Autoría de 9:55 pm Víctor Roura - Oficio bonito

El caso Notimex: hacer periodismo en los intestinos del Estado – Víctor Roura

1

La empresa donde uno trabaja es maravillosa hasta el momento en que, por alguna razón, se distancia de ella. Entonces se empiezan a ver cosas que no se podían contemplar mientras se laboraba en sus entrañas.

Así es la vida.

Como en el amor. Mientras mantienes el romance, crees estar enamorado, o enamorada, pero en cuanto la relación ha finalizado te percatas de algo, un defecto o una incomodidad, que no veías cuando la, o lo, amabas. Y a veces hasta celebras haber terminado. El embeleso, las más de las veces, nos impide mirar con cordura el objeto deseado.

Es curioso, por eso, el comportamiento humano.

De ahí que me produzcan estupor, por ejemplo, varios decires en las redes sociales en torno al caso Notimex. Una mujer, con estudios latinoamericanistas en su currículum, fue redactora en asuntos internacionales dentro de la agencia. Era latinoamericanista, pero había aceptado con gusto trabajar en tal espacio informativo del Estado mexicano. Mas en cuanto dejó de percibir el salario por un desacuerdo laboral, uno solo, entonces todo le ha parecido mal en los intestinos de esa empresa, al grado de, en lugar de confrontar individualmente su situación, haber comenzado ya a buscar, la latinoamericanista, a quién más enlodar llamándolos cómplices o pasivos por permanecer aún en la agencia. Es decir, mientras permaneció adentro soportaba los avatares internos, pero estando ya fuera las cosas cambiaron drásticamente para ella. Las injusticias y los embates de la directiva los pudo visualizar en el mismo momento, ¡ay!, en que dejó de contar con su puntual quincena salarial.

Y no dejan de inquietarme estos pruritos azarosos de la naturaleza humana.

Porque jure usted que de estar aún adentro continuaría tal vez, sí, a disgusto, pero protegida económicamente, lo cual la silenciaría a discreción. Porque cuando ella cobraba su paga, Notimex era un respiradero agraciado.

Porque quizás ella no lo sepa, pero no todos los latinoamericanistas son necesariamente solidarios o personas justas. Ella misma, latinoamericanista, trabajaba en esa agencia sin ningún inconveniente.

Lo que me lleva a plantearme, o replantearme, el asunto de cómo hacer periodismo desde las venas mismas del Estado.

2

Porque la ética es absolutamente personal, no se puede pragmatizar, ni imponer, ni programar, ni condicionar. Carlos Fuentes, por ejemplo, estaba convencido, acaso porque convenía a sus intereses financieros en particular, de que no había nadie mejor en la política mexicana que el presidente Luis Echeverría, ese mismo que comprara prácticamente a toda la intelectualidad nacional, mediante caudalosas compensaciones económicas, porque las administraciones priistas y panistas comprendieron, en su entendimiento provechosamente corrupto, que al mantener a la clase pensante en una jerarquía especial y consolidada les sería a su vez ganancioso y útil. No dudaron, así, en proseguir, una a una, las lecciones morales establecidas por sus predecesores en el poder.  Por eso las críticas ambiguas como las de Carlos Monsiváis rendían frutos personales: nadie sabía de qué lado estaba, pero intuían que favorecía a la ciudadanía. Lo que no se entendía, o no se quería entender, es que la personalidad mediática era lo que atraía inexorablemente a la masa cultural, aun sin captar del todo los mensajes emitidos por la figura intelectual.

Porque trabajar con, o estar al lado de, la clase política era un inciso que no movía a las posibles polémicas ya que no provenía de las contiendas de la crítica. Por eso cuando un amplio sector de la intelectualidad nacional aceptó trabajar en un medio del Estado, tal como lo era el periódico El Nacional, nadie adujo nada. Ni cuando expulsaron a periodistas de la talla de un Manuel Blanco, quien dirigía con acierto plural, hasta donde se lo podía permitir él mismo conociendo sus inesquivables limitaciones, la sección cultural. Porque la clase intelectual estaba siendo privilegiada, evidentemente.

Muchos escritores, asimismo, participaron en las etapas panistas, pero tampoco nadie nunca adujo nada. Porque la clase intelectual seguía siendo privilegiada. Y porque, además, se sabía muy bien con quién se contaba y con quién no.

Por ejemplo, una vez fui a visitar a Alejandro Ramos, quien dirigió la agencia Notimex durante todo el mandato de Enrique Peña Nieto, no para conseguir, aprovechando nuestra mutua confianza (porque habíamos laborado anteriormente, cada quien en su respectiva área, en las instalaciones del periódico El Financiero), un empleo sino para hablar de otras cuestiones. En ningún momento durante los diez minutos que estuve en su oficina, aun sabiendo él de que yo me hallaba en el desempleo, me ofreció, cuando bien pudo hacerlo, un puesto o me invitó a colaborar en dicha agencia. Nunca. Porque bien sabía que no aceptaría ninguna de ambas cosas. Pues el quehacer periodístico es una elección, no una imposición: solamente uno es el que sabe para quién escribir.

Y no me ofreció la posibilidad de escribir en Notimex sencillamente porque o conocía mi ética periodística o porque, finalmente, podía meterlo en problemas con mi escritura y los asuntos que en ella abordo, por eso era mucho mejor evitar el tema ya que el periodista lo es o no lo es, nunca debiera ser, como se acostumbra tácitamente en México, un punto mediano o facultado para la oferta y la demanda: jamás alquilar, pues, el pensamiento. (Aun sin ser una disciplinada latinoamericanista, una querida amiga me pregunta cómo los pujantes sindicalistas de Notimex, hoy en huelga, nunca estallaron una medida de tal magnitud en el pasado para exigir transparencia en la suciedad sindical en la que estaban sumergidos, pero le respondo que ese cuestionamiento sólo podría ser contestado por los propios agremiados que ahora han sentido el sismo bajo sus pies, intocados como estaban en la comodidad de la maquinaria corruptora de aquellas épocas, pues yo mismo me he preguntado, en otro contexto, cómo es que el magisterio mexicano consentía el enriquecimiento de su lideresa sindical sin ser perturbados, los agremiados, en absoluto… y el remolino de las preguntas se agigantaría hasta llegar al proceso de cómo alguien puede vivir en el mismo hogar con un corrupto amándolo ininterrumpidamente… y ya nos estamos metiendo, entonces, en una ruleta escabrosa de la vida porque en estas cuestiones amorosas, dicen, el enceguecimiento altera los sentidos, de modo que la mujer es capaz de amar a un fiero dictador o a un asesino o un hombre enamorarse de una trepadora o de una rastreadora de nutridos proveedores para saciar sus codiciosas vidas.)

Y yo no me presto para esas atribulaciones.

3

Cuando un periodista se trasladaba a otro medio, ya por una decisión de conveniencia personal o por despido, lo primero que debía preguntar era de quién podía hablar bien y de quién no, pues cada empresa de comunicación guarda para sí, a veces a discreción, su correspondiente lista negra, de manera que el periodista o se integraba o se adaptaba a su nuevo recinto informativo con las reglas ahí barajadas.

Yo no me he atenido a, o dependido de, estos insumos para hacer mi periodismo. Cuando Carlos Payán, el entonces director general de La Jornada, ya no quiso que yo continuara al frente de la sección cultural de su diario porque, sencillamente, Víctor Roura desatendía sus constantes peticiones informativas encaminadas a favorecer a sus amistades —las suyas, las de Payán, por supuesto—, planeó el modo de echarme de ese periódico imponiendo, hasta la fecha, la supresión de mi nombre en sus páginas, práctica perfectamente obedecida por los empleados de dicho medio so pena de ser reprendidos en el momento de desmontar la templada ordenanza. Y entiendo la sumisión de los compañeros del oficio, porque la rebelión podría costarles el sagrado salario, por muy latinoamericanistas que fueran, pues ninguno se mortificó por esta injustificada expulsión del diario que yo fundé junto con otros numerosos periodistas… que ya dejaron en el olvido las reuniones nocturnas en mi departamento para acordar el retiro del unomásuno para crear un nuevo periódico, que se llamaría La Jornada.

De estas miserias, connivencias y menjurjes está envuelto el medio periodístico. Por eso no me sorprende la vileza de los que desean establecer de nuevo la métrica con la que venían trabajando sin ningún ánimo de debatir sobre los  quehaceres periodísticos, pues lo que importa, por lo menos a ellos, es devolverle la imagen a la agencia Notimex que le habían inculcado con esmero y dedicación: la vacuidad, la genuflexión a los poderes político y económico, la sombría redacción, la adjetivación grandilocuente para ensalzar o deturpar de acuerdo a los tiempos emotivos de la nota o la reseña. En fin, lo que Ray Bradbury sentenció con palabras exactas hace ya casi siete décadas en su Fahrenheit 451: “Llénalos [a los lectores, a las personas] de noticias incombustibles. Sentirán que la información los ahoga, pero se creerán inteligentes. Les parecerá que están pensando, tendrán una sensación de movimiento sin moverse. Y serán felices, pues los hechos de esa especie no cambian. No les des materias resbaladizas, como filosofía o psicología, que engendran hombres melancólicos”.

Más aún: “El que pueda instalar en su casa una pared de televisión, que cualquiera puede hacerlo, es más feliz que aquel que pretende medir el universo, o reducirlo a una ecuación”. Y cuánta razón tenía Bradbury, cuyo centenario natal, por cierto, se conmemora este 2020.

Cada periodista, si es digno en su oficio, se sentirá en la obligación de mirar por sí mismo y de mirarse a sí mismo, no andar culpando a terceros o buscando la manera de inmiscuirlos en problemas que sólo compete a ellos. Una cosa que no entiendo, por ejemplo, de los sindicalistas en la actual huelga de Notimex es su empeño de zaherir a terceros en lugar de concentrarse en sus problemas. Eso de andar en la busca de enemigos hasta en los sitios impensados, sólo atañe a quienes emigran a los subterfugios de la desesperación y el encono.

4

Cuando decidí asumir la dirección de Cultura en Notimex lo hice, luego de cavilarlo durante dos largas semanas, porque puse por delante el oficio: en ningún momento, pese a trabajar en una dependencia del Estado, me pondría al servicio de los poderes político y económico sino de la actividad cultural, y eso es lo que hicimos en el tiempo, menos de un año, en que pudimos efectuar el trabajo periodístico, y ahí están las páginas, o los espacios (ahora caídos por una intervención hackeadora), para corroborar los hechos. Incluso nos ganamos la antipatía de la gente de la Secretaría de Cultura federal por haber realizado un amplio reportaje sobre su desempeño.

“Gracias por tu respuesta, que me la esperaba tal cual —le escribí a un respetado periodista, a quien estimo grandemente, luego de negarse a intervenir como colaborador en Notimex, unos meses antes de que finalizara 2019, por no coincidir, él, con la expectativa presidencial—. Te confieso que hay cosas que no entiendo ni entenderé nunca. Cuando los intelectuales de prestigio trabajaron para El Nacional de Salinas de Gortari, por ejemplo, nadie les dijo nada, y vaya si no era un medio del gobierno. (Nadie como Benítez, por ejemplo, para vivir del erario… y nadie se refiere a ello, ya no digamos Fuentes o Paz, cercanos al Principado toda su vida.) Ahora que he aceptado este puesto, y estoy publicando cosas que nadie podría pensar (porque soy periodista, no guardador de espaldas de nadie), como poner en una cabeza que este gobierno carece de una política cultural, me dicen que la agencia criminaliza a becarios: ¿realmente leíste tú la nota? Yo la he leído dos veces y por ningún lado leo lo que dicen de la criminalización. Y eso que dicho reporte fue elaborado antes de mi presencia en esta agencia. Sólo se apunta cuántas becas han recibido tal o cual artista, cosa que YA había hecho hace varios años, por ejemplo, El Universal y la propia Jornada sin que nadie mencionara que atentaba contra estos autores. Con respecto a las colaboraciones en la sección cultural de Notimex… Sí, está muy mal que no se paguen por el momento (debido a la protesta sindical), es cierto, como no se pagan en La Jornada ni en El Universal, ni en Reforma. Sí, no debe de ser. Lo que yo he logrado es que cuando se resuelva el conflicto sindical (que no se quiere resolver, por cierto, porque ya te enterarás cómo resolvía este sindicato sus situaciones), se pagará a todos y cada uno de los que generosamente han participado. Porque en este momento nada se puede hacer con el conflicto encima, como bien entenderás. Lo que estoy haciendo en mi área es periodismo, no otra cosa. Y te entiendo, aunque me parezca triste, te lo confieso, que se digan cosas que a ojos vistas no es así. Pero las apariencias engañan. Además, no sé cuánto tiempo esté ahí todavía. En cualquier momento puedo voltear hacia otro lado y me voy, porque mi único compromiso es conmigo mismo, aunque, como dices, me equivoque por el ánimo de hacer periodismo (puedo confundir, sí, a miserables que se dicen inversionistas que me han hecho perder alrededor de medio millón de pesos, porque yo no cuento con el apoyo económico con el que contaban los héroes de la cultura en México). Así es esta vida, y lo asumo. De cualquier modo, agradezco tu gentil respuesta, pero estando adentro, y por lo que veo a diario, no son así las cosas como se airean. El propio Cervantino, por ejemplo, no invitó a Notimex porque dice que la agencia está en crisis, por eso prefiere invitar a Milenio, a La Jornada, al Universal, a Televisa, ¿lo puedes creer? Recuerdo que cuando me fui de La Jornada, Manuel Blanco me dijo que me pagaría más si reporteaba para él. Era El Nacional. Del gobierno. Y lo acepté. A las dos semanas me censuraron una entrevista con Federico Álvarez del Toro porque no se podía publicar la palabra culero y el compositor basaba su pieza sinfónica en el grito masivo culeeeeeeero. Le di las gracias a Manuelito y me fui de ahí sin haber cobrado un solo quinto. En el tiempo que llevo en Noti (casi cinco semanas) no he quitado una sola línea a ningún colaborador. Y si un articulista escribe sobre la falta de consideración cultural de tal o cual funcionario, así saldrá, como ha salido a la luz. Me acaban de dar el Premio a la Trayectoria Periodística, ¿crees que algún periódico, en su libre expresión, lo publicó? En cambio, Noti ya publicó un amplio reportaje con los editores de Cultura de los diarios que quisieron participar, con nombres y apellidos. David Huerta acaba de cumplir 70 años, lo mandé entrevistar, dijo que no porque lo habían criminalizado en Noti; de cualquier manera, saqué una entrevista inédita con él que conseguí y lo celebramos en portada. Gracias, de todos modos. Un abrazo, VR”.

Algo parecido nos sucedió con Ángeles Mastretta el pasado 9 de octubre cuando cumplió 70 años de edad. No pudimos acceder a ella al no obtener respuesta directa después de diversas llamadas telefónicas, pero de modo semejante esta vez le pedí al crítico literario Vicente Francisco Torres un ensayo sobre la obra de la escritora poblana, el cual publicamos el mero día del aniversario de la autora de Mujeres de ojos grandes. Porque lo que nos importaba era, es, el periodismo, no los intrincados vericuetos de las anormalidades o anomalías que se desprenden de las simpatías o antipatías personales. Por eso me impresiona, y mucho, que periodistas como Julio Hernández López o Carmen Aristegui, al entrevistar a los sindicalistas en huelga de Notimex jamás les pregunten sobre su eficacia, o sobre los pormenores, o sus ideas, o su metodología periodística, si la tenían, sino sólo los dejan hablar de sus antiguas bonanzas pisoteadas ahora por la nueva directiva de Notimex asumida por Sanjuana Martínez a partir de marzo de 2019. Porque pareciera, a los periodistas entrevistadores, no interesarles el periodismo sino, sólo, el estatus laboral que antes se practicaba en esa agencia… recientemente aterrorizado, el estatus, por una calamidad nunca antes vista en los jacarandosos y límpidos pasillos de esa empresa periodística.

¿Y dónde queda el periodismo, perdón?

5

Sí, el periodista debe velar por sí mismo, proteger su oficio, si lo ama, aunque en México la costumbre se hizo acompañar de mafias y de componendas para engatusar a los periodistas ávidos de compensaciones económicas que provenían, sobre todo, del Estado. Por eso, al mirarse desairados, descobijados, muchos, innumerables, de ellos se hallan rabiosamente extraviados. Y, en lugar de contemplar sus propias problemáticas, prefieren resolver sus conflictos agrediendo, o buscando agredir, a terceros, para descansar en paz.

Es una manera, supongo, de satisfacer la propia insatisfacción.

Supongo.

VÍCTOR ROURA

(Visited 21 times, 1 visits today)
Last modified: 18 octubre, 2021
Cerrar