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“Si ves un adjetivo, mátalo”, según una regla periodística de Mark Twain. Ahora las cosas son distintas: “Si ves un matón, adjetívalo”.
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Las listas negras no sólo brillaron durante el nazismo; hoy, hasta el más ufano periodista democratizado, utiliza a discreción dicho infalible método.
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Prensa rima —coquetería simbiótica del lenguaje o inclinaciones particulares del porvenir genético— con trenza.
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Son oficios similares, mas uno es altivo y el otro humilde. Literatura y prensa. A veces se amasan. Y el que debiera ser humilde se convierte en altivo y al revés. Y ambos oficios caminan entre la veracidad y la quimera.
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No sé quién miente más: si un literato o un periodista.
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La prensa, ese olvido de la literatura. La literatura, ese prontuario de la realidad imaginaria.
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Evolución de la prensa: bloque informativo: block escritural: blog innoble.
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Periodista rima —álgebra del lenguaje o síntoma de la desilustración masiva— con modista y esnobista.
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Como las trascendentes decisiones políticas, también la prensa va siendo cada vez más controlada por la élite empresarial.
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Los periodistas son maniatados por los mismos periodistas.
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Y el maestro sentenció: “Quien no haya callado una información que arroje la primera piedra”. Y los periodistas, nerviosos, se miraron turbados y recelosos.
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La cicatería periodística es igual de dañina que la perversión política.
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El periodista tomó asiento para esperar en vano la visita ansiada de la lucidez.
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Lo que nadie supo es que el periodista supuestamente probo le había robado a esta noble palabra (“probo”) cuatro letras: dos o, la i y la s, con las cuales estaba escrita su arrogancia originaria: “Oprobioso”.
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En su vecindario nadie sabía que era periodista hasta que lo mataron.
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Decían que escribía con la espada desenvainada, pobre simulador errado e ínfimo de las cortes principescas.
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Suele suceder que el periodista es el menos informado de lo que ocurre fuera de la redacción.
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Sólo los amigos en el oficio son los únicos que proporcionan las noticias verídicas.
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Desconfía del colega que dice estar mejor informado que tú. Probablemente está en lo cierto.
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Aquellos que ganan demasiado dinero con su periodismo están seguramente más interesados en la diplomacia que en su escritura.
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El periodista que se traiciona puede convertirse posteriormente en un destacado teórico político.
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Hay periodistas que para no empolvar su ética jamás la exhiben.
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Para que nadie copie su estilo, hay periodistas que se niegan a escribir como dicen saber hacerlo.
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Hay quienes nunca revelan sus fuentes porque sencillamente las ignoran.
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El medio es el fin, como el fin mediano es.
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Hay periodistas que jamás se leen entre sí, pero se causan mutua admiración.
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Como los animales, los periodistas también fronterizan con particulares métodos sus territorios.
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Nadie como los periodistas para sospechar de su propio gremio.
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También la inteligencia puede causar estragos en el pensador.
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Hay periodistas que se mimetizan admirablemente con los personajes que se relacionan al grado de parecer luego lo que no son.
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Los periodistas indefinidos son aquellos que, cuando por fin se ponen a escribir, lo hacen como si fueran locutores de noticias.
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Dudó de su profesión no cuando se percató de que escribía con faltas ortográficas, sino cuando se sintió a gusto estrechando con energía las manos de empresarios y políticos.
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Supo de su buen periodismo cuando recibió la primera amenaza de muerte.
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Escribía con tanto coraje que decidió hacerse opositor al sistema.
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El principal enemigo del periodista es… otro periodista.
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La mayoría de los periodistas lleva dentro de sí —oculto, resguardado, dispuesto a saltar como fiera en cualquier momento— un servilista.
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Hay periodistas tan buenos que no tienen nunca ninguna necesidad de escribir lo que piensan.
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Hay periodistas cuyos jefes de información están distribuidos plácidamente en las oficinas gubernamentales.
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Con la Internet el oficio periodístico se convierte en una materia de súbita improvisación.
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Hay periodistas que no saben dónde lleva el acento su ética en determinadas circunstancias.
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Después de tanto esmero escolar, el estudiante de periodismo se dio cuenta, horrorizado, de que para ejercer su profesión tenía que saber escribir.
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Hay periodistas afamados que nunca han escrito nada.
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La prensa de papel cobija a los menesterosos… en tiempos de recia lluvia para no empaparse.
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Hay periodistas independientes controlados férreamente por sus cónyuges.
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Hay periodistas que comparten con generosidad su cinismo.
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Hay periodistas que piensan y hay quienes piensan por los periodistas.
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Hay periodistas que miran las calles sólo en fotografías.
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Consigna esencial entre los periodistas: “No leas a quien no te simpatiza porque puede escribir mejor que tú”.
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El periodista exitoso acostumbra dormirse en sus laureles, y nadie osa despertarlo.
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Hay periodistas que dicen serlo y otros que, sin decirlo, lo son.
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Los medios independientes siempre han dependido de la cuota publicitaria del Estado.
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Las redes sociales son la huerta de la vocinglería donde cada día nace, o se libera, un airado clon del periodismo
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No le pidas imaginación a quien no puede describirte un paseo por el Zócalo de su ciudad.
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La brújula del periodismo se centra en saber decir y saber escribir con claridad las cosas sencillas de la vida.
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A pesar del contemporáneo feminismo, todavía hay cientos de damas que desean relacionarse con algún admirado periodista corrupto.
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“Antiguamente existía la tortura; hoy existe la prensa, que la sustituye”. Lo dice Oscar Wilde. ¿Alguien lo refuta?
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“Qué hermosa te ves hoy”, dio con galanura un periodista a una periodista, que lo acusó de acoso sexual con su amante el director del medio que le dijo a su esposa que despidiera a aquel insolente, que se quedó sin trabajo por su vil atrevimiento de exaltar la belleza ajena.
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Un verdadero periodista incómodo al sistema incomoda, sobre todo, a su propio gremio periodístico.
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Cuando se relacionó con los periodistas enriquecidos, olvidó con prontitud su pasado.
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La prensa silencia al periodista.