Claudia Berrueto posee una de las voces poéticas más inquietantes e intensas de su generación. Su lenguaje oscila entre la cotidianeidad de un balón de futbol y los vasos en los que ha bebido Orfeo. Tiene uno de los imaginarios poéticos más desconcertantemente hermosos y dolorosos de la poesía mexicana actual. En su poética se reúnen la inteligencia y la locura, la ruptura del lenguaje desde su significado, mecanismo verbal que genera sentidos de dislocadora belleza.
Dialoga en estos poemas –como el lector podrá comprobar– con diversos referentes de la literatura y el arte, al tiempo que construye una mitología personal –y como tal íntima y dolorosa– que le permite entregarnos una serie de postales en que conviven lo universal y lo personal.
Es para mí inevitable mencionar que me une a ella una hermandad poética y personal –de vida, de felicidad y tristeza– que me regala la certeza de la pertenencia a un lugar construido y habitado por nuestro discurso poético. Es ahí que nos abrazamos y nos reconocemos.
Dice Xavier Villaurrutia en una carta de 1934 a Edmundo Valadés, a propósito del llamado “Grupo sin grupo” de los Contemporáneos –al que pertenecía y por lo cual Valadés le cuestionaba– lo siguiente:
EL GRUPO EN EL QUE USTED ME CUENTA Y EN EL QUE YO MISMO ME INCLUYO SE FORMÓ CASI INVOLUNTARIAMENTE POR AFINIDADES SECRETAS Y POR DIFERENCIAS MÁS QUE POR SEMEJANZAS […] “GRUPO DE SOLEDADES” SE LE HA LLAMADO DESPUÉS, PENSANDO EN LO MISMO. UN GRUPO QUE NO LO ES. UNAS SOLEDADES QUE SE JUNTAN […] ¿QUÉ ES LO QUE ATA A ESTAS SOLEDADES? […] DESDE LUEGO LA SEMEJANZA DE NUESTRAS EDADES, DE NUESTROS GUSTOS MÁS GENERALES, DE NUESTRA CULTURA PRESERVADA EN MOMENTOS EN QUE NADIE CREE NECESITARLA PARA NUTRIR SUS ÍNTIMAS VETAS. ADEMÁS, NUESTRO DESEO TÁCITO DE NO HACER TRAMPAS, DE APRESURARNOS LENTAMENTE, DE NO CAER EN EL ÉXITO FÁCIL, DE NO CAMBIAR NUESTRA PERSONAL INQUIETUD POR UN PLATO DE COMODIDADES, DE FALSA AUTORIDAD, DE AUTÉNTICA FORTUNA.
ROCÍO BENÍTEZ
POSTALES
postal #12
esta noche los dioses, inclinados sobre nosotros, se duelen de nuestros cráneos, se duelen de nuestras voces. anquilosados en las fracturas del cielo, saben verte a ti que estás debajo de mi cuerpo, en donde te resguardas del invierno y su incoherencia, de su fuente del fin. antes de que comience el rugido que cubre los techos de nieve, dime, en dónde acaba tu ruina? en dónde comienzas tú? los dioses se afligen porque somos sus peces negros de vida inmóvil, porque no mereció el esfuerzo crear toda esta agua gruesa que se desanda a sí misma desde hace eras, ni el viento soplando entre el mármol para impulsarnos. esta noche los dioses están con nosotros pero no nos sirven ni su columna vertebral de plata, ni su pensamiento de piedras distendidas, tampoco su bilis negra chorreando sobre nuestra cama. canta, oh musa, la noche, este puño cerrado en el muro de insomnio, la cólera que alumbra mi pecho, el mal que deseo infligir; canta los cuchillos en mi mano, la sangre vacía que sueño convertir en presa de perros, en pasto de aves. canta, oh musa, mi inmovilidad.
postal #14
vivo dentro de una piedra, quiero darle de beber, esperar su amor, su devoción hacia mí. sobre sus muebles de silencio y perfección, yo evoluciono en mi ambladura, en esta torpeza rabiosa en la que aprendí a fluir como un profeta del entumecimiento. quizás a Jonás le pasó igual cuando habitó su ballena, quizá Jonás amó esas entrañas pero su gran pez sólo alcanzaba a sentirlo como una deformación creciéndole dentro por tres días y tres noches. quizá Jonás estuvo de otra forma en su ballena, quizás él caminaba erguido dentro de su mamífero, envuelto en sus mantos líquidos y pesados, lo que yo no consigo dentro de esta piedra, que como todas, se desmaya al contacto del agua.
postal #16
a Breno Mello
un niño vende gallinas en la carretera hasta que un día sueña que patea un balón de plumas, quiere creer que sus pies son los de un favorito de los dioses. este niño que vino desde una cancha del barrio más recóndito, ha crecido y logra traernos el sol cada mañana con su guitarra, porque a los 27 se convirtió en Orfeo, aquel héroe que debiera dolernos cada día. y arrastra al astro con sus cuerdas dulcemente desmayadas en los dedos, el sol echa primero su cresta dorada y luego responde con su deseo de beber de los vasos en los que ha bebido Orfeo, posar una flama sobre la sombra de su boca en el vidrio, detenerse en su aliento febril, encendido, al final del carnaval. imaginarte muriendo en el barrio tristeza de porto alegre, solo y arruinado, mientras miras la cortina que separa tu cuarto de la cocina, Orfeo, es para doler toda la vida.
postal #19
no me sorprendió encontrarte en un patio abandonado de mi ciudad, pero ver tus piernas acuchilladas en la nieve fue algo totalmente inesperado. en tu sangre rodaba pedacería de la noche. mientras la observaba en medio de esa ráfaga de frío, mientras nos atravesaba el brillo de esa ruina, tuve la certeza de haber renunciado a algo y esta vez para siempre. me hablaste de tu amor tendido en el aire helado de enero, de ese amor que mi silencio se había ganado, de ese amor por el que tuve que escarbar en ti durante años hasta calzármelo. te interrumpí: “quién te hizo esto?”, pregunté. “has empezado a perder la memoria”, contestaste. y mi mano derecha, desde entonces, ha sido mi cuchillo más afilado.
CLAUDIA BERRUETO (Saltillo, Coahuila, 1978) Poeta y editora. Licenciada en Letras españolas en la Universidad Autónoma de Coahuila. Becaria de la Fundación para las Letras Mexicanas (2005-2006) y del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes en 2009-2010/2011-2012, en el área de poesía de Jóvenes creadores. Ha publicado Polvo doméstico (2009), Costilla flotante. Antología personal (2013) y Sesgo (2015). Premio Nacional de Poesía Tijuana 2009. Premio Iberoamericano Bellas Artes de Poesía Carlos Pellicer para Obra Publicada 2016. En 2018 ingresó al Sistema Nacional de Creadores de Arte.