllagada de vida de
un cansancio que cose las vértebras
ablanda la respiración y la mirada
Un herido pez navega en ella por un instante
y no se reconoce en aquella forma
Su cuerpo antes tan menudo ahora es tan grande
que el vientre parece una mentira
hasta que siente de nuevo
a su hijo moverse como una ballena gris
dentro de ella
La sucesión de contradicciones empieza
el dolor que se abre paso en su cuerpo es
una tijera fina cortándola como una tela
MONSTRUO DE MANOS SUAVES
Sus manos tintas de sangre fresca en primer plano
Ella difusa y sonriente las enseña sin la menor culpa
con el mayor placer
Los objetos del terror abundan en el encuadre horizontal
Un cuerpo tirado en el piso como un pájaro recién caído del vuelo
unas tijeras doradas brillan entre la sangre
que se abre como una flor
El cuerpo ausente de color y de sonido
tiene la boca llena de orquídeas negras
aprende a dominar en el silencio
en la memoria de la que lo mira extinguirse
en la respiración de la bestia que sueña