De regresos, mujeres que cuentan historias y nostalgias
Iniciamos el mes de octubre. Y aquí estamos de vuelta, luego de varias semanas de descanso. Ya extrañaba escribir desde mi “Zona de Visión”.
Gracias a lalupa.mx por el espacio, gracias a todos los que leen.
Comenzamos.
En este tiempo de descanso me dediqué a escuchar antiguas entrevistas a escritores, además de leer y releer novelas. Una de ellas es El secreto de sus ojos de Eduardo Sacheri, muy conocida por el éxito de su adaptación cinematográfica. Mi ejemplar lo guardé, incluso con la firma del autor, y lo guardé tan bien que hasta hace poco lo reencontré. Al comenzar a leerlo me llamó la atención la dedicatoria.
Dice: “A mi abuelita Nelly. Por enseñarme lo valioso que es conservar y compartir la memoria”.
Esto me hizo recordar a Pedro Almodóvar y su proceso creativo marcado por Paquita, su madre. El niño Pedro descubrió que su madre, al leerle a sus vecinas analfabetas las cartas que enviaban sus familiares, siempre le aumentaba algunas palabras, que aunque falsas eran del agrado de quien escuchaba. Así es como Almodóvar entendió la importancia de la ficción.
En una pausa en mi lectura, me encontré con una entrevista a Gabriel García Márquez. Es del año 1996, el escritor colombiano estaba en España, y el periodista Iñaki Gabilondo, entre asuntos de política, le pregunta al Premio Nobel por las mujeres que han influido en su literatura. ¿Su madre le ha enseñado a escuchar y narrar?
“La que me narraba era la abuela, por consiguiente también la abuela era la narradora. Curiosamente mi madre ha mostrado sus dotes de narradora a medida que se acerca a la edad que tenía mi abuela cuando me contaba las cosas.
–¿Va mejorando?–
Va mejorando porque los recuerdos se van volviendo nostalgia y definitivamente la narración literaria es la evocación de las nostalgias. Esta abuela que me contaba historias era solamente una de muchísimas mujeres que vivían en esa casa, vivían una hermana de ella, las tías, sobrinas, las criadas, y el único hombre era el abuelo, el coronel Márquez, que era el que se ocupaba de mí para contarme de sus guerras, y toda esta cosa de la realidad se perdía en las fantasías que contaba la abuela, para quien todo era creíble, ella consideraba que cualquier cosa por el hecho de contarlo ya existía, y tenía toda la razón, eso es lo que hacemos los novelistas, contamos una cosa y a partir de ese momento ya existe. ¿Qué me sucedió? Que yo entendía mucho más a las mujeres, que al abuelo”.
Casi no recuerdo a mi abuela paterna. Y mi abuela materna no era mucho de contar historias. Pero recuerdo que por las noches, después de andar todo el día entre la cocina y el comedor, porque tenía una fonda donde iban a comer los choferes de los camiones rurales, se sentaba frente a la televisión para ver las noticias. Me tocó en varias ocasiones escucharla decir, al momento de que el noticiario terminaba: ¡Apágale, no estuvieron buenas las noticias!
Una vez le pregunté, ¿por qué no estuvieron buenas las noticias?
Porque no hubo muertos, contestó.
Una historia que también contaba mi abuela, no a mí, sino a mi madre, es la que abre mi poemario “Donde una vez tus ojos ahora crecen orquídeas”.
Tal vez tenga que escribir más sobre mi abuela.
Gracias a ti, Chío por tus aportes tan valiosos