Cuando se habla de la velocidad con la que han ocurrido los avances tecnológicos en materia de computación siempre es útil hacer algunas comparaciones. Veamos algunas equivalencias.
Computadora IBM Proyecto Apollo (1968) = 2 Nintendos de primera generación (1983)
Supercomputadora Cray 2 (1985) = 1 IPhone 4 de Apple (2010)
Supercomputadora Tiahne 2 (2016) = 18,400 PlayStations 4s (2013)
Pongámoslo de otra manera, la computadora que ayudó a llevar al hombre a la Luna durante el proyecto Apollo de la NASA (uno de los modelos del sistema IBM 360), palidece en capacidad de cómputo y almacenamiento ante un teléfono celular barato actual.
Cuando inicié mis estudios en la Facultad de Ingeniería de la UNAM, allá por 1975, la posibilidad del uso de una computadora se daba únicamente a través del sistema central IBM 360 de la propia Facultad. Este era uno de los sistemas de más empleo en universidades e industrias de aquel entonces, pero tenía la salvedad de que era necesario compartirlo con todos los usuarios (en el caso de la Facultad de Ingeniería algo así como 3,000 personas).
A un sistema de cómputo que se comparte por el personal de alguna organización se le denomina «mainframe» (marco principal, o gabinete principal) debido al tipo de gabinete de la IBM 360. Este nombre todavía se usa para los sistemas de gran capacidad de cómputo, compartidos por muchos usuarios. Sistemas similares actuales son los «servidores», las «supercomputadoras», e incluso los sistemas de cómputo en paralelo.
Volviendo al caso de la vieja 360, para poder “correr” un programa, el primer paso consistía en PERFORAR tarjetas en otra máquina (perforadora). Posteriormente le entregábamos el paquete de tarjetas, previamente atadas con una liga (o si el programa constaba de muchas «líneas» se requería de una caja) al operador de entrada que las alimentaba a una «lectora de tarjetas», que a su vez alimentaba la información al mainframe. No faltaban las ocasiones en que se rompiera la liga o tuviéramos un percance con la caja, lo cual derivaba en tener que recoger y reorganizar las tarjetas (si es que era esto era posible). Finalmente teníamos que esperar al día siguiente a que nos entregaran la «salida» impresa, la que frecuentemente constaba de un encabezado en una hoja tamaño folio (con la identificación del usuario y la máquina escrito en un formato que tomaba toda la página, porque no había conciencia del uso racional del papel) y varias líneas como la que sigue.
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Al correr el tiempo tuve oportunidad de involucrarme en labores de investigación en los Institutos de Ingeniería y de Geofísica y ahí me fue posible hacer uso de la computadora de más capacidad de la UNAM por aquel entonces, el sistema Burroughs del Instituto de Matemáticas Aplicadas y Sistemas, la cual tenía la novedad de que nos podíamos sentar frente a un «teletipo» (una especie de máquina de escribir de tamaño de un pequeño piano eléctrico) y escribir “comandos” directamente al sistema donde teníamos que esperar un par de segundos y ver la respuesta del “comando” en la hoja de papel enfrente a nosotros. Una terminal con pantalla era algo impensable.
Posteriormente, durante mis estudios de posgrado en la Universidad de Colorado, me fue posible tener acceso a otros «mainframes» (de mayor capacidad de cómputo), los cuales requerían de mantenimiento constante a los discos duros (del tamaño de un pequeño refrigerador), lectoras de cinta magnética e impresoras. Las interfases de entrada seguían siendo los teletipos y las terminales, aunque éstas últimas no tenían la posibilidad de graficar por lo que recurríamos a otro tipo de interfase que era un tipo de monitor de rayos catódicos (algo así como los osciloscopios).
En esos tiempos (80) el almacenamiento de datos era muy apreciado y cada uno disponía de algo menos de 5 Megabytes. Hoy en día podemos disponer de Terabytes (1 Tb = un millón de Mbytes) en un dispositivo de memoria del tamaño de un celular que compramos en tiendas comunes.
Todo esto me lleva a la pregunta de si realmente estamos aprovechando adecuadamente el incremento tan acelerado que ha experimentado la tecnología de cómputo en las últimas décadas. La respuesta a mi parecer es que no, y es necesario una “revolución” en muchos ámbitos pero sobre todo en la docencia.
Uno de los problemas principales es el hecho de que el crecimiento en cómputo ha rebasado la capacidad y modalidad de enseñanza, ya que muchos profesores no conocen el alcance de las nuevas capacidades en tecnologías y en cómputo. Es por esto que se requiere llevar a cabo un proceso especial de renovación docente, capacitando sobre las nuevas habilidades en el uso de la computación y dispositivos tales como tabletas, celulares, cámaras, laptops, etc., así como el software disponible al alcance de todos los que cuentan con acceso a la internet.
Lo anterior es uno de los obstáculos más graves para muchos estudiantes y docentes, sobre todo en las zonas rurales. Un buen acceso a internet para todos los estudiantes y profesores sería un primer paso.
Estos días de pandemia, además de las consecuencias tan graves, han tenido la repercusión de que nos han obligado a volver la atención a algo que debimos haber hecho desde hace mucho tiempo, que es aprovechar las tecnologías disponibles como recursos docentes. Los profesores nos hemos visto forzados a usar algunas de estas tecnologías, tales como Zoom, Skype, Schoology, Teams y otros, permitiendo darnos cuenta de las ventajas (y problemas) de la educación a distancia.
En diversos casos ha sido necesario “reinventarnos” a nosotros mismos y a nuestras clases. No es fácil mantener la atención de un alumno en una pequeña pantalla donde sólo se ve una parte de lo que se puede apreciarse en una clase presencial incluyendo los gestos del profesor. Es necesario emplear toda nuestra imaginación y echar mano de las ayudas tecnológicas tales como animaciones, videos, y software para que las horas de clase sean amenas, siempre con el apoyo de otras herramientas como resaltadores, punteros, cuadros, etc..
La meta es a hacer las clases tan dinámicas como es posible, además de que sean interesantes y retadoras aunque también es importante dar oportunidad a los estudiantes de preguntar, contribuir con comentarios, e interactuar con los demás compañeros.
Todo ello puede ayudar a mejorar la percepción de muchos estudiantes que sienten que las instituciones educativas se han quedado atrás, e incluso llegan a considerar a la educación de nivel medio y superior como obsoleta.
Es de suma importancia que los docentes no perdamos de vista las bondades de las nuevas tecnologías a nuestro alcance, así como al alcance de nuestros estudiantes, y estemos capacitándonos de manera continua en estas tecnologías para aprovecharlas en beneficio de la educación en general.