JESÚS M. BANEGAS/CENTRO UNIVERSITARIO DE PERIODISMO DE INVESTIGACIÓN (CUPI)
LOS DIBUJOS INFANTILES QUE ILUSTRAN ESTE TRABAJO FUERON TOMADOS DEL LIBRO «EL MÉXICO QUE YO VIVO», EDITADO POR LA CNDH
Celaya, Guanajuato.- En una ciudad donde hace ya algunos años está constantemente presente la lucha entre grupos del crimen organizado, las familias de Celaya han vivido bajo la violencia que azota el Bajío, una zona donde la niñez ha tenido que adaptarse, confrontar y aceptar sin opciones, como la vida les cambia en un abrir y cerrar de ojos.
Guanajuato es uno de los estados con más violencia del país: la Secretaría de Gobernación reporta al 28 de abril: 167 personas desaparecidas, de las cuales 9 son menores de edad.
Celaya, municipio de la entidad, fue declarada “la ciudad más violenta del mundo” por el Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal A.C, pues de acuerdo con un estudio, el municipio tiene una tasa estimada de 109.38 homicidios por cada 100 mil habitantes.
La niñez es un sector de la población más afectado por la violencia e inseguridad de la zona. Ellas, ellos y sus familias son víctimas de delitos que van desde robos, asaltos, extorsiones, fraude, secuestros, delitos sexuales e incluso la pérdida de alguno de sus familiares, los cuales son registrados en los reportes de la Secretaría de Gobernación, pero dejan un recuerdo imborrable en las y los menores de Celaya.
El nieto de don Román, como lo conocían en su comunidad, dejó a su esposa embarazada, además de un hijo de 4 años.
Ella recuerda con dolor e ira el día en que se enteró de su pérdida. Ahora ejerce como el pilar de su familia, pues se hace cargo de sus dos hijos.
Ni “Pedro” ni “Sofi” conocieron a su papá, ellos ahora se quedan con sus abuelos todas las tardes mientras su mamá sale a trabajar, asisten a la escuela y siguen sus clases a distancia, así como llevan su vida “lo más normal posible” como menciona su mamá.
“En las tardes me salgo a jugar o veo la tele, afuera estoy con mis amigos. Jugamos fut o vamos a ‘las maquis’. Mi mamá se va a trabajar, la veo en la noche, pero me gusta estar con mis abuelos: ellos me dan de comer y me dejan salir a jugar. Aunque no veo la veo mucho, la quiero, me compra cosas cuando llega de trabajar”, dice “Pedro”, que, mientras termina de comer con sus abuelos, está desesperado por salir a jugar con sus amigos.
En un extremo de la ciudad reside la familia de Rayo, quienes también perdieron a uno de sus integrantes.
El esposo de Rayo “buscaba ser el mero mero del rancho”. Dejó a dos niños y una adolescente: “Luisito” de 8 años, “Juanito” de 13 años y “Toña”, de 17 años.
“Para mí, ha sido muy difícil, él siempre estuvo al pendiente de su familia, de su niña, de sus hijos, el más chiquito no se acuerda de él, sus hermanos más grandes sí, pero la que más lo sufrió fue la niña, pero ¿qué le hacíamos?” dice Rayo al recordar la pérdida de su marido, pero señalando que aun sin su papá, ellos siguen adelante.
“Con apoyo de nuestras familias, los niños van estudiando, mi niña ya pronto sale de la prepa y quiere estudiar más. También los vecinos quieren mucho a mis niños y los apoyan siempre que pueden, cosa que se agradece”.
Por su parte, los hijos de Rayo viven diferentes realidades, pues mientras “Toña” sabe quién fue su papá, Luis, el más pequeño, no se acuerda de él. “No tenemos papá”, contestó el niño de 8 años.
Su hermana le da la razón, ya que “mamá le dijo a Luis que no tenemos papás y es la verdad”, expresa “Toña” mientras toma del hombro a su hermano pequeño.
VERE: SALIR A ALAMEDA O EL CENTRO PARA DISFRUTAR SUS “RATOS LIBRES”
En otra parte del municipio del municipio, el Sr. Gavino relata con lágrimas en los ojos, cómo su hija fue asesinada junto a su esposo. Dejaron a tres hijos que viven en la casa de los abuelos paternos: Sara, Jorge y Vere, de 16, 14 y 12 años, respectivamente.
“Ya hace unos años (…) cuando la nena tenía diez, nos las trajeron (…) luego ellas se fueron con sus otros abuelos porque acá habían matado a sus papás, que no les gustaba el rancho y mejor se fueron”, recuerda don Gavino, quien aún recibe la visita de sus nietos todos los fines de semana.
Vere, la más pequeña, vive las clases a distancia, pasa tiempo con sus abuelos y ayuda al cuidado de su hermano quien tiene dificultades motrices.
“Nuestra vida es normal, bueno hasta eso, normal, aunque ahorita ni salimos, ni nada, pero mis hermanos nos aguantamos en la casa, mis abuelos allá nos tienen todo y mi hermana más grande ya trabaja en el Centro”.
“En mis ratos libres me gusta platicar. Bueno a mí, con mi hermana o mis amigas. También salir al cine, a la alameda y al centro me gusta mucho. Siempre vamos todos”, relata Vere con gusto, pero aun con el recuerdo de lo que pasó con sus papás.
ENTRAR AL KÍNDER Y SUPERAR EL DUELO POR SU PADRE
A 40 minutos de la cabecera municipal, pero todavía parte de las comunidades que conforman Celaya, la señora Loreto y sus dos hijas de 4 años fueron un caso más de las familias que perdieron a uno de sus integrantes. Su esposo fue asesinado en la fachada de su casa con una ráfaga de disparos por armas de fuego.
“Me lo mataron aquí afuera. Ni entrar lo dejaron, venía llegando del trabajo y lo balacearon, ya nomás’ desperté y lo encontré afuera”, dice Loreto.
“Siempre nos tuvo para vivir bien, nos mantuvo bien y nos quería mucho, quería mucho a su familia, a sus hijas, a mí también, siempre estuvo para nosotras. Era un buen esposo y padre”.
Él dejó dos niñas pequeñas, ellas de tres años se quedaron sin un padre, pero gracias al trabajo de su mamá y el apoyo de sus familias, están próximas a ingresar al kínder de la comunidad.
“A las niñas les voy a decir lo que ya te dije, mi esposo siempre fue bueno con nosotros”, expresa Loreto, al recordar la buena imagen con la que ella y su familia se quedaron de su esposo.
MÁS DE 204 CUERPOS RECUPERADOS EN FOSAS CLANDESTINAS DE GUANAJUATO
Los desaparecidos son otro caso más de la violencia que vive el estado y la ciudad. Se suman a las 6 mil 957 personas desaparecidas y no localizadas que reportó el año pasado la Comisión Nacional de Búsqueda.
Guanajuato es el segundo estado con mayor número de cuerpos recuperados en fosas clandestinas, con una cifra que supera los 204, solo detrás de Jalisco, con 433.
La señora Rosy y su familia siguen esperando la localización de su esposo y padre, que, desde 2012, no se sabe información de su paradero.
La familia esperaba su llegada en la madrugada como era habitual, por su trabajo, pero desde entonces no se sabe nada; presuntamente fue desaparecido.
El esposo de la señora Rosy dejó cuatro hijos: Juan y Antonio, que actualmente tienen 12 años, junto a Marcos y Enrique, de 15 y 18 años, respectivamente.
“Pues yo siempre he trabajado”, menciona. “Soy panadera, y de ahí sale, mi hijo más grande ya se juntó y trabaja de taquero junto con su hermano de 15, los otros dos chiquillos todavía están conmigo, ahí andan, luego me los llevo a la panadería y despachan”, dice Rosy, señalando como tras la desaparición de su esposo, y con el paso de los años, cada integrante de su familia cumple con un rol.
“Sí nos preocupa su papá y les digo que ojalá esté bien, pero si no vuelve, nosotros vamos a seguir viviendo”. Mientras, Enrique, a sus 15 años, toma clases en línea, trabaja de taquero y le gusta aportar a su casa.
“La vida es difícil, no me gusta trabajar, pero me pagan y apoyo a mi jefa con la casa, y con lo de mis hermanitos (…) jalo al cuadro (deportivo), y ahí ando con mis amigos, luego con mi novia, me gusta andar así, ya en la noche me voy a la casa a hacer tarea o con mi mamá, esto de los tacos solo es los fines de semana”, dice el joven de 15 años, mientras atiende con una sonrisa.
¿Qué le pasó a su papá? “Nadie sabe, ya mi hermano casi no hablamos de eso. Pero yo siento que ha de andar en el norte o algo. Él siempre nos decía que nos íbamos a ir al norte, chance se fue y nos olvidó”, menciona al percatarse que acabo otra jornada en los tacos, y va poder volver con su mamá, porque como él añade: “ya repartieron, me voy contento”.
“LO ÚNICO QUE QUEREMOS ES QUE SALGA, ANTES DE QUE LA NIÑA PREGUNTE POR ÉL”
En Guanajuato, los delitos más comunes son: robo en la vía pública, en transporte público, secuestros, extorsión, robo parcial o total de vehículo, fraude, robo a casa habitación y otros han aumentado en los últimos años, según datos de la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre seguridad pública (ENVIPE) del INEGI.
Entre esos casos, la violencia ha sido la única respuesta a la propia violencia con la que grupos criminales o delincuentes han atacado a la ciudad. Personas que actúan en defensa propia sufren las consecuencias: dejan toda una vida detrás al ser procesados con una sentencia por delitos mayores.
El hijo de doña Elvira, cansado de que le robaran en sus negocios y la carnicería familiar, esperó y atacó al ladrón que llevaba meses incidiendo en robarles. El ladrón murió dentro de la carnicería de la familia por heridas de arma de fuego.
Actualmente cumple condena. Su mujer en ese momento estaba embarazada.
“Fue una injusticia” menciona aún molesta doña Elvira “por eso mi esposo ni quiso hablar, siempre lo argumentó así, y ni el delegado ni la presidenta municipal nos hicieron caso”. Ellos llevaron el caso hasta tribunales, hasta que fue su propio hijo quien les pidió se detuvieran.
“Él nos pidió mejor que quería cumplir su condena para salir bien (…) le faltan 7 años, pero lo único que queremos es que salga, antes de que la niña pregunte por él”.
El hijo de doña Elvira espera con ansias ver a su hija de 3 años, que para entonces tendría 10 años de edad.
“Ojalá salga antes, sabemos y él sabe que lo que hizo estuvo mal, pero fue para protegerse, protegernos y proteger a su esposa, no se nos hace justo, pero a su niña le vamos a decir la verdad: su papá nos salvó”, sentenció doña Elvira, con una sonrisa tímida y de esperanza en su cara.
EN 31.2% DE HOGARES HAY, AL MENOS, UNA VÍCTIMA DE DELITO: INEGI
La Comisión Nacional de Búsqueda reportó que de los 2 mil 325 asesinatos que se cometieron durante enero de 2021, 250 ocurrieron en Guanajuato, lo que representa el 10% del total. Según la Comisión, en el estado hay más de 2 mil 500 desaparecidos.
En el presente año Celaya también ha sido portada de medios con titulares como “En un fin de semana, matan a 11 en Celaya, 27 en total en el Estado”, “Enfrentamiento en avenida a medio día 29 de marzo”, o casos aún sin resolverse.
En los últimos meses, dos jóvenes calcinados en Apaseo el Alto, originarios de San Cayetano, dejaron un niño y una niña, así como un niño de tres niños; en otra comunidad, fueron asesinados dos hombres originarios de San Isidro.
Así como en la comunidad de Plancarte, hubo otro homicidio con arma de fuego en la salida norte de Celaya, rumbo a San Miguel de Allende. El hombre dejó dos familias: en la primera una niña de 4 años, y un niño de 2 años en otra familia.
Según datos de la ENVIPE 2020, por cada 100 mil habitantes en el estado de Guanajuato hay 26 mil 980 víctimas de delito, esto implica 2 mil 131 más que en la tasa nacional (24 mil 849). También se estima que el 31.2% de los hogares en el estado hay al menos una víctima de delito.
De acuerdo con información sobre incidencia de homicidio del INEGI, en 2019, Guanajuato registró 4 mil 19 homicidios, de los cuales 3 mil 586 fueron contra hombres y 412 contra mujeres, dejando a 21 sin especificar.
Además, Celaya es la segunda ciudad con el mayor número de homicidios con mil 88, solo detrás de Irapuato, ciudad con el mayor número de homicidios en la entidad, con mil 714, un número mayor al que registra la capital de país.
La Secretaría de Gobernación reportó que en el periodo de octubre-diciembre de 2020, se encontraron 93 cuerpos, 83 bolsas con restos humanos y diversos segmentos óseos, en las actividades de campo realizadas por la Comisión Estatal de Búsqueda de Personas en diversos municipios del estado de Guanajuato.
Esto ha marcado a la entidad como una de las más violentas, lo que ha afectado a comunidades, familias, niños y niñas. Tienen poco que celebrar el 30 de abril.