Autoría de 2:20 pm #Opinión, A Ojo de Pájaro - Gerardo Aguilar • 10 Comments

Chiapas, en dos pasadas – Gerardo Aguilar

2020 me llevó en dos ocasiones a pajarear a Chiapas, a la misma región y las dos veces en forma no planeada, pero por lo demás en condiciones bastante diferentes. En vez de hacer una reseña lineal en el tiempo de los dos viajes, lo cuál sería largo y redundante, para efectos de la narración, me tomaré la libertad de aventar los eventos a una coctelera, para reseñar los avistamientos y las experiencias, que se complementan en los dos viajes.

Esta entrega resultó bastante larga, por lo que te agradezco cumplidamente que me leas y te recomiendo que te sirvas tu bebida favorita y te acomodes bien, para acompañarme en esta aventura.

ENERO

Sólo unas semanas después de haber regresado de Costa Rica, en plena cuesta de enero 2020, un día martes me llamó mi hijo Miguel Ángel. Yo asumía que me llamaba para invitarme a una de nuestras frecuentes pajareadas en los alrededores de la CDMX. Para mi sorpresa, me dijo que para ese fin de semana, Roxy, que es una entrañable amiga de ambos, regresaría a Tapachula después de haber pasado las navidades con su familia en CDMX, pero que le había comprado un auto a su hermana, así que nos invitaba a acompañarla manejando los más de 1,150 km hasta Tapachula, aprovechando para pajarear en el camino. Como detalle hilarante final, Roxy apenas estaba aprendiendo a manejar, así que el trayecto en autopistas, carreteras y terracería, nos correspondería a Miguel Ángel y a mí. Locos de atar teníamos que estar, pero los dos aceptamos la invitación sin titubear y unos días más tarde nos disponíamos a emprender la peliculesca travesía.

AGOSTO

A fines de agosto recibí una llamada de Sergio Pedrero, excelente amigo y presidente de la Comunidad Mexicana de Fotógrafos de Naturaleza, grupo en el que participo activamente. Era una invitación para ir nuevamente a La Sepultura y El Castaño, esta última zona para el avistamiento de la garza agami, que por diversas causas no había podido ver ni en Costa Rica ni en mi primera visita de enero. Se trataba de un viaje menos alocado: volando a Tuxtla Gutiérrez, pernoctando ahí, para pasar a La Sepultura y llegar a El Castaño, donde nos hospedaríamos un par de noches. Disfrutaríamos del manglar, los humedales y llanos que forman parte de la Reserva de la Encrucijada, un lugar maravilloso que rebosa de vida silvestre. Sergio sería nuestro guía, y pude corroborar que en esta actividad es todo un experto, como lo es para la fotografía.

ENERO

En vista de los largos trayectos que haríamos por carretera, salimos de la CDMX antes del amanecer. Las primeras luces del día nos alcanzaron un poco más allá de la capital poblana. Seguimos con escalas mínimas y paisajes cambiantes, atravesando Puebla hacia Veracruz. Miguel Ángel es un gran planeador y en cualquier ruta encuentra sitios con potencial para observar aves. En este caso, él programó un receso cerca de Acayucan Veracruz, en una laguna que está a pie de carretera. Además de estirar las piernas y librarnos del encierro del auto por un rato, en el lugar pudimos observar algunas especies de aves interesantes, tales como la cigüeña americana, a cuyo tamaño y tosca imagen no he llegado a habituarme, la garza tigre, el ibis blanco y el aguililla caminera.

Cigüeñas

Pasando Minatitlán, la autopista se aleja de la Costa del Golfo y se enfila hacia el sureste, tocando solamente una esquina del estado de Tabasco e internándose finalmente en Chiapas. Apenas entrando al majestuoso estado donde abunda el agua y el color verde, la autopista atraviesa el enorme embalse de la Presa Raudales-Malpaso, lo que me pareció un preludio para las maravillas que se verían más adelante.

Desviándonos de la autopista en Ocozocoautla de Espinosa, tomamos un camino secundario que nos llevó a nuestro primer destino en tierras chiapanecas: la Reserva el Ocote, donde llegamos ya cayendo la tarde, después de recorrer casi 800 kilómetros prácticamente sin parar.

A pesar de que ya estaba un poco oscuro y teníamos poco tiempo para pajarear, pudimos ver algunas especies muy interesantes, pero sin duda el gran privilegio fue poder ver al cuevero de Nava (Hylorchilus navai), puesto que se trata de una especie en peligro de extinción y muy elusiva, que normalmente se encuentra cerca del suelo en cuevas y recovecos de bosques perennifolios. Es endémico de México y su distribución geográfica es muy pequeña en puntos específicos de Oaxaca, Veracruz y Chiapas.

Yo no me hacía grandes esperanzas de verlo, puesto que realmente no conocíamos el terreno y de por sí se trata de un ave elusiva. Nos sonrió la fortuna, ya que primero lo escuchamos y luego lo pudimos ver, haciendo cortas excursiones a saltitos fuera de una pared rocosa, donde había varias cuevas. Tuve apenas unos instantes para poder tomar la foto, con poca luz y con escaso contraste, lo que dificultaba el enfoque. Eventualmente logré un par de imágenes, que si hubieran sido de otra especie tal vez no me hubieran satisfecho, pero que en este caso me parecieron un pequeño tesoro, por lo valioso que es este avistamiento.

Cuevero de Nava

Era noche cerrada, dos horas más tarde llegamos a dormir a Arriaga. En nuestro plan austero, sería la única estancia en hotel.

Al amanecer del día siguiente rehicimos camino, puesto que nuestro primer destino del día era la Reserva de La Sepultura, que estaba unos kilómetros atrás en la ruta que habíamos recorrido la noche anterior. La Sepultura… vaya que en México nos gustan los nombres tétricos para lugares y ciudades, como puede ser El Ahorcado en Querétaro, o incluso Barranca del Muerto, en Ciudad de México. A pesar de ese nombre, el lugar es hermoso y pudimos disfrutar de vistas espectaculares con la luz dorada de las primeras luces de día.

La Sepultura

Aunque la Reserva de la Sepultura es bastante grande, nuestro interés se concentraba en el cerro del mismo nombre, en cuyas laderas habita una joya viviente: el colorín azulrosa, o “la rosita” de cariño (Passerina rositae), que es una especie endémica de México, con una distribución muy restringida en el Istmo de Tehuantepec, en Chiapas y Oaxaca.

Es un ave de las que generan un vínculo sentimental para el pajarero, por su belleza y carisma. Te mostraré una foto y tú te enamorarás también.

Colorín azulrosa

Aunque su rango de distribución es pequeño, afortunadamente es fácil verla en el Cerro de la Sepultura, ya que no es tímida y sale a comer despreocupadamente las frutas de los árboles, permitiéndonos admirar su espectacular combinación de colores.

AGOSTO

Habiendo llegado en avión a Tuxtla Gutiérrez por la noche, salimos al amanecer siguiente por carretera hacia la Reserva de La Sepultura y nuevamente pude ver el hermosos colorines azulrosa, macho y hembra, en la parte superior de la montaña. Ya en las faldas del cerro, hicimos una parada para buscar otras especies, entre las que destacaba el saltarín toledo, que es un avistamiento codiciado y espectacular, pero en esta ocasión el divo se dio a desear y no salió a escena.

Sin embargo, pudimos disfrutar del avistamiento de otras hermosas especies, como la perlita pispirria (Polioptila albiloris), que al encontrarse en temporada reproductiva presentaba las marcas de identificación de esta especie, mientras que en etapa no reproductiva se confunde con otras especies de perlita, como la azulgris, que es muy común en gran parte de México durante la migración de invierno. Me dio gusto, ya que las condiciones de iluminación y la percha que eligió me dieron oportunidad de hacerle las mejores tomas que tengo de esa especie, que había registrado previamente en Morelos.

Perlita pispirria

También vimos la urraca cara blanca (Calocitta formosa), a la cual siempre imagino como si fuera una escultura en talavera poblana, por los tonos de azul y blanco, así como por el adorno de su copete. Bueno, si mi símil con la talavera no te satisface, tal vez encuentres otra alegoría para su aspecto fantástico.

Urraca cara blanca

Saliendo de La Sepultura, volvimos a subir al auto para seguir conduciendo siempre al sureste, para acercarnos a la costa pacífica de Chiapas y viajar paralelos a ella. Nuestro destino era La Encrucijada y no estaba cerca: quedaba a casi cinco horas de viaje.

Un punto de acceso a la Reserva de La Encrucijada desde la carretera es el pueblo de Mapastepec, a partir del cual se ingresa en la zona de amortiguamiento, donde hay algunas casas y sembradíos que van dejando paso poco a poco a llanos inundados; ahí inicialmente conviven especies domésticas con silvestres, pero gradualmente se hace la transición hacia las partes más preservadas. Habíamos hecho contacto con Pablo Baldovinos, propietario de Hostal Costa Verde, y teníamos reservaciones para pasar unos días ahí. El hostal está en la orilla del río, y en la margen opuesta el manglar se extiende hasta llegar al mar.

Aunque el tramo entre Mapastepec y el hostal sólo cuenta con unos 12 kilómetros, los recorrimos muy despacio, pues a pocos metros podíamos ver desde el coche especies como la anhinga americana (Anhinga anhinga), la gallineta morada (Porphyrio martinicus) y la espátula rosada (Platalea ajaja).

Espátula rosada

Fue una emoción especial encontrar a un ave rapaz muy hermosa, que sólo he podido ver anteriormente en Chiapas y Campeche. Se trata del aguililla canela (Busarellus nigricollis), que se alimenta de peces y crustáceos y se distribuye desde sur de México, por las costas y humedales de Centro y Sudamérica, hasta Uruguay.

Aguililla canela

Una pareja de pericos frente naranja (Eupsittula canicularis) me regaló una bella imagen, en la cual se les ve plácidamente disfrutando de la abundancia, comiendo los pétalos de las incontables flores en el árbol en que estaban perchados.

Pericos frente naranja

Otro habitante de los llanos inundados es la jacana norteña (Jacana spinosa), siempre inquieta en las orillas del humedal. En la siguiente imagen tuve la suerte de captarla desplegando sus alas, que normalmente no se aprecian y que tienen un bello color amarillo.

Jacana norteña

El tero (Vanellus chilensis) es un ave especial que, se supone, no debe encontrarse en México, pero las aves no leen mapas de distribución. Se trata de un ave de los llanos que está presente en el sur de Centroamérica y que es común en Sudamérica, literalmente, hasta la Patagonia. La había buscado en Costa Rica, en los sitios costeros en los que se suponía que era más probable, sin tener suerte. De hecho, en la visita de enero a Chiapas pude verlo a una gran distancia y no logré buenas fotos por lo mismo, siendo un lifer “cuestionable”… Pero el pajareo da revanchas a veces, y en el viaje de agosto pude verlos y fotografiarlos a placer. De hecho, fue para mí todo un conflicto seleccionar una imagen para este relato, ya que los pude captar en diversas fases de su comportamiento y a una inmejorable distancia.

Tero

Otra ave imprescindible de esta región es la simpática, ruidosa y traviesa matraca chiapaneca (Campylorhynchus chiapensis), que encontramos varias veces en nuestros recorridos. Si una de ellas es un espectáculo, cuando hay dos o más la fiesta está garantizada. Localmente la llaman “la chupahuevo”, lo cual por supuesto añade al folklore alrededor de esta especie, que sin ser endémica sí es emblemática para Chiapas.

Matraca chiapaneca

A pesar del cansancio del trayecto y de las pajareadas de todo el día, decidimos salir a buscar búhos al caer la noche. Yo estaba bastante cansado y, la verdad, esas búsquedas de aves nocturnas frecuentemente producen magros resultados, a cambio de perder horas de descanso y seguir expuesto a los mosquitos. Sin embargo, Sergio Pedrero conoce palmo a palmo la reserva y eso incluye las perchas de las aves nocturnas, por lo que tuvimos una excelente oportunidad de encontrar y fotografiar al tecolote de Cooper (Megascops cooperi), que me trajo buenos recuerdos, puesto que lo había visto seis años atrás, en la misma Reserva de La Encrucijada, pero en la zona de Isla Concepción.

Tecolote

Por lo que toca a los recorridos por el manglar, la abundancia de fauna permite realizar muchos avistamientos, no sólo de aves, sino también de otras especies que son características de la reserva, como es el toloque rayado (Basiliscus vittatus), hermoso basilisco, con una cresta triangular y una larguísima cola.

Toloque rayado

También llama la atención el cangrejo del manglar, al que se le ve recorrer con paso apresurado la red de ramas y raíces retorcidas del mangle y que es sumamente importante para el equilibrio de este ecosistema.

Cangrejo

Por supuesto, no puede faltar el lugar de honor en la cadena alimenticia, el impresionante cocodrilo. Vimos varios en el agua, nadando lejos y así la impresión es menor, pero de repente apareció este ejemplar de la foto, a la orilla del camino. Aunque no representaba peligro para nosotros, que estábamos dentro de la camioneta, su presencia nos causó sorpresa, risas nerviosas y una sensación que coquetea con el respeto, pero muy discretamente, le habla también al miedo.

Cocodrilo

Algunas aves que pudimos ver bien son la muy abundante garza cucharón, garza tigre, garza azul y varias especies de martín pescador. En mis juegos mentales, la garza cucharón es la “garza alien”, ya que tiene unos ojos enormes, que parecen goggles, y su pico también tiene un aire surrealista. Normalmente es bastante tímida, ya que al más leve contacto visual sale volando, sin embargo, dentro del “ambiente sagrado” del manglar, es un poco más tolerante y así es posible fotografiarla. En México se encuentra en las zonas costeras, por debajo del trópico de Cancer.

Garza cucharón

Trataré de explicarme acerca del ambiente sagrado: una vez que se ingresa bajo el dosel del manglar, baja la temperatura y la iluminación se atenúa, ya que los enormes mangles dejan fuera el potente sol tropical. Pero es más que eso; ver ese entorno natural imponente da la impresión de entrar en un templo, un lugar que hay que admirar y respetar, donde imágenes y sonidos son parte de ese magnífico todo, que puedo sentir en este momento pero que realmente no puedo describir. Tendrás que ir para experimentarlo. De cualquier manera, te dejo una imagen del portentoso manglar.

Mangle

Y hablando de aves extrañas, no puedo dejar de mencionar al pájaro estaca (Nyctibius jamaicensis). Es un ave nocturna, insectívora, con un camuflaje tan perfecto que muchas veces cuesta trabajo encontrarla, aunque alguien te diga dónde está. Simula perfectamente una rama rota y tiene la capacidad de quedarse totalmente inmóvil y silenciosa durante mucho tiempo.

Pájaro estaca

La visita que hice en agosto fue en la época de reproducción y pudimos encontrar varias de las especies anidando y con polluelos en diversos estados de desarrollo. Cabe mencionar que todo el recorrido dentro del manglar se lleva a cabo utilizando solamente los remos, navegando en silencio y manteniendo una distancia prudente con los nidos, para no perturbar a las aves en esta etapa tan sensible para ellas. Bajo estas líneas pueden verse dos pollos de garza cucharón en su nido. Lejos de nuestros sentimientos humanos, la imagen no corresponde a “ternura fraternal”, sino a supervivencia. Tarde o temprano, el pollo más fuerte lanzará al otro fuera del nido, puesto que solamente un pollo de cada nidada de garza cucharón termina su crianza.

Pollos de garza cucharón

Una de las especies que anida en este paraje de La Encrucijada es la bellísima y tímida garza agami (Agamia agami): la joya de la corona en cuanto a las garzas. Es una especie protegida por la NOM-059 y catalogada como vulnerable por la UICN (Unión Internacional por la Conservación de la Naturaleza). La experiencia de los guías de El Castaño, aunada con la cautela y sigilo máximos por parte de los fotógrafos, nos permitió observar estas magníficas aves en sus nidos desde distancia prudente, sin que ninguna de ellas se inquietara. Se trata, por supuesto, de un avistamiento maravilloso, y yo estuve en un estado de profunda emoción en todo momento mientras tuvimos contacto con esta ave tan hermosa.

Garza agami

Uno de los dilemas del fotógrafo de naturaleza es que a veces uno quiere captar los paisajes, pero estos son incompatibles con los objetivos de largo alcance que se requieren para las aves y no es recomendable estar intercambiándolos con un gran angular para paisaje, tanto por el tiempo requerido como por la posibilidad de que se ensucie el sensor al abrir la cámara a la intemperie. Las alternativas son confiar en la cámara del celular o bien tener una segunda cámara para el paisaje, con el consecuente bulto y peso extra. Afortunadamente lo hice en este viaje y valió totalmente la pena. Sólo incluyo esta muestra, pero la verdad es que el lugar amerita destinar una sesión especial para concentrarse en los maravillosos paisajes.

Si en tu lectura has llegado hasta aquí, tienes mi mayor aprecio y agradecimiento, ya que ha sido una jornada larga. Aún con el extenso relato y las más de 20 imágenes que lo ilustran, se me quedan especies icónicas por incluir y una serie de anécdotas divertidas por contarte, pero ya sería demasiado para esta entrega.

Espero que si conoces la zona, te haya traído buenos recuerdos, y si no que te provoque una urgencia de visitar estas hermosas regiones de Chiapas, que además de todo, a raíz de la pandemia, están en gran necesidad de que haya turismo ecológico que aprecie el valor incalculable de este patrimonio natural en el extremo sur de nuestro país.

Te dejo los datos de Costa Verde (Pablo Baldovinos) y de Legado Verde (Sergio Pedrero), con quienes me liga sólo la amistad y mi admiración por su labor, por si gustas darte una vuelta por estos paraísos.

  • Eco Hostal Costa Verde, atención Pablo Baldovinos:

WhatsApp: 918 118 9641

Facebook: Ecohostal Costa Verde o El Castaño Chiapas

  • Legado Verde, atención Sergio Pedrero:

WhatsApp: 967 134 3133

Correo electrónico: sergiopedrero50@hotmail.com

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Para consulta de información de aves, se puede acceder a: http://avesmx.conabio.gob.mx

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Last modified: 24 octubre, 2021
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