Cerca del final de nuestro viaje “De la Sierra al Pacífico”, ya nos andábamos rajando: empezamos a acusar los efectos del cansancio acumulado por las desmañanadas y las larguísimas caminatas. Sin embargo, la belleza que habíamos contemplado y tantas especies nuevas y valiosas para nuestras listas de vida, nos daban ánimo y energías para seguir adelante con el ritmo intenso.
La rutina era la siguiente: salir con todas nuestras cosas de un hotel antes del amanecer y pasar el día entero ya sea pajareando o en trayectos entre los diferentes sitios de observación, con pausas ocasionales para comer o beber. Llegar a registrarse cada noche en un hotelito diferente, bajar las maletas del coche, para sacar la muda de ropa del día siguiente. Revisar las fotos del día, atesorando las buenas y eliminando malas o repetidas, recordar y en su caso anotar las especies vistas en la jornada. Poner a cargar pilas de celular y cámara. Sopesar el cansancio frente a la necesidad de sentirse limpios y decidir si bañarse por la noche, en la madrugada, o de plano no hacerlo (l@s biólog@s varias veces optaron por esto último).
Era día 30 de diciembre y la noche anterior habíamos llegado tarde a dormir a El Tuito, Jalisco, en el peor hotel de todo el viaje. Esa mañana no salimos a tiempo y llegamos un poco tarde al encuentro de dos gringos, que habían pajareado con mi hijo Miguel y nos habían ofrecido amablemente la oportunidad de pajarear con ellos en el Rancho Primavera, donde se hospedaban. Este hermoso lugar se encuentra en una zona boscosa, en el tramo Puerto Vallarta-Manzanillo de la carretera federal 200, que es principalmente costera y va desde Tepic hasta Salina Cruz. Por lo tanto, dejamos por una mañana las playas y el calor y regresamos al clima templado del bosque.
Una de las “joyas de la corona” de esta región es la Tángara pecho rosa, que pude ver saltando entre las ramas, en la escasa luz a las 7 am y como podrás imaginar por la falta de una foto en mi relato, me fue imposible fotografiarla. En el mismo caso están el Saltapared feliz y el Saltapared sinaloense. Aquí haré un poco de trampa e incluiré una foto del Saltapared feliz, tomada recientemente en El Fuerte, Sinaloa, durante otro viaje. Esta foto es mi reivindicación, después de varios años en los que había escuchado y visto fugazmente a este elusivo pájaro sin poder captarlo.
Una de las aves más bellas que vimos esa mañana fue el Trogón elegante. Este avistamiento fue un poco más tarde y el Sol había despuntado ya e iluminaba hermosamente al Trogón, que sin ninguna timidez posó durante unos minutos, brindándome las primeras buenas tomas de la mañana. Siempre es un momento importante el poder lograr las primeras buenas fotos: es reconfortante y mejora el ánimo y la confianza en uno mismo, de cara al resto de la pajareada.
Otros habitantes de este bosque son el Cabezón degollado y Picogordo degollado. Las especies no están emparentadas, pero ambas reciben su nombre a partir de la misma característica física, que es tener una mancha roja en el cuello, como si fuera la sangre brotando del degüello. Esta mancha es un distintivo del macho en las dos especies.
En Rancho Primavera pudimos observar cinco especies de Carpinteros, destacando el Carpintero corona gris, que fue un LIFER para mí.
También pudimos ver el Carpintero pico plateado:
Completando esta lista con los carpinteros enmascarado, mexicano y lineado. A golpe de vista, el Carpintero pico plateado y el lineado pueden llegar a confundirse, pero para distinguirlos, hay que fijarse en la cabeza, que es predominantemente roja, mientras que el lineado tiene una línea que surca desde el cuello hasta el ojo y tiene más negro en la cara, con el rojo más cerca de la cresta.
Seguimos pajareando hasta la hora del almuerzo y nuestros anfitriones amablemente nos invitaron café y pan dulce, en la cabaña que estaban rentando. Fue un almuerzo con show pajarero, puesto que frente a la terraza donde estábamos pasaban diversas especies interesantes. La que recuerdo de manera vívida fue el Colibrí canelo, que parecía que quería lucirse, posándose en varias perchas y alimentándose de las flores que adornaban el jardín alrededor de la cabaña.
Después de El Tuito nos dirigimos nuevamente hacia el oeste y el sur, hacia las playas, lo cuál fue agradable, puesto que a fines de diciembre se antoja el calor, que no está tan fuerte. Además, en la costa hay muchas aves grandes y que no se esconden entre follaje espeso, así que su fotografía se facilita un poco más.
Dentro de las especies avistadas en esa pajareada en varias playas pudimos ver al Perico frente naranja. A mí me gustan mucho todos los psitácidos, por ser aves muy vistosas e identificadas con nuestro país y también por su vulnerabilidad, causada precisamente por su atractivo como mascotas. Son especies protegidas y su comercio está penado, pero sigue siendo difícil evitar el tráfico, por el gusto de la gente y por la voracidad de los traficantes.
Otra especie relevante fue la Chara de San Blas, que hubiera sido LIFER, pero que ya había visto unos meses atrás en Rincón de Guayabitos, en Bahía de Banderas, Nayarit. Se trata de una especie endémica de la zona del Pacífico, de Nayarit a Guerrero.
Se hizo presente también el “güero de ojos azules”, el Ibis blanco. Uno no puede desligar el proceso emocional en la observación de aves y así hay especies que uno ama, otras que le son simpáticas o que nos parecen intrigantes y finalmente están, las que “nos caen mal” y que incluso nos “estorban” en las pajareadas. A mí el Ibis blanco me parece simpático y siempre me da gusto verlo y normalmente me ha tocado avistarlo en lugares de hermoso paisaje.
Si te quedaste con la duda de las especies que me caen mal, te doy algunos ejemplos: El zanate, por su bullying hacia otras especies y por lo dominante que es. El Tordo ojos rojos, por parasitar los nidos de otras especies El perico monje, o cotorra argentina, por ser una especie invasora que compite ventajosamente con nuestros loros y pericos, de los cuales, varias especies son endémicas o están en peligro. Los tiranos, por monopolizar las buenas perchas, en detrimento de otras especies y cuando ahuyentan a las rapaces, puesto que muchas veces me han arruinado fotos… Y, finalmente, el rascador viejita (Melozone fusca), especie común e incluso urbana, porque a menudo me engaña al verlo y creo que puede ser otra ave más interesante.
De camino hacia una de las playas, de la que nos acabaron corriendo a media pajareada por ser propiedad privada (creo que eso es ilegal: las playas privadas, no tomar fotos), nos sucedió una situación particular: Íbamos a bordo de la camioneta y pasamos un puente que pasaba sobre un pequeño cuerpo de agua. Justo sobre el puente, pudimos ver al lado izquierdo una cigüeña americana y al lado derecho, una espátula rosada.
Nos quedó claro que detener el coche y bajar de él hubiera significado que ambas hubieran salido volando, graznando maldiciones… De manera que nos llenamos los ojos con ambas enormes y espectaculares aves. Los que traíamos cámara, casi la incrustamos en el vecino, con tal de hacer la toma.
Sin embargo, el mayor reto para la fotografía de la cigüeña, de manera triste e irónica, fue evitar que salieran en la foto un par de botellas de PET, que flotaban cerca de sus patas. Hizo falta un rato de paciencia para que el movimiento de las aguas se llevara las botellas. Sin embargo, evitarlas en la foto es una trivialidad, cuando la realidad preocupante es que en nuestro país, la mayoría de los cuerpos de agua tienen algún grado de contaminación. Resulta demasiado frecuente acercarse a un cauce de agua que esté cerca de una población e inmediatamente percibir el funesto olor a caño y ver los tiraderos de basura en las laderas y junto a los puentes.
Ver relativamente cerca a una cigüeña siempre resulta impresionante. Su aspecto de dinosaurio, su cráneo pelado y sus grandes dimensiones resultan un poco intimidatorias, aunque el ave no tenga una conducta agresiva. Uno sólo puede imaginar lo que pasaría si la hacemos enojar y nos da un picotazo: ¡Se trata de un ave que puede llegar a medir un metro de alto!
La cigüeña forrajea vadeando en aguas poco profundas con la cabeza abajo. Mantiene el pico en el agua parcialmente abierto y lo cierra de golpe cuando hace contacto con su presa, a la cuál localiza visualmente o por tacto.
Se alimenta principalmente de peces, pero también come crustáceos, insectos acuáticos, serpientes, reptiles pequeños, ranas y roedores… En otras palabras, a falta de peces, lo que caiga es bueno!
Pone 3 o 4 huevos, que incuban (durante 28-32 días) y que cuidan ambos progenitores. Muchas veces uno de los padres cuida el nido, porque en algunas colonias, los adultos que no se han apareado atacan los nidos. Los jóvenes se vuelven independientes a las 11 semanas, aunque empiezan a dar vueltas fuera del nido desde las 8 semanas.
La cigüeña americana está incluida en la NOM 059, por lo que se encuentra sujeta a protección especial. La principal amenaza es la desaparición de su hábitat, como tantas otras especies.
Aunque su distribución se encuentra en las costas, durante épocas de migración, se le puede encontrar en lugares insospechados, en “humedales de paso” que va encontrando en su viaje. En lo personal me la he encontrado sorpresivamente dos veces: la primera vez fue una sola cigüeña, en la Laguna de Meztitlán, Hidalgo, a muchos kilómetros de la costa. De manera aún más sorprendente, hace unos meses avistamos tres individuos en la zona chinampera de Cuemanco, en una área rodeada por la mancha urbana de la Ciudad de México.
Mientras que la cigüeña es un ave de apariencia tosca y severa, la espátula rosada es como de fantasía, con sus colores, vivos, su extravangante pico y hasta una conducta más locuaz. Pudimos disfrutar del espectáculo de tenerlas a ambas a unos metros durante varios minutos, pudiendo contrastar su apariencia y comportamiento.
La espátula estaba muy activa, como puede verse en las imágenes. Forrajea vadeando en aguas fangosas poco profundas, barriendo su peculiar pico de lado a lado, con las mandíbulas ligeramente abiertas y detectando a sus presas por tacto. Ocasionalmente levanta alimento que encuentra de manera visual.
Pone normalmente 2 o 3 huevos blancos con manchas cafés. La incubación dura 22 a 24 días, en la que participan ambos progenitores, que también alimentan a las crías. Los jóvenes pueden dejar el nido en 5 a 6 semanas y son capaces de volar sostenidamente a partir de 7 a 8 semanas.
Se alimenta de peces pequeños e invertebrados acuáticos, moluscos y gusanos. También come material vegetal, como raíces y tallos de plantas acuáticas.
Ya por la tarde, pudimos ver una amplia variedad de garzas, como son las Garzas blanca, morena, tricolor, dedos dorados, nocturna corona clara y la rojiza, que puede verse en la foto . Su plumaje normalmente es de colores más vivos y en general más largo y abundante. El que fotografié era un ejemplar inmaduro.
(*garza rojiza*)
Para cerrar el día, cerca de que cayera la tarde, vimos una de mis rapaces favoritas, el Aguililla negra menor.
Esa noche dormimos en Autlán, Jalisco. A diferencia de la noche anterior en El Tuito, el hotel estuvo agradable y cerca del Centro, donde cenamos bien y nos preparamos para el día siguiente, en el que haríamos el largo trayecto de regreso. Todavía pajareamos en dos lugares el último día del año: temprano, en las afueras de Autlán y a la hora de la comida, en Laguna de Cuitzeo, Michoacán.
Llegamos a la Ciudad de México cerca de las 9 pm, literalmente en calidad de bulto. En mi caso, la cena de año nuevo fue muy sencilla y no llegué despierto a recibir el 2019.
Agradezco la atención y paciencia de los lectores que hayan seguido esta serie de cinco relatos “De la Sierra al Pacífico” , esperando que les haya gustado. En un par de semanas llevaré la narración a un destino muy diferente y espero que me acompañen en ese viaje también.
Puedes leer todos los relatos que he escrito para Lalupa.mx en este enlace:
https://lalupa.mx/category/archivos-de-la-lupa/a-ojo-de-pajaro/