HISTORIA: PATRICIA LÓPEZ NÚÑEZ/LALUPA.MX
FOTOS: RICARDO ARELLANO/LALUPA.MX
María del Rocío presume contenta sus nuevos instrumentos de reportería. Se siente una mujer nueva. Después de muchos años de dedicarse al hogar y al cuidado de sus cuatro hijos, aprendió a usar la computadora, participó en círculos de conversación con otras mujeres y formó su propio negocio, “Dolce Manolo”, en honor a su gato que convivió con su familia durante varios años.
Acompañada de su hija, Yessenia Elizabeth Carranza, María del Rocío Martínez Morales se hace poco a poco de clientela. Los amigos y familiares que la recomiendan empiezan a hacer crecer su naciente negocio, que formó con el apoyo del programa “Con Ellas Hacemos la Diferencia”, del Municipio de Querétaro.
Participó en las tres etapas, los cursos, el taller de reportería que le permitió certificarse y la formación de su proyecto de emprendimiento. “El municipio de Querétaro me dio el apoyo para emprender mi negocio y esta última vez me dieron otro apoyo por parte de la Fundación Coppel y he podido comprar las herramientas del negocio, porque empecé con una batidora de mano y con este apoyo ya compramos más herramientas”, declara.
Ya tenía una idea de qué negocio quería hacer. Hace tiempo empezó a elaborar galletas decoradas, a partir del cumpleaños de una sobrina. Les gustaron mucho a sus familiares y empezó a elaborar pasteles, aunque no tenía un camino concreto para iniciar de manera formal.
“Los cursos del programa fueron muy motivadores, me ayudaron mucho en mi persona, en mi autoestima, para mí todo fue un gran reto, desde esos cursos hasta el emprendimiento. Ahora quisiera que todas las mujeres conocieran de esto, que todas recibieran este apoyo”, explica.
María estudió hasta el bachillerato y “en mis tiempos, no había esto de la computación, ni tantos aparatos, ni el celular, ahorita con los cursos me ayudó muchísimo porque empecé a agarrar la computadora, mi hija me enseñó a imprimir y eso me motivó mucho más”.
Yessenia ve con orgullo a su mamá. “La veo muy animada, cuando empezó el programa decía, es que no sé qué tengo qué hacer, no sé cómo conectarme a las sesiones, en las reuniones de grupo, le daba pena, después de varias sesiones ya la veía más participativa, más segura, hasta nos decía ya me tengo que conectar porque va a empezar el curso, estaba muy emocionada y está más motivada, tiene ganas de hacer más cosas”.
Los tres hijos de María, igual que Yessenia, están muy felices con el negocio, aunque su hija es quien más la anima y la ayuda con la decoración de los pasteles, todos se sienten muy motivados, “unos porque quieren participar haciendo algo, otros porque les gustan los pasteles y están fascinados”. Su esposo también está feliz.
“Cuando nos dieron el primer apoyo, mi esposo me ayudó a buscar cotizaciones, me llevaba para conseguir los mejores precios. No me imaginé que iba a poder hacer esto, nunca me lo imaginé, después de hacer las galletitas de mi sobrina y un pastelito, empezó la idea, pero hasta el programa fue cuando empecé a decirme: yo quiero hacer algo y mi hija siempre estuvo conmigo apoyándome, siempre está”, dice María.
Por ahora, los amigos y familiares son los principales clientes y la mejor publicidad porque la recomiendan constantemente con más personas, así que tiene una clientela bien consolidada, incluso entre las amistades de sus hijos.
Su meta es tener un local, con ventas para las cafeterías y otros lugares, pero “vamos poco a poco, queremos generar empleos, crecer”. Yessenia estudia ingeniería en gestión empresarial y trabaja los fines de semana en una tienda de ropa, pero siempre encuentra tiempo para ayudar en la decoración de los pasteles y galletas que hace su mamá.
La carrera de Yessenia se enfoca a la administración de las empresas, así que la obligan a ser creativa para dar soluciones; eso mismo lo aplica con la idea de negocios de María, porque “hay muchas cosas en común y también me gustan las manualidades, el dibujo, la pintura y con eso la ayudo en la decoración”.
Una de las personas más contentas con el proyecto de María es su mamá, porque le gustan mucho los pasteles y la repostería le permite seguir con sus hijos, sin descuidar a la familia, así que todos están satisfechos.
Un pastel puede llevar hasta seis o siete horas de trabajo, porque hay que esperar a que el pan enfríe antes de decorarlo y se trabaja por partes, de manera que cada pastel lleva toda su paciencia y sus mejores deseos de que le gusten a las personas. Como se siente feliz, le gustaría que más mujeres se sumaran al programa.
“Te dan muchas oportunidades, aparte de que te ayuda a emprender, te ayuda en tu autoestima, en valorarnos como personas, que es algo que muchas veces no hacemos, no nos damos nuestro valor, a mí me gustó mucho el programa y estoy muy contenta, no me arrepiento, quisiera que hubiera más y más, hay un círculo de mujeres y en ese círculo platicábamos de nuestros sentimientos, lo que nos molestaba, nos ponía tristes y eso cambia todo, deberían participar todas las mujeres”, señala María.