A poco más de un kilómetro de distancia de la caótica y bulliciosa vialidad que es el Anillo Periférico en el Sur-Oriente de la Ciudad de México, se ubica un lugar donde es posible tomar un bote de remos y adentrarse en la red de canales de Cuemanco, delimitados por el Parque Ecológico de Xochimilco, la Pista de Canotaje Olímpica, los Ejidos de San Gregorio Atlapulco y la Zona Chinampera.
En la luz dorada de las primeras horas de la mañana, Cuemanco es un remanso de paz, que provoca una evocación de los paisajes de Joaquín Claussel o José María Velasco, que retrataban la cuenca lacustre, en la región más transparente del aire.
La magia de este lugar, aunque ha menguado bastante, sigue apareciendo cotidianamente, antes de los horarios en que los canales son tomados por las trajineras, llenas de gente festiva, perseguidas por chalupas con toda una gama de músicos, vendedores de antojitos, artesanías, cervezas y refrescos.
Este mosaico folclórico se complementa con el futbol de los domingueros, que se juegan en canchas que se han acondicionado sobre las chinampas. Los jugadores, sus familias, el árbitro y toda la dotación de botana y “Gatorade de Malta” (Es decir, “Caguamas”, de varias marcas de cerveza) son transportados de tierra firme a las canchas-chinampa, en unas grandes barcazas construidas como trajineras sin toldo. De toda esa gente que se divierte (y desafortunadamente, tira basura y contamina), muy poca se da la oportunidad de disfrutar el paisaje y menos aún, de fijarse en la abundancia de fauna que tiene al alcance de su vista.
La abigarrada y caótica flota atraca en los muelles del Embarcadero de Cuemanco, enfrente de la Pista Olímpica de Canotaje. Unos metros más adelante de este embarcadero, se encuentra el Parque Ecoturístico Michmani.
El punto de partida de la pajareada es el muelle que tiene sobre el Canal de Cuemanco la cooperativa Centro Ecoturístico Chinampero de Xochimilco Michmani (que significa Lugar de Pescadores). Esta cooperativa de pescadores ha diversificado su actividad, dedicándose al ecoturismo y al rescate de las especies endémicas de Xochimilco. Ellos cuentan con los kayaks, que rentan por una cuota razonable por hora.
Estrictamente hablando, no son kayaks, sino botes de remos, con proa y popa en punta, dos asientos mirando al frente y remos de pala dobles, con la ventajas de ser angostos, de bajo fondo y maniobrables, lo cuál es muy adecuado para navegar por los canales, que en ciertos puntos pueden ser estrechos y poco profundos. Mirar por donde va uno remando es ideal para el avistamiento de aves, por lo que estos botes son la opción adecuada.
El presidente de la cooperativa es Manuel Rodríguez Rojas y hace una extraordinaria labor reproduciendo y reintroduciendo ajolotes en los canales de Cuemanco. Cuenta con un ajolotario, donde tiene más de 10 peceras, de diversos tamaños donde va criando a los ajolotes en varias etapas de crecimiento, hasta que llegan a un tamaño y nivel de madurez en el que es más viable que sobrevivan en vida libre, aunque de cualquier forma, son presa de las carpas y tilapias, especies introducidas, al igual que el lirio acuático y que son una amenaza constante para la flora y fauna originaria.
Es asombroso el ajolote, puesto que sana sus heridas y regenera los miembros que pierde, por lo que es de enorme interés para la investigación médica. Esta capacidad ha maravillado al hombre, desde nuestros antepasados aztecas y esto puede verse en la leyenda del ajolote, que te sugiero leas en la siguiente liga: https://apromeci.org.mx/2019/01/23/la-leyenda-del-ajolote-y-la-creacion-del-quinto-sol-mexica/. De hecho, te recomiendo que leas cuanto puedas de la mitología de nuestros pueblos indígenas. Hay lecturas maravillosas, que te harán sentir pertenencia y orgullo por la sabiduría que contienen.
Visitar el ajolotario y escuchar las anécdotas y los esfuerzos necesarios para mantener vivo este proyecto, son una experiencia emotiva que complementa la pajareada en kayak que normalmente me provoca una especie de exfoliación sobre mi encallecida sensibilidad y me hace ser una mejor persona, por unos días.
Una vez abordado el kayak, con la cámara y los binoculares listos, empieza el recorrido, que normalmente dura entre dos y tres horas y que siempre parece haber sido más corto. Esto es curioso, porque las cosas parecen fluir de manera muy apaciguada en esta experiencia y sin embargo, el tiempo vuela sin sentir.
Desde que descubrí este lugar, hará unos cuatro años, he hecho tal vez 20 recorridos o más. He llevado a mis hijos, a mis amigos y también a gente que ha venido de visita, no todos han sido observadores de aves, pero la realidad es que la experiencia se disfruta mucho y de cualquier manera es muy recomendable.
Los principales avistamientos en los canales son las aves acuáticas comunes, como la Garza Grande (Ardea alba), la de Dedos Dorados (Egretta thula), o la Nocturna Corona Negra (Nycticorax nycticorax), la gallineta frente roja (Gallinula galeata) y Gallareta americana (Fulica americana).
También se pueden ver aves terrestres asociadas a los humedales, como Jilguero Dominico (Spinus psaltria), el Gorrión cantor (Melospiza melodia), la mascarita común (Geothlypis trichas) y en la temporada invernal, los ubicuos chipes: rabadilla amarilla (Setophaga coronata), corona negra (Cardellina pusilla) y Perlita azul gris (Polioptila caerulea). Por supuesto que también llegan especies menos comunes y a veces sorprendentes, lo cuál hace que cualquier pajareada pueda tener recompensas inesperadas.
En algunas ocasiones, uno tiene la suerte de ver, a la entrada o salida del paseo, al Martin Pescador Norteño (Megaceryle alcyon). Verlo volar es muy excitante y frecuentemente el vuelo va acompañado de su llamado característico, lo cual intensifica la emoción. Es todo un reto fotografiarlo, porque no percha frecuentemente y a veces elige perchas que dificultan la toma. Hacerlo en vuelo es muy complicado, aunque lo he logrado, pero no en este lugar. La fotografía siguiente la tomé cerca del embarcadero.
Al Playero manchado (Actitis macularius) se le puede ver caminando sobre las hojas del lirio pero en nuestra región pocas veces lo vemos con sus características manchas, ya que es su plumaje reproductivo y sólo lo vemos en invierno. Por esta razón, me gusta más su nombre alterno que es “Playero alzacolita”
Entre las aves rapaces que pueden verse sobrevolar los canales y percharse en los ahuejotes en busca de sus presas, se encuentra el pequeño y hermoso Cernícalo americano (Falco sparverius) que es uno de mis favoritos. Apenas más grande que una paloma doméstica, se alimenta de pequeñas aves y roedores, además de incluir grillos, palomillas y otros artrópodos en su dieta.
Otra rapaz interesante es el Águila Pescadora (Pandion haliaetus), que se llega a ver en los canales que están más alejados de la parte bulliciosa, como por ejemplo, en la llamada Laguna de la Virgen, que se encuentra en la confluencia de varios canales y que representa una zona interesante para buscar algunas especies.
En la misma zona se puede encontrar perchada el Aguililla Cola Roja que es otra ave rapaz, muy bella y bastante común en gran parte del país.
En canales más estrechos se pueden ver el Carpintero de pechera, (Colaptes auratus) En una de nuestras visitas recientes, tuvimos la suerte de ver un extenso espectáculo ofrecido por una pareja. El macho se caracteriza por sus tonos más vivos y por marcas rojas en los cachetes, mientras que en la hembra, los colores son más apagados.
Una de las principales ventajas de pajarear en el kayak, es que el bajo perfil de la embarcación y el silencio de la locomoción, resultan menos perturbadoras para las aves, que un grupo de gente que se acerca caminando hacia ellas. Esto me ha permitido obtener algunas tomas cercanas, casi íntimas con las aves, como las que comparto a continuación:
Sin inhibición alguna, esta Garza Dedos Dorados (Egretta thula) se lanzó por un pez a pocos metros del kayak. Apenas tuve tiempo de reaccionar y capturar el momento, en una secuencia de varias imágenes, algunas desenfocadas, o cortando alguna parte del ave, pero finalmente obtuve ésta, que difícilmente hubiera logrado desde tierra.
En época de crianza, se pueden ver los polluelos de diversas especies. En particular, me gusta la escena familiar de esta Gallareta Americana (Fulica americana) y el cuidado y cariño que demuestra a sus pollos (un poco feos, para mi gusto).
La Garza Blanca (Ardea alba) es muy frecuente en los canales. Me encanta verla pasar volando sobre mi cabeza mientras voy remando por los canales.
A pesar de ser tan común, siempre la observo y de que tengo varios cientos de fotos de ella, muchas veces es imposible resistirse a fotografiarla una vez más, para documentar un rasgo específico.
A continuación te comparto algunas tomas, hechas desde el kayak. En primera instancia, procurándose el alimento, con esta tilapia, de muy buen tamaño:
En la siguiente imagen, se ven dos garzas en la copa de una casuarina, en una zona donde anidan y a veces se ve una gran multitud de individuos. Estas dos en particular se notaban alteradas, sobre todo la de la derecha, con las alas extendidas y todas sus plumas crispadas.
Resultaría una omisión, no mencionar a la Garceta Verde (Butorides virescens), cuyos tonos de verde a veces no son tan evidentes, pero cuando el sol la ilumina adecuadamente nos revela toda la belleza de su plumaje. Como lo sugiere su nombre, es una garza relativamente pequeña y se le encuentra normalmente en la ribera de los cuerpos de agua, o en las ramas bajas de árboles que bordean los cauces.
Otro personaje indispensable en esta historia es la Garza Nocturna Corona Negra (Nycticorax nycticorax), a la que se le denomina comúnmente “Perro de agua”, ya que su llamado se asemeja a un ladrido. Sus colores azul, gris y blanco, tan llamativos, aparecen en la edad adulta, mientras que el individuo inmaduro tiene el plumaje marrón, punteado de blanco. Sin saberlo, uno podría pensar que se trata de una especie diferente que el adulto, pero al mirar su ojo y su pico, se da uno cuenta que son la misma especie.
De vez en cuando en la observación de aves hay sorpresas, que nos sacan de los avistamientos “rutinarios” y le imprimen mayor emoción a la pajareada. En las incursiones en kayak, he tenido varios episodios de esta clase, de los cuáles narraré algunos.
Hace como un año, me habían comentado que había un Pato arcoiris (Aix sponsa) en la zona de los canales de Cuemanco, cerca del Embarcadero. Recuerdo que lo estuvimos buscando al inicio de la sesión, sin éxito, por lo que nos fuimos a hacer un recorrido amplio. Ya cuando veníamos cansados después de remar dos horas, de repente vimos algo colorido que voló y cayó en el agua a unos metros de nosotros, cuando lo vi bien, prácticamente no pude articular palabra y un poco entrecortado dije “el Aix sponsa” y de inmediato sacamos las cámaras y empezamos a disparar. Es un pato que parece una fantasía: el diseño magistral de un artista.
Nos acercamos un poco, quedando el pato entre la orilla y el flanco del kayak. De repente el comportamiento del ave nos pareció extraño, porque se veía como atrapado, pero en realidad tenía una salida muy clara, a su lado izquierdo. De cualquier forma, nos alejamos para darle espacio y finalmente pudo huir. Cuando huyó pudimos ver su lado izquierdo y le tomé varias fotografías. Para enfocar, uno trata de buscar el ojo del ave, lo cuál normalmente asegura la nitidez en la fotografía. En su momento me costó trabajo encontrar el ojo y días después, cuando procesaba las fotos, me di cuenta de la razón: el pobre pato lo había perdido. Por eso no pudo ver que tenía la vía de escape libre cuando nosotros tapábamos el otro lado con el kayak. Tal vez por la misma razón, se había quedado en esa zona, sólo, sin otros individuos de su especie. No se trata de un avistamiento muy raro en el Valle de México, pero tampoco es común.
En otra ocasión, hace ya algunos años, hice un recorrido con el gran fotógrafo y buen amigo Rubén Zamora. En el trayecto vimos unos tordos sargento (Agelaius phoenicius) y otras aves que se encontraban en una de las chinampas, que se usan para eventos y fiestas. Pedimos permiso a al cuidador de la misma y encallamos el kayak para bajar a tierra. Estábamos fotografiando los tordos, cuando Rubén vio algo en un árbol. ¡Era un Tapacaminos!, el Chotacabras Menor (Chordelies accutipennis), avistamiento inesperado, puesto que se trata de un ave nocturna. Las condiciones para la foto no eran las mejores, por estar un poco enramado y a contraluz, pero fue un registro interesante, que no he podido repetir en esa zona.
Finalmente, hace unos meses salí al kayak con mi hijo y decidimos ir remando hasta lo más profundo de la Zona Chinampera. Una vez que regresamos, vi el registro de actividad de mi reloj y me indicó que habíamos recorrido un total de 8 kilómetros remando durante tres horas y media. Sin embargo el cansancio tuvo su gran recompensa puesto que al fondo de la Zona Chinampera, en terrenos que estaban seguramente muy cerca de San Gregorio Atlapulco, pudimos ver tres ejemplares de Cigüena americana (Mycteria americana), lo cuál efectivamente constituía un registro bastante raro para la Ciudad de México. Fue una gran alegría verlas y en especial compartir ese sentimiento con mi hijo. Regresamos muy contentos.
Siempre que hago una pajareada, siento que cargo baterías en el aspecto mental y emocional, aunque en lo físico haya un poco de cansancio. Esta circunstancia se amplifica cuando hago la pajareada en kayak.
Una vez que ha terminado la aventura, es momento de subir al coche. Regreso por el camino que bordea la Pista de Canotaje para desembocar en el caos del Periférico, haciendo el trayecto de regreso a casa, empleando 40 minutos en un recorrido que podría hacerse en 15, sin tráfico… Sin embargo, no dejo que ese retorno al caos me haga perder la gratificación y paz interior que me brindó ese encuentro íntimo y emotivo con la naturaleza, que aún contaminada, disminuida y amenazada, sigue siendo maravillosa.