Pues con todo y pandemia hay que salir. Al trabajo, al mandado. Hay cosas que deben hacerse y, bajo el sistema que ha optado tanto nuestras autoridades no se ha obligado a un encierro total, lo que si bien tiene riesgos también reconoce una realidad social y económica de México, de Querétaro.
No es fácil gobernar. Nadie puede suponer que lo sea.
Mi impresión general es que se han seguido las indicaciones. Cuando salgo a esas cosas indispensables que deben realizarse, observo que se ha reducido el número de personas en las calles. Pocos niños, pocas niñas en los lugares a los que he tenido que ir.
No juzgo a las familias que salen con sus hijos. Asumo que sus razones tendrán y no me gusta asumir una postura de superioridad moral.
Desde luego hay quien va preparado como un viaje a Marte, y quienes ni el tapabocas en el cuello lucen. Hacemos de todo, y aún sigo escuchando comentarios de gente que duda de la existencia del bicho maligno.
También escucho historias de miedo, de quienes sospechan estar ya infectados, o que tienen parientes enfermos; supongo que lo peor es la incertidumbre, y si algo nos ha dejado este año es la necesidad de asumirla como una realidad en nuestras vidas.
Veremos cómo van fluyendo las cosas, en esta realidad que nos obliga a salir. La otra noche escuché cerca de la casa una banda, que un enamorado llevó para cantar a todo pulmón a la mujer amada; espero sinceramente que entre los regalos que entregó no estuviera el del macabro virus que, en cierta forma, parece regresarnos a épocas medievales…