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A partir de relatos infantiles, Cristina recupera la memoria de Querétaro

HISTORIA: PATRICIA LÓPEZ NÚÑEZ/LALUPA.MX

FOTOS: RICARDO ARELLANO/LALUPA.MX

Cuando estudiaba la secundaria, Cristina Quintanar soñaba con ser arqueóloga y desenterrar el pasado a partir de los vestigios que encontraría en la tierra. Solía pasar mucho tiempo en los museos y sitios arqueológicos, a los que la llevaba su mamá con frecuencia. Para ella no había duda sobre su futuro, pero conoció la etnohistoria, que le permite dialogar con las personas para que se valore la cultura, sobre todo con la infancia, que es heredera de las tradiciones. Hoy hace historia oral, en la que, a través de las narraciones de otros, consigue reconstruir sus vidas y la de sus comunidades. 

Sus mejores aliados son las niñas y los niños con los que trabaja de manera constante y que le revelan el pasado que cuentan sus abuelos y padres, en una labor de recuperación de la memoria de Querétaro. Por ejemplo, fue un niño quien le ayudó a contar la transformación de la hacienda Juriquilla a hotel, cuando le platicó que su abuela María Marcos Balderas, de 94 años en 2008, trabajó en la última época de la finca, con su entonces patrona doña Herlinda Loyola y le habló, con nostalgia, de la huerta con chirimoyas, limas y aguacate. 

Le gusta ese trabajo, dice, porque su mamá la llevaba a sorprenderse viendo cosas maravillosas en cada museo. Ahora sabe que la historia tradicional se centra en las élites y en la cultura política, pero “yo buscaba ese contacto con las personas para que se valore la vida cotidiana, porque eso también es importante, desde ahí se puede aportar algo. He sido muy feliz con esto, he tenido la fortuna de encontrar un camino y tener un enfoque distinto, porque ves la realidad en su complejidad cultural y en su dimensión histórica”. 

María Cristina Quintanar Miranda es docente en la Licenciatura de Historia en la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ), encargada del Centro de Estudios y Vinculación sobre Interculturalidad y tiene una larga trayectoria como coordinadora de diferentes libros. Muchas de las publicaciones surgieron de rescatar la historia de otras personas, sobre todo, a partir de los relatos de las niñas y los niños.

Uno de sus libros más recientes es Pequeñas Historias de la Sierra Gorda Queretana, Patrimonio Cultural en Landa de Matamoros, donde, después de un taller que les ofreció, consiguió que 20 niñas y niños se convirtieran en investigadores, entrevistadores, escritores e ilustradores de sus propias historias en su lugar natal. Ellos no lo sabían, pero Cristina les explicó la metodología de la historia oral para trabajar la identificación de referentes patrimoniales.

Para todos, se volvió un juego y un reto. Eligieron entrevistar a sus abuelas, sacerdotes, recuperar recetas tradicionales de galletas y tamales, hablar del agua, contar leyendas y se decidieron a ilustrar, con sus propios dibujos, el libro que se dejó constancia de que que la Sierra es mucho más que las misiones. Su esfuerzo se complementó con una segunda edición, en la que se sumaron las voces de especialistas que detallaron y explicaron cada tema que trabajaron las infancias. 

“Ellas y ellos generaron conocimiento, se tomó en cuenta a la población, porque ahí hay un contexto donde mucha gente emigra y eso impacta todas las áreas, sí la económica, porque subsisten por las remesas, pero el patrimonio cultural inmaterial está en riesgo, porque hay muchas influencias externas que pueden impactar sus referentes, así que trabajamos para que identificaran la importancia de todo lo que es más allá de la fachada de la misión, para que vieran que hay una cultura viva y son portadores de esa cultura”.

Aunque se trata de ejercicios que duran mucho tiempo, para Cristina es muy satisfactorio trabajar con las niñas y los niños, porque cuando ella, como historiadora, va a un sitio, “parto de la ignorancia de sus lugares de origen, pero ellos se convierten en nuestras guías para conocer la grandeza de su comunidad, así que hicimos cinco sesiones de taller y se volvieron exploradores, hicieron investigación, eligieron a las personas a las que querían entrevistar y saben que al elegir un tema, están preservando esa historia”. 

Al final, son los más pequeños quienes se encargan de mantener el conocimiento local y mantener la cultura que a veces se deja de lado porque no tiene edificios turísticos y por un lado “ves la emoción de los niños que se ven como autores, pero también ves a las personas adultas, que ven sus fotos y sus relatos y son los protagonistas de la historia viva y les estamos dando un lugar en la historia queretana”. 

Insiste que estas historias no tienen menos valor, sino la misma grandeza de cualquier otra, la diferencia es que “la historia de Querétaro está centralizada” y a ella la mueve que hay muchas otras posibilidades en las que caben todas las miradas, de mujeres, de niñas, de niños, para darles su lugar en el paso del tiempo.

Por eso, a las nuevas generaciones les recomienda hacer investigación constante de los temas que les mueve y que les genera compromiso con sus lugares de origen, porque “el conocimiento tiene que servir para algo y la historia, en mi caso, me sirve a saber quién soy, la historia te da identidad, porque buscas tu origen, te da seguridad y una visión hacia el futuro al que quieres ir”. 

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Last modified: 23 mayo, 2025
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