HISTORIA Y FOTOS: JESÚS ARRIAGA / LALUPA.MX
Mané Gbetibouo, originario de Costa de Marfil, llega apresuradamente a la escuela de idiomas que abrió en Querétaro. Su anhelo se cumplió, dice, por una señal divina. Ahora tiene un proyecto que inició años atrás y que se encuentra detenido de momento: abrir una escuela en su país, a la que pondrá Colegio Josefa Ortiz de Domínguez, como un homenaje al estado que le ha permitido cumplir su sueño.
El hombre, de casi 1.90 metros de estatura, y de 38 años de edad, viste jeans y una camisa blanca con negro. Pide unos minutos para acomodarse en su oficina. Luego invita a pasar. En la pared hay un mapa de Costa de Marfil. Atrás del escritorio de Mané, una bandera de México.
El marfileño recuerda que llegó a tierras aztecas el 25 de agosto de 2005, como parte de la embajada de su país. Dice que quería salir de su país, y tuvo la oportunidad de viajar a México, ante la propuesta que le hicieron.
“En Costa de Marfil no tenemos una diferencia entre extranjeros y ciudadanos marfileños. No hay esa diferencia entre tú eres ciudadano marfileño, tú eres extranjero. Pienso siempre en Costa de Marfil porque es hoy día el país de África que tiene más extranjeros, el 35% de la población del país es extranjera.
Pensaba que la vida era así totalmente. Vio que los mexicanos tenían IFE (en aquel entonces llamado así), pero él tenía que portar otra identificación. Otra cosa que se le hacía curioso es que la gente le preguntaba de dónde venía, pues no es común ver a ciudadanos africanos en estas tierras. Siempre, dice, fue con mucho respeto, pues la gran mayoría de los personas con quienes convivía en la zona de Polanco, donde están las embajadas, lo trataban bien y ayudaban en la medida de lo posible.
Incluso, narra que en una ocasión, viajando en el Metro de la Ciudad de México, un oficial de policía lo detuvo, para preguntarle de dónde era. Luego, lo llevó con el jefe de estación, que le dio una tarjeta para pasar sin tener que pagar el servicio, como una cortesía por ser diplomático. Dice que también hubo cosas negativas, pero se queda con el buen trato de la mayoría de la gente de la capital del país.
Combinaba su trabajo en la embajada con sus estudios en una universidad, pues siempre le ha gustado estudiar y aprender cosas nuevas.
El cambio de gobierno en Costa de Marfil representó también un cambio en el cuerpo diplomático, por lo que a Mané se le planteó regresar a su país o quedarse en México, pero sin empleo en la embajada.
El mismo rector de la Universidad Marista en la capital mexicana le ofreció dar clases de idiomas. Con el tiempo fue coordinador de idiomas en esa casa de estudios, comenzando, dice, con su vida social en México. De Querétaro se enamoró
Sin embargo, el trajín y la vida en la Ciudad de México era muy agobiante, por lo que buscaba otro lugar para vivir. La primera ciudad que visitó fue Querétaro, lugar del cual se enamoró.
“Cuando llegué vi el centro. Me quedé en un hotel en el centro. En la noche vi a la gente limpiando la calle. Me impresionó mucho y dije: Voy a vivir aquí. Recurrí a Dios. Si es aquí donde voy a vivir encontraré trabajo. Si no es aquí, no. Mandé mi currículum, tenía ya la carrera de educación”, recuerda.
Apunta que como si se tratara de una señal divina, mandó su currículum a un solo lugar, a un colegio particular de Querétaro. Esa misma tarde regresó a la Ciudad de México. Cuando llegó recibió una llamada de respuesta. Lo querían entrevistar para hacerle una oferta laboral. Al siguiente día regresó a Querétaro, se entrevistó con el director de la escuela que le dijo que tendría que aprobar tres exámenes, para poder ingresar al colegio de perfil religioso, algo que buscaba él también.
Los tres exámenes los pasó sin presentarlos, porque encontró algunos errores en el de francés, el religioso, y el psicológico. Pese a no ser casado, requisito para ser contratado, le dieron el trabajo. Le ofrecieron duplicarle el sueldo y empleo inmediato. Aún lo pensó un tiempo, pero una voz divina le decía que confiará.
Agrega que la fe lo movía para salir adelante. Al final decidió aceptar el trabajo. Era el año 2009.
Luego, como prestación en el colegio podían adquirir un préstamo bancario, lo cual aceptó, tras calcular cuánto necesitaba para abrir una escuela de idiomas. De eso ya son ocho años.
“Cediq (la escuela) tiene ocho años. No fue fácil. Empecé en casa, sacando sillones y un pizarrón. Hoy Cedic tiene 10 salones y más de 25 profesores».
Añade que la calidad de vida en Querétaro es buena. La seguridad, indica, sigue siendo buena. En la ciudad de México sufrió varios asaltos. Aquí, sólo una vez le dieron un “cristalazo” a su auto en el centro.
El hombre dice que no es casado, aunque tiene un hijo con una mujer, con quien se iba a casar, pero cuando salió de la embajada las cosas cambiaron entre ellos. Sigue viendo a su hijo, pero de momento no tiene una relación.
Mané precisa que Dios lo apoyó mucho en Querétaro, que el estado le ha dado mucho en su vida. Por ello, tiene un proyecto que quiere terminar en su país, y que se llamará “Colegio Josefa Ortiz de Domínguez”.
Mané muestra en una tableta las fotografías de las obras en la escuela en Costa de Marfil. Son de hace dos años. Dice que espera la ayuda de alguna asociación o institución que crea en el proyecto y lo ayude a concretarlo.
“Quiero que la gente de mi país, de Costa de Marfil, conozca México, que conozca Querétaro, como un país y un estado que me recibió con honor”, puntualiza Mané. Está convencido de lograr su objetivo.