“Ahí donde está la tienda de plásticos”, no es una referencia de cercanía. La casa de María Felipa Sánchez alberga cuatro personas, tres perros que ladran y corren por el techo y un negocio al cual le queda la corta de descripción de “tienda de plásticos”. Anafres de aluminio, ollas de peltre y envolturas de papel para regalo son sólo algunos de los artículos que se venden en ese local, sin número y sin nombre, de la calle de San Juan Bautista, en La Solana.
“Siempre me ha gustado trabajar, pero con los niños es complicado, ahora más: hay que andar checando lo que ven en las redes”, cuenta Felipa, “por eso mejor me puse a vender. Primero en la calle”. La tienda es, sin duda, fruto de su esfuerzo, ambición y perseverancia. A la par de la compra-venta, Sánchez tocó muchas puertas en busca de un apoyo gubernamental para emprendedores. Escasez de tiempo, complicaciones con los trámites y “falta de suerte” hicieron de un crédito bancario la opción más viable para erigir el proyecto que llevaba años en su cabeza.
En ocasiones la suerte hace de la vida un fenómeno impredecible, en otras le da sentido. La recompensa por el ardua labor de Felipa no llegó como ella esperaba, pero pocos meses después de hacerse de su tienda con los medios que tenía, le informaron que sería beneficiada con el programa de vivienda digna que otorga el gobierno municipal de Querétaro. “Si es suerte, ¿no?” La pregunta es retórica, explica: “somos muchas las personas que necesitamos el apoyo y nos tocó a nosotros”.
Los Aguilar Sánchez fueron una de las 600 familias que recibió los materiales para la construcción de un cuarto extra. Esto permitirá que Jonathan y Karla, hijos de Felipa, puedan tener su propia alcoba después de 15 años de compartir techo. “Algunos creen que porque vendes, tienes, pero no saben cómo me ha costado. La ayuda nunca está de más”, dice la matriarca y enfatiza en la privacidad que requieren sus críos dada la diferencia de géneros y la edad que tienen.
Tal parece que todos en la familia viven bajo la filosofía del trabajo duro. Karla, de 15, atendió el negocio mientras su mamá hablaba para lalupa.mx Dan ganas de comprarle la tienda entera de tanta amabilidad, desde las pestañas postizas hasta las flatulencias empaquetadas. La adolescente acude diario a clases de ballet en la escuela de Bellas Artes de la Universidad Autónoma de Querétaro y tiene claro que quiere estudiar para ser maestra de la misma disciplina. Tampoco duda de cómo será su habitación una vez que su hermano se mude; “lo voy a pintar todo de rosa”, platica sonriente, “(el cuarto) va a estar ordenado al fin”.
Jonathan, el hijo mayor (18 años), no está presente para defenderse, pero su madre tiene argumentos suficientes que lo avalan como un buen muchacho. “Ahorita está trabajando con sus tíos para pagar la inscripción de la universidad, ya ve que están bien caras”. No es la primera vez que el recién graduado de preparatoria lucha por obtener lo suyo; pagó su última etapa escolar y ayudó a Gerardo, su padre, a construir el mamposteo alto que requiere su próxima alcoba.
“(Jonathan) Me escribió en una carta que quiere ganar dinero para que yo deje de trabajar, pero a mi me gusta”, comenta Sánchez entre risas, “mi esposo hasta dice que no lo vendo nomás porque no lo compran”. Era de suponer que la ambición de María Felipa no se detendría a estas alturas; a parte de conseguir más inversión para su negocio, planea cursar una carrera en línea y ha motivado a su esposo para que él acabe la preparatoria en la misma modalidad.
“Hay que seguir creciendo siempre, les digo”. Como por decreto, los integrantes de la familia y los muros de la casa que habitan obedecen las palabras de Felipa. ¿Y cómo no? Si los esfuerzos que hace la cabeza de los Aguilar Sánchez se han visto recompensados incluso en apoyos que pudieran parecer caprichos comunes de la fortuna.