Recientemente circuló una nota especial de Banamex escrita por Sergio Luna que apura a pensar distinto en las formas de abordar la crisis económica que está generando la pandemia en México y que sugiere rutas novedosas para estimular el crecimiento en 2021.
Coincido plenamente con el diagnóstico que establece una crisis mundial que no tiene precedente, a pesar de la amplia experiencia mexicana en devaluaciones y recesiones generadas al final de los sexenios de Luis Echeverría (1976), López Portillo (1982), De la Madrid (1987) y Salinas de Gortari-Zedillo (1995); o en el impacto negativo producto de la pandemia previa de H1N1 (2009).
La novedad radica en que lo impredecible en la propagación del virus y la falta de una vacuna impiden establecer una fecha de terminación del fenómeno de salud pública que está presionando la productividad. Por el contrario, parecería que el efecto será cíclico y, ante un mal manejo gubernamental, estaremos recuperando el tamaño de nuestra economía hasta 2024. Mientras tanto hoy tenemos una contracción que nos ubica en lo que éramos económicamente en 2015 en términos generales, pues si hablamos del sector comercio y servicios hemos retrocedido al menos entre 6 y 7 años, y en el sector industrial se acumula una retracción que nos regresa a finales de los noventa.
Como menciona Luna, no podemos continuar dándonos el lujo -irresponsable- de seguir pensando igual y dejar de construir acciones que cimienten bases para una reactivación económica de emergencia. No es posible continuar manteniendo el programa económico federal como si nada ocurriera pues solamente se está contribuyendo a intensificar los efectos regresivos. No hacer nada nunca ha sido una opción, y hoy hacer algo es fundamental para proyectar un futuro significativamente menos afectado que el que parece tendremos.
De ahí que considere ampliamente relevante e innovadora la iniciativa propuesta por la Dirección de Estudios Económicos de dicho banco para financiar un repunte económico utilizando el “exceso de ahorro” que se tiene a fin de contener el contraste amplificado que ha generado el Covid-19 entre sector formal e informal de la economía y su efecto regresivo en la distribución del ingreso que tantas políticas públicas ha costado poder paliar. O lo que es lo mismo, debemos salirnos de la inacción e impulsar un “Bono Covid” que transfiera recursos económicos a los hogares para reactivar gasto.
Más innovador es el mecanismo propuesto para aterrizar el apoyo: enfocarse en los poco más de 100 millones de teléfonos celulares que se encuentran en la modalidad prepago, y que son los que significativamente utilizan los mexicanos más necesitados.
La medida tendría importantes ventajas, más allá del objetivo central de ayuda social y reactivación económica: 1) es escalable y no crea derechos, 2) elimina sesgos discrecionales que pueden crear corrupción, 3) no requiere de una amplia burocracia, 4) es relativamente barato pues se calcula que costaría 0.7% del PIB si se realiza una transferencia individual mensual -3 meses- por móvil de $550 pesos para una base de 101.2 millones de teléfonos.
Situaciones extremas requieren acciones extraordinarias. Debemos (debimos hace tiempo) empezar a pensar fuera de la caja. Un incentivo a la demanda es oportuno y de bajo costo, pero más aún, es una medida de emergencia que contribuiría a rescatar una economía que hasta hoy respira con dificultades.