Dada la situación de confinamiento prolongado por la pandemia de Covid-19 y las graves consecuencias de esta enfermedad para la vida humana y la economía, los problemas de salud mental se han incrementado mundialmente con repercusiones negativas en la convivencia familiar, que pueden generar o empeorar un trastorno del sueño subyacente.
Dormir es un proceso fisiológico indispensable al que dedicamos casi un tercio de nuestras vidas. Sin embargo, este tema apenas se aborda en las carreras relacionadas con las ciencias biológicas y biomédicas, y las medidas más básicas de higiene del sueño se ignoran por la mayoría de la población.
Los padres de niños y adolescentes pueden tropezar frecuentemente con que sus hijos tienen dificultades para dormir. El descanso de mala calidad genera un círculo vicioso en el cual un sueño insuficiente aumenta la ansiedad e irritabilidad durante el día, empeorando toda la situación afectiva y de convivencia familiar. Por eso es necesario conocer algunas características básicas del sueño y cómo podemos hacer para protegerlo.
El sueño es una función compleja y extremadamente regulada desde el nacimiento. Aunque alguien que duerme permanece inmóvil y con interrupción de toda interacción cognitiva con el ambiente, en su cerebro están ocurriendo cambios fisiológicos extremos y continuos, que sólo fueron conocidos a partir de 1953, cuando E. Aserinski y N. Kleitman registraron electrofisiológicamente la presencia de movimientos oculares rápidos en sujetos que dormían.
En 1957, W. C. Dement y Kleitman describieron la naturaleza cíclica del sueño, o sea, que durante cada noche ocurren entre tres y cinco ciclos de alternancia entre dos tipos de sueño:
- Sueño de ondas lentas o delta, caracterizado por un trazado electroencefalográfico de ondas muy lentas y amplias, que nunca se observan en un sujeto sano, despierto;
- Sueño con movimientos oculares rápidos (REM, por sus siglas en inglés rapid eyes movements), que ha sido llamado “paradójico”, ya que el sujeto es muy difícil de despertar y hay atonía muscular generalizada, pero la actividad eléctrica cerebral es rápida y de baja amplitud y ocurren movimientos conjugados de los ojos, de modo que el trazado electrofisiológico es similar al que observaríamos en alguien despierto, que mira atentamente a su alrededor. Las ensoñaciones ocurren principalmente en esta fase, pero sólo las recordaremos si nos despertamos segundos después de un episodio de REM. Cuando alguien refiere que “sueña mucho”, no significa que duerma bien, sino que su sueño es poco profundo o que se despierta varias veces durante la noche y por eso recuerda lo que ha soñado.
Ambos tipos de sueño son indispensables y restauran el desgaste tisular cotidiano, tanto corporal como cerebral, por lo que la privación de ambos provocará cansancio, malestar y empeoramiento cognitivo. La regulación de los ritmos circadianos hormonales, en particular el pico de máxima secreción de hormona del crecimiento ocurre durante el primer ciclo de sueño lento/REM, o sea que, si frecuentemente nos acostamos después de las 11-12 pm o si tenemos horarios muy variables, estaremos mutilando ese período de máxima restauración que ocurre en el primer tercio de la noche.
De ahí la importancia de atender la higiene del sueño, a cualquier edad. En los recién nacidos, por ejemplo, existe una proporción elevada de sueño REM que en ellos se llama sueño activo, por la gran cantidad de sacudidas musculares bruscas, pequeñas, que ocurren en su mímica facial y en sus extremidades mientras duermen. No hay que preocuparse por estos movimientos ni tocar al niño para tranquilizarlo, con esto sólo interrumpiremos un sueño que es completamente necesario y normal. Antes de los seis meses no existe la concordancia circadiana entre períodos de luz-actividad y oscuridad-sueño, no nos sorprendamos de que los bebés despierten durante la noche. En esta etapa debemos sentar las bases para que estos ritmos se establezcan adecuadamente. Ante un despertar nocturno debe encenderse una luz pequeña, atenuada, no es momento de hablar, jugar o estimular al niño, sino de atender rápidamente la necesidad que tenga y dejarlo dormir, en su cuna.
Lo primero, y es válido en cualquier edad, es garantizar horarios estables de acostarse y levantarse. No significa obligar bruscamente al niño a las 9 pm a ir a dormir; significa establecer, con toda premeditación, una rutina “presueño” para que sus actividades vayan in decrescendo desde una hora previa al ir a dormir, evitando ejercicios físicos, juegos electrónicos o muy activos y alertas emocionales. Es importante no ingerir estimulantes (refrescos con cafeína, té o chocolate) después de las 6 pm, así como evitar el uso prolongado de dispositivos electrónicos (computadoras, televisores, tabletas y celulares).
De acuerdo con la OMS, es dañino que niños y jóvenes estén “conectados”, solos, durante varias horas seguidas. La mejor recomendación para cansarse: juegue con sus hijos. No se trata sólo de agotarlos físicamente, sino también en forma “cerebral”, acompañándolos en distintos juegos de mesa o video juegos instructivos, o rompecabezas, acordes a la edad, que impliquen ejercicios de memoria, agilidad mental y concentración, variados, que representen un cambio en las tareas escolares que realizan online y que constituyan TIEMPO DE CALIDAD con sus padres. Eso no sólo será inolvidable para los niños, sino que resultará muy valioso para todos.