Su nombre es Salvador Diezmarina, pero firma como Ismail Hjaniram el Said, así también se llama su libro más reciente, o deberíamos decir su único libro publicado y existente aún. Es poeta y la palabra artista le queda perfecta. De su juventud se cuentan muchas aventuras, como aquella que rescató un viejo ataúd y lo uso por un buen tiempo para dormir, de ahí se corrió la historia, en un Querétaro diminuto y asustadizo, que Salvador era un vampiro.
Hoy tiene “un aspecto de zíngaro que parece que ha dejado afuera de la calle del Café del Fondo su caravana de elefantes y dromedarios”, dice el poeta Florentino Chávez, su primo y compañero de charlas en el café mencionado. Conserva un bigote fino y alargado, muy parecido al de Salvador Dalí. Y nuestro Salvador (Ismail), también fue un importante artista plástico, que no sólo produjo obra en Querétaro, sino en Coahuila, en donde vivió algún tiempo.
En esta nueva entrega de Zona de visión, presentamos pequeños fragmentos del libro Ismail Hjaniram el Said, una obra que se publicó en Querétaro en 2016, acompañado por obra gráfica del mismo poeta.
ROCÍO BENÍTEZ
I
Como tantas otras veces
hablo solo
asiduo
soy al coito
y aún más
a sus apetitos de diosa
al reguero
que hace de sus besos
por mi cuerpo
(…)
***
II
Esas lágrimas que tanto
duelen
son las que no se lloran
Se encaraman por el espejo
arrastran
los días
y los años
Sola
sentada
atisba
la muerte en su pocilga de sombras
se asoma a los cuerpos secos
quiebra
las alas sin calor
ni rumbo
(…)
***
III
Cuando yo era niño
había días
en que el sol
salía por el ropero
y sus rayos eran de naranjo
o parecían de paja
Entraba
y salía
por pasadizos secretos
(…)
***
IIII
Cuando apenas
del largo día
se echa un momento de paz
junto a mí
de la puerta del juicio
retira su mano la luz
En el segundo incendio
que cuando niño provoqué de mi casa
al haber encendido las cortinas
con los cirios
que saqué del infierno
los que agudos
chisporroteaban
desde el funeral
de mi tía abuela
ánimas de cera
en pena
por siempre
(…)